Regreso al futuro fue la saga que catapultó a la fama a Michael J. Fox y marcó un antes y un después en el cine de ciencia ficción. Toda una generación soñaba con los viajes en el tiempo a bordo del DeLorean creado por el Dr. Emmett "Doc" Brown, despertando las preguntas: ¿a qué momento de tu vida te gustaría ir? ¿Revivirías el pasado o te gustaría conocer tu futuro?
Ahora, 40 años después, te invitamos a echar la vista atrás y a recordar cómo esta película cambió la vida de Michael J. Fox, convirtiéndolo en uno de los actores más carismáticos de los años ochenta y los noventa; y también miramos al presente, para descubrir cómo es ahora su vida, después de tres décadas luchando contra la enfermedad del Parkinson, quiénes son sus pilares y cuáles son sus próximos y sorprendentes proyectos.
Desde que se estrenara la primera película en 1985, el personaje de Marty McFly, con su chaleco rojo, sus zapatillas Nike y su monopatín enamoró al público, al que también se le quedaría fijada una fecha, el 21 de octubre -porque es día al que viajan en el pasado y futuro- que ha quedado marcada como el día de Regreso al Futuro. Por entonces, Michael J. Fox tenía 24 años y le auguraban una larga y exitosa trayectoria en Hollywood.
A la vez, llegó otro de los grandes papeles de su trayectoria, el de Alex Keaton en Enredos de Familia, por el que ganó un Globo de Oro y tres premios Emmy, y después otros éxitos de taquilla como Teen Wolf. Pero su vida daría un tremendo giro en 1991, con tan solo 29 años, al ser diagnosticado con la enfermedad de Parkinson.
Recibió este duro mazazo con mucha entereza y siguió adelante con su carrera, aunque a medida que el Parkinson avanzaba, sus papeles en la pequeña y la gran pantalla fueron disminuyendo.
La importancia de su familia
Su pilar fundamental para afrontar esta enfermedad degenerativa ha sido su familia. El actor se casó en julio de 1988 con la actriz Tracy Pollan, con la que tiene cuatro hijos: Sam, de 36 años -que sigue sus pasos en la actuación y la producción- ; las gemelas Aquinnah Kathleen y Schuyler Frances, de 30 años; y Esmé Annabelle, de 23.
Después de tres décadas viviendo con la enfermedad, ellos se han convertido en su mejor apoyo. “Mis hijos nunca me conocieron sin Parkinson. Sam tenía tres años cuando me lo diagnosticaron”, ha explicado en varias ocasiones. “Me siento tan afortunado por tenerlos”, afirma.
Ellos han crecido conviviendo con su evolución y siendo testigos de los esfuerzos de su padre por dar visibilidad a esta enfermedad y recaudar fondos para investigación y ayudas a las personas que también la padecen. A través de la fundación que lleva su nombre ha recaudado más de 2.000 millones de dólares para investigación.
“Me queda mucho por hacer”, dice en una reciente entrevista concedida a la revista People con motivo del lanzamiento de su libro Future Boy, donde desgrana cómo fue el rodaje de Regreso al futuro y cómo vivió la fama en ese momento. “Era joven, famoso y creía que podía con todo. Pero la vida no funciona así. Aprendes que incluso los mejores años pasan volando, como un DeLorean”, asegura.
Su mujer jugó un papel muy importante en ese tiempo: “Me mantuvo con los pies en la tierra. Cuando todo alrededor era luces y cámaras, ella era la realidad”. Y también reflexiona sobre el papel de sus hijos en su día a día: “Mis hijos me enseñaron que no necesito viajar en el tiempo para ver el futuro. Ellos son mi futuro”.
Sobre su enfermedad, el libro recoge frases sobre cómo le cambió la vida: “No sabía lo que me esperaba, pero sabía que no podía dejar que el miedo me guiara” o “el Parkinson me quitó muchas cosas, pero me dio una claridad que nunca tuve: saber qué vale realmente la pena.”
Sin miedo al futuro
Aunque dejó la interpretación en 2020, ahora regresa con muchas ganas a la televisión en la serie Shrinking, donde interpreta a un enfermo de Parkinson y está muy emocionado con su regreso y con poder seguir trabajando como actor, que ha sido siempre su pasión.
Su lucha continúa, pero sigue esforzándose por ayudar en su cruzada para el estudio de esta enfermedad y una posible cura. Vive en Malibú, en una mansión a la que se mudó en 2021 y también pasa temporadas en la casa que tiene en Connecticut. Mirando sin miedo al futuro y al desenlace de su Parkinson, decía con valentía y humor en una entrevista a The Times: “Me gustaría simplemente no despertar un día. Eso sería muy guay. No quiero que sea dramático. No quiero tropezar con un mueble y romperme la cabeza”.















