El nutricionista Pablo Ojeda, colaborador habitual de Más vale tarde en laSexta, no solo ha conquistado a los espectadores por sus acertados consejos de alimentación, sino también por su sinceridad al abordar temas personales. Hace unos años, compartió públicamente su lucha contra los trastornos de la conducta alimentaria, y ahora, en su libro Cuando me alimenté del juego, ofrece un desgarrador testimonio sobre su ya superada adicción al juego. Con el deseo de "dar luz" a aquellos que aún se ven atrapados por la ludopatía, Ojeda ha decidido abrir su corazón. En esta entrevista, nos relata su experiencia, y aunque sus palabras son duras, transmiten un mensaje poderoso de esperanza y superación.
- ¿Cuándo y cómo comenzó tu relación con el juego?
Mi relación con el juego empezó un viernes cualquiera cuando tenía 24 años y pusieron una casa de apuestas precisamente debajo de casa de mis padres. En aquella época trabajaba con mi padre, tenía dinerito y entré porque te ponían el alcohol muy barato, las copas a tres euros y la cerveza a uno. Eso es una primera llamada. Luego, cuando ya te has tomado dos cervezas y estás más desinhibido, echas a una maquinita y un día, por mala suerte, te toca y ya te quedas con esa sensación de premio. Al día siguiente te acuerdas de esa sensación que te gustó y repites. Entonces, poquito a poco, te vas metiendo en el hoyo.
- ¿En qué momento te diste cuenta de que estabas atrapado?
Yo estuve mucho tiempo negando mi ludopatía. De hecho, hasta que yo no entré en rehabilitación no admití que era ludópata. Pasaron casi diez años. Siempre he tenido la sensación de que yo tenía el control, pero no tenía ningún tipo de control. Incluso en esa sensación me mentía, mi mente me engañaba. En el momento en el que empecé a faltar al trabajo para ir a jugar, ahí ya claramente tenía un problema grande.
"Mi relación con el juego empezó un viernes cualquiera cuando tenía 24"
- En los momentos más oscuros de tu adicción, llegaste a contemplar la idea de vender un riñón. ¿Qué o quién hizo que no tomaras esta decisión? ¿Fue tu familia?
En esa época mi familia no sabía absolutamente nada. Mis padres no se enteraron nunca hasta que yo se lo dije. Fue el juego, precisamente, lo que evitó que yo viajara de Sevilla a Madrid para la venta del riñón. El día antes, fui al casino y en una mano de póker me llevé 6.000 euros. Esto lo cuento en el libro. Gracias a esos 6.000 euros pude pagar las tres cosas más urgentes. Curiosamente, el juego me salvó de aquello.
- ¿Qué es lo más valioso que perdiste mientras vivías por y para el juego?
Lo más valioso que perdí son los recuerdos. No me acuerdo de muchísimas cosas con mis hijas. Mi mente estaba en el juego. Mi foco de atención era el juego. Es como si tú vas a la función de teatro de tu hijo y al único que ves es a él, porque tu atención está únicamente en tu hijo, no en los demás niños. Pues a mí me pasaba algo parecido. Mi atención estaba en el juego, no veía lo que pasaba a mi alrededor. Entonces, hay muchos recuerdos que no tengo con mi hija mayor y eso sí me da mucha pena.
"Me meto muy temprano en la cama porque trasnochar me recuerda a esa época de juego"
- Estuviste más de seis años sin poder entrar a un bar para no recaer. Ahora, después de la tormenta, ¿cómo es tu vida para mantenerte alejado de cualquier tentación?
Al final, el adicto aprende a vivir sin esa adicción, pero sabiendo que es adicto. Es decir, yo no llevo dinero en efectivo, siempre llevo en tarjeta. Trato de no emborracharme nunca. Medito todos los días para controlar mi ansiedad y el estrés. Me meto muy temprano en la cama porque trasnochar me recuerda a esa época de juego. Hago deporte todos los días porque me viene muy bien para la cabeza. Intento tener mi día casi totalmente planificad, tener mucha rutina, porque el tiempo libre y el aburrimiento para una persona con una adicción no es bueno porque su mente tiende a pensar muchas cosas. Yo sigo haciendo cosas todos los días para que esto no vuelva a suceder.
"Mi hija pequeña nació cuando yo estaba en rehabilitación"
- Tus hijas eran muy pequeñas cuando atravesaste aquella pesadilla, ¿ahora son conscientes de lo que te ocurrió o prefieres mantenerlas al margen?
Mi hija pequeña nació cuando yo estaba en mi proceso de rehabilitación. La mayor tenía tres añitos y papá le ha contado que ha sacado un libro de una época de su vida en la que jugaba mucho, pero que aquello le sentó mal y ya dejó de jugar. Se lo he contado así.
- ¿Qué te dijo tu mujer, la diseñadora Esther García, cuando decidiste compartir tu pasado?
Ha sido la que más me ha animado para poder ayudar. Sería muy injusto no dar luz ahora a otras personas cuando a mí me la dieron en un momento determinado de mi vida. No sé, sería superegoista no hacerlo. ¿A dónde iríamos como sociedad? A mí me han ayudado personas absolutamente desinteresadas de una manera gratuita y han hecho que yo pueda estar hoy aquí, presentando mi tercer libro, con un contrato de exclusividad con Atresmedia, trabajando en la radio y teniendo mi propia empresa. Hace diez años, todo esto no era ni una fantasía y gracias a la rehabilitación y a las personas que me ayudaron, es una realidad. Tenía que contarlo, no quedaba más remedio.
- ¿Qué te ha llevado a sincerarte así en estos momentos?
Mi situación de poder, indudablemente. Esto es un tema muy tabú. Siempre he visto a muchos artistas hablando de sus problemas de adicciones, pero siempre en torno a las drogas, el alcohol, nunca sobre el juego. El juego se ha visto como algo muy de, abro comillas, viciosos, pero nada más lejos de la realidad. Actualmente, hay muchos chavales que están cayendo en el juego, y yo, cuando estaba en rehabilitación, tenía como compañeros a jugadores de fútbol de Primera División, empresarios, personas de clase media alta y personas de clase muy baja. Es decir, era totalmente transversal. Me sincero ahora porque creo que después de estos diez años he llegado a una situación donde me he rehabilitado completamente, donde he crecido a nivel profesional, donde he crecido a nivel familiar y creo que es de justicia intentar echar una mano a las personas que están metidas ahora mismo en el hoyo y no ven salida. Creo que es importante que vean a alguien que ha salido de ahí y ha salido bien.
"Creo que es importante que las personas que están metidas ahora mismo en el hoyo vean a alguien que ha salido de ahí"
- ¿Crees que la sociedad todavía no considera que la ludopatía es una enfermedad?
- Aquí digo un no rotundo, porque la adicción, en este caso el juego, a mí no me hace tartamudear ni meter el ojito ni cojear. Es una enfermedad que no es física, que no se ve. Y entonces cuesta mucho que la gente entienda que el problema está en tu cabeza. Cuesta mucho hacer entender a la gente que hacemos cosas que realmente no queremos hacer, pero que cuando las hacemos después tenemos un gran sentimiento de culpabilidad porque no queríamos hacerlas. Pero esa vocecita interna puede más que tú. No es equiparable, pero es como cuando una persona con esquizofrenia ve a alguien a su lado o escucha voces. Otra persona no puede comprenderlo, pero lo está viendo y escuchando de verdad. Pues la adicción es algo así. Hay un momento en el que tu voluntad queda absolutamente anulada y tu vocecita interna que necesita jugar es capaz de hacer cualquier cosa para llegar a su fin, que es tener dinero y jugar. Entonces te hace hacer cosas que ahora, ya rehabilitado, son impensables.
- Desde tu experiencia, ¿qué medida tomarías para intentar acabar con este problema?
La prohibición absoluta al juego a cualquier menor de edad. Hay muchos niños que solamente tienen que darle un clic a una pantalla y ya pueden jugar. Hacen una foto al carné de su padre y ya pueden jugar. Eso me parece peligroso. Tendría que haber una ley mucho más severa para temas de publicidad de juego. Los partidos de fútbol, por ejemplo, que los ven muchos chavales, están patrocinados por casas de apuestas y este tipo de cosas. Por lo tanto, yo creo que habría que meter mano.
- Tu entrevista en Más vale tarde me pareció muy valiente. ¿Conocían Iñaki López o Cristina Pardo tu pasado?
- Cristina sí lo sabía, se lo comenté yo en alguna ocasión. Somos amigos y además solemos veranear juntos. Iñaki no sabía nada. Lo que no sabía ninguno de los dos eran determinados episodios que cuento en el libro.
- ¿Te emocionó su reacción?
- Sí. Me trataron con mucho cariño y la verdad es que se lo agradezco porque esto, sacado de contexto, puede dar lugar a una entrevista muy morbosa, pero ellos lo trataron con mucho respeto y la verdad que muy bien. Se lo agradezco muchísimo.
- ¿Qué le dirías a esos padres que ven a sus hijos perdidos en el juego?
Que lo que los quieran mucho, que estén, simplemente que estén y que los escuchen. Una persona adicta no cambia si no es por sí misma. Hasta que ella no decida cambiar. Es muy complicado. Si yo me rehabilite fue porque mis padres nunca me echaron nada en cara y estuvieron ahí siempre. Y eso creo que es importante. El estar.
- ¿Y al propio adicto?
Que tranquilo, que aunque suene a tópico, el tiempo va poniendo y colocando todo en su sitio. Y, sobre todo, que pedir ayuda es de valientes, no es de cobardes. Que no se arrepientan de las cosas que hayan hecho por muy grandes que sean. Que no pasa nada. A mí muchas veces me preguntan si no me arrepiento de las cosas que hice, como robar a mis padres, pero yo siempre digo lo mismo. Me equivoqué, metí la pata, pero he aprendido. Probablemente, aquella experiencia ha hecho que sea la persona que soy ahora, así que ya está. Se aprende, crecemos y seguimos adelante.
"En rehabilitación no se hacen amigos, se hacen hermanos"
- ¿Te dieron la espalda muchas personas cuando estabas en tu peor momento?
- Muchísimas. Muchas personas se quitaron de en medio, pero no lo digo con acritud ni con maldad, son personas que no tenían por qué comprender lo que me pasaba y no querían tener a su lado a una persona tóxica como lo era yo en aquella época. Esto es una de las cosas que he aprendido después de muchos años, a ser realista y a ser consecuente con mis acciones. Todo lo que hice tiene una repercusión. Lo asumo. Me equivoqué. Ahora trato de no equivocarme.
- ¿Y al contrario? ¿Se puede llegar a hacer amigos en plena oscuridad?
Se hacen hermanos. Cuando tú estás en un proceso de adicción y entras en una rehabilitación, hay chavales que están en la misma situación que tú y se convierten en hermanos. Las terapias de rehabilitación se llaman terapias de de autoayuda y ayuda mutua. El testimonio de mis compañeros me ayudaba a ser más consciente del mío y el mío le ayudaba a ellos. Por lo tanto, hay una serie de compañeros que conocí que me ayudaron mucho y que los quiero muchísimo porque he visto su proceso.
- Antes de hablar de la ludopatía contaste que habías sufrido bulimia. No sé si este trastorno fue antes, durante o después de la adicción al juego.
Fue anterior. Pasé por todo. Tuve anorexia, después bulimia y luego una gran obesidad. Nunca me traté estos trastornos y siempre estuvieron ahí, de hecho, se me quitaron cuando empecé la rehabilitación porque al final los TCA no dejan de ser un descontrol de tus impulsos. Como cualquier adicción. Todas son un descontrol generalizado de tus impulsos y entonces tienes que trabajarlas.
- Después de un pasado tan complicado, ¿qué le pides a la vida?
Lo bueno que te da una adicción y superarla es perspectiva. Los problemas dejan de ser menos profundos. No son tan importantes, son menos problemas. Un problema es cuando estás encima de un puente y miras para abajo queriéndote tirar. Eso es jodido.
-¿Y eso te ha pasado?
Sí, claro. Es uno de los capítulos del libro. Entonces a la vida le pido que me deje como estoy. Que vea a mis niñas crecer con salud y poco más. Tranquilidad. Normalidad. No quiero nada extraordinario.