Hay instantes en los que el tiempo parece detenerse: una sonrisa de madrugada, una caricia entre hermanos, el primer encuentro de unas miradas que aún no hablan, pero ya se entienden.
Lorenzo Díaz, hijo de Concha García Campoy y el sociólogo y Premio Nacional de Gastronomía Lorenzo Díaz, y su mujer, la también periodista Paloma de la Hoz, viven uno de esos momentos vitales que lo cambian todo: la llegada de su segundo hijo, también llamado Lorenzo, nacido el pasado 19 de mayo, ha transformado el latido de su hogar.
Mientras Manuela, su hija mayor, se prepara para soplar sus dos primeras velas este 9 de agosto, la familia aprende a ser cuatro. Una nueva dinámica que se construye poco a poco, entre rutinas que se reinventan y silencios que ahora suenan distintos.
Aunque los días son intensos, hay en el ambiente una calma especial, la de quienes ya conocen el camino y saben que cada etapa pasa y deja huella. Y si bien hay ausencias que pesan, también hay memorias que acompañan.
Los padres de Lorenzo, fallecidos hace doce y dos años, están presentes de otra forma. En una expresión que se repite, en un gesto que asoma, en un nombre que vuelve a decirse con orgullo y emoción.
Con el corazón lleno, Lorenzo y Paloma comparten ahora cómo están viviendo esta nueva etapa: entre pañales, primeras reacciones y una ternura que desborda el espacio. Porque si algo han aprendido es que, cuando una familia crece, también lo hace el amor, incluso hacia quienes ya no están, pero nunca se han ido del todo.
—Antes de nada, enhorabuena por la llegada de Lorenzo. ¿Cómo están siendo estas primeras semanas con el bebé en casa?
Lorenzo.—La verdad es que hay una mezcla de emociones. La enorme ilusión de tener un nuevo miembro en la familia se entrelaza con el lógico cansancio de estos primeros días, porque un bebé, al final, es muy demandante. Pero vamos bien… con todo lo que eso significa. Y, sobre todo, con el corazón lleno.
Paloma.—El gran reto ha sido organizarnos al pasar de tener un bebé a tener dos. Antes, podía manejarme sola con Manuela —y también con ayuda de Lorenzo—, pero ahora, con un recién nacido, que requiere atención absoluta, hemos tenido que repartirnos mejor las tareas. Aun así, lo estamos llevando bastante bien, adaptándonos día a día y encontrando nuestro nuevo equilibrio.
—Paloma, ¿está siendo todo muy diferente a cuando nació vuestra primera hija?
—Pues, la verdad, muchas amigas me lo han preguntado y siempre respondo lo mismo: no diría que está siendo más fácil, pero sí que lo estoy disfrutando más, sin tantos miedos.
—¿Os ha sorprendido algo de Lorenzo en estos primeros días? ¿Tiene ya su propio carácter?
L.—Es más intuición que otra cosa, pero a Lorenzo lo noto muy tranquilo, muy sereno. Es pronto todavía, claro, pero se le ve un carácter distinto en contraste con Manuela, que siempre ha sido más activa, más inquieta. Digamos que ella tiene una energía muy suya. Él, en cambio, transmite mucha calma.
Sin sobresaltos
—¿Dicen que los niños suelen ser más tranquilos?
P.—Eso dicen, ¿no? Que desde muy pronto puedes intuir el carácter de tu hijo. No desde el minuto uno, claro, pero sí en las primeras semanas. Y en nuestro caso es que se nota. Como dice Lorenzo, nuestra hija, desde el principio, era muy activa, no paraba quieta. Era más demandante. En cambio, Lorenzo transmite otra energía más serena.
—¿Quién duerme más por las noches: él o vosotros?
L.—Estamos un poco a la par. Cuando él está despierto, nosotros también. Hasta que no se duerme, no podemos cerrar los ojos tranquilos. Es como si su ritmo marcara el nuestro, y así vamos, acompañándolo en cada paso, incluso en las madrugadas.
P.—Pero es lo que decíamos: la experiencia nos da una tranquilidad distinta y vivimos todo con más calma, sin sobresaltos.
—Lorenzo, en estos dos meses, ¿hay algún momento, alguna imagen que se os haya quedado grabado especialmente?
—Sí, sin duda. Lo que más nos ha tocado fue ver a Manuela en cuanto vio al bebé. Fue algo completamente natural, genuino. Ella se acercó a él, lo abrazó sin pensarlo y fue como "¿de dónde ha salido esto?". Ese momento, ese abrazo, esa aceptación. Fue como si todo encajara perfectamente. Muy mágico, la verdad. No fue en el hospital, lo decidimos hacer en casa, en nuestro entorno. Al final, la madre está postrada en la cama y queríamos que fuera algo más íntimo, más cercano. Y la verdad es que fue muy bonito, muy especial.
—¿Cómo os estáis organizando ahora que sois cuatro, Lorenzo? ¿Tenéis alguna rutina?
—Afortunadamente, ahora estoy de baja laboral en los informativos de Telecinco y eso nos permite organizarnos mejor. Intentamos ser muy ordenados. Paloma pasa más tiempo con Lorenzo durante el día y yo me centro un poco más en Manuela. Vamos repartiendo los roles según las necesidades de cada uno. Ahora mismo, todo gira en torno a los niños, nos entregamos al cien por cien.
—Lorenzo es pequeñito, pero ¿ya hay algún gesto, mirada o forma de expresarse que sea muy suyo?
L.—Es largo para la edad que tiene.
P.—Lo curioso es la mezcla tan marcada: la hija con la cara del padre y mi cuerpo, y el niño, al revés: con mi cara y su cuerpo.
"Lo noto muy tranquilo y sereno. Es pronto todavía, pero se le ve un carácter distinto en contraste con Manuela, que siempre ha sido más activa e inquieta"
—O sea, Paloma, que le encuentras más parecidos contigo.
—Quiero creer que sí. Con Manuela, todo el mundo me decía que se parecía mucho a su padre. En cambio, me han dicho varias personas que Lorenzo se parece a mí. ¡Estoy feliz!
—¿Con Manuela tiene algún parecido?
—Cuando nació, su carita me recordó muchísimo a la de su hermanita. Fue increíble, porque piensas: "¿Cómo puede parecerse tanto?". Luego, con los días, va cambiando —como pasa siempre—, pero aun así hay gestos, expresiones, ciertas formas de la cara que sí nos recuerdan a ella.
—¿Notáis si reacciona de forma especial cuando la ve o escucha?
P.—Su hermana se acerca constantemente a verle. Le acaricia, le toca con cuidado, le habla bajito. Se miran a los ojos y eso es emocionante. Nosotros teníamos algo de miedo. Cuando nació Lorenzo, Manuela tenía solo 21 meses. Pensábamos que podía sentirse desplazada, pero ha sido justo lo contrario. Nos ha sorprendido para bien. Lógicamente, tiene momentos de celos, como es normal, pero está muy pendiente de él. Le pone el chupete si llora, le lleva sus conejitos, le acaricia con dulzura. Está muy presente.
L.—Es muy protectora con su hermano. A veces, también reclama su espacio, su momento de atención, pero lo hace con ternura, sin conflicto.
—¿Crees que tu madre hubiera vivido esta etapa de forma especial?
—Sí, yo creo que mi madre hubiera estado muy entregada a sus nietos. Ya habría estado en una etapa más tranquila a nivel laboral, no del todo jubilada, porque nunca habría dejado de trabajar del todo, pero sí quizá un poco más retirada del primer plano. Y esto, tener a sus nietos, especialmente a este segundo, le habría producido una ilusión enorme. Lo habría vivido de otra forma, con más calma, con más tiempo, y creo, de verdad, que se habría volcado muchísimo.
—¿Y tu padre también?
—Sí, sí, también mi padre, que le conozco muy bien. Tener un varón que se llame Lorenzo, esas cosas de generaciones, de tradición familiar, le habría hecho una ilusión enorme. Le hubiera encantado conocerle, sin duda. Estoy seguro de que habría estado orgullosísimo de tener un "Lorenzo III" en la familia.
—Seguro que habría ido presumiendo por el barrio.
—¡Totalmente! Ya con Manuela era así, le encantaba hablar de su nieta. Así que me lo imagino perfectamente por las calles diciendo: "Mi nieto Lorenzo, mi nieto Lorenzo", con esa sonrisa de orgullo que tanto le conocíamos.