Cree en Dios, es lesbiana y recuerda, cuando era pequeña, una fiesta de temática hawaiana que organizó y a la que nadie acudió. Aunque admite no haber sido la figura más popular del instituto, "era una cheerleader empollona", poco importa ya lo que ocurriera entre libros y lecciones. Megan Stalter sí es la mujer más guay de su clase, aunque hayan tenido que pasar unos cuantos años más para que el mundo se diera cuenta.
La actriz y cómica de 34 años protagoniza Sin Medida, la comedia romántica -y grotesca y, ante todo, extravagante- que crea y dirige Lena Dunham, la cabeza visible de una de las series que puso voz a las nuevas olas generacionales, Girls. En esta ocasión, Dunham solo escribe y no interpreta -como sí ocurriera con su Hannah en la serie que marcó un antes y un después para los millennials-. La ficción, con un total de diez episodios, se basa en el romance real entre Lena y su actual marido, el músico británico Luis Felber -interpretado por Will Sharpe, a quien conocimos en la sugerente segunda temporada de The White Lotus-.
"Lena es alguien de quien he sido una gran fan", dijo Stalter en una entrevista con Rolling Stone. "Pero cuando llegué a conocerla, la sentí como una hermana y una amiga. Así que ahora la serie parece como una obra que hicimos la una para la otra, y que realmente invoca algo especial", admitía a la revista. En Sin Medida, la estadounidense interpreta a Jessica, una joven productora que se muda a Londres después de una dolorosa ruptura, y que intenta comenzar una nueva, y un nuevo romance, evitando caer en los clichés británicos en los que siempre ha creído.
Aunque este es su primer papel protagonista, Stalter comenzó a hacerse conocida en el mundo de la comedia gracias a Hacks, la serie de HBO nominada a numerosos premios Emmy y en la que interpreta a Kayla: una suerte de Paquita Salas, aunque cambiando los torreznos de Soria por los batidos de proteína de Erewhon. Antes, probó suerte con la comedia de improvisación, escenario que la forjó y que la convirtió en la máquina de comedia que es a día de hoy. Como la mujer religiosa que es, Stalter siempre tuvo claro que Dios "tenía un plan" para ella, brillar en la esfera audiovisual. Eso sí, la primera que vio la chispa en ella fue su propia madre. "Me siento tan conectada a Dios y con los pies en la tierra que no me dejaría arrastrar por nada de Hollywood", afirma. "Hay mucha oscuridad en la industria, y cosas que pueden corromperte, como el dinero y el poder", apostilla.
"Ser divertida es sexy"
Megan nació en Ohio. Desde muy joven fue a una iglesia pentecostal y a los 20 años pasó seis meses con una organización juvenil cristiana en Sudamérica. Su compromiso con la fe no es el único rasgo que la define: su sexualidad y sinvergonzonería le marcan el camino. “Soy una mujer humorista que sube cosas a internet. Y no soy delgada. Ya me han dicho las cosas más horribles”, explicó en una entrevista en The Guardian. También es una de las voces más discordantes contra Ozempic, el medicamento para diabéticos cuyo uso ha trascendido hacia la estética y la pérdida de peso no asociada a la enfermedad.
La actriz no solo ha copado todos los titulares por su sensacional forma de dar vida a personajes femeninos del todo eclécticos, también consigue triunfar con su marcado estilo personal. Su estética camp y trashy, tirando de la premisa de la comedia que la define, la ha convertido en un icono generacional -al igual que le ocurrió a Lena Dunham con Girls-. Entre lo excéntrico, lo irrisorio y lo colegial, Megan tiene confianza en sí misma y en lo que hace, y se nota. Prueba de ello es que no le importa llevar un corsé que imita una lata de Coca-Cola o con su propia cara y una frase que dice 'Megan Stalter, la chica más guapa de América'; o incluso aparecer con un look al más puro estilo Carrie en el que lleva una banda en la que se puede leer 'La mejor actriz gay'.
"Soy una mujer estridente que viene de una familia estridente: 20 primos, la mayoría mujeres, unos pocos varones, supongo", contó a The Guardian. Su padre es tatuador y su madre enfermera. "Tengo dos hermanas, un hermano y muchas tías. Son mujeres divertidas, obstinadas, no muy tranquilas y con una gran personalidad, y eso lo veía como algo totalmente normal. Así que fue interesante estar en el mundo real, donde a las mujeres se les hace sentir que no pueden ser esas cosas", admitía. "Nos dicen que seamos educadas, pequeñas y delicadas, pero chica, yo no soy así".
Al igual que la exitosa ficción que protagoniza, Megan es ella misma "sin medida" alguna. No esconde sus partes más oscuras, pero tampoco reniega de su 'yo' más auténtico. "Definitivamente me consideran demasiado. A cualquier mujer fuerte le dirán que es demasiado en algún momento. Nos hacen sentir pequeñas o demasiado grandes, a veces las dos cosas a la vez, a menos que encajemos perfectamente. Muchas mujeres lo experimentamos: a Lena y a mí nos dijeron que éramos demasiado, pero luego decidimos que eso nos gustaba de nosotras mismas. Creo que es muy sexy ser ruidosa y divertida, rara y extraña, tonta y bobalicona. Fue en el colegio donde me di cuenta de que esos rasgos suelen ser bien vistos en los chicos, pero no en las chicas", relató al medio británico sin pelos en la lengua.
Sin duda, a Megan le salió rentable explorar esos rasgos de personalidad que se toparon con el rechazo de sus compañeros de clase y de profesión en sus primeros años. "Sigo siendo esa niña pequeña de secundaria que decía: '¿Por qué no quieren venir a mi fiesta hawaiana? Al final, ha habido muchísimas otras fiestas". La Meganmanía ha llegado para quedarse.