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ZARAUTZ (GUIPÚZCOA)

La segunda etapa del Camino por la Costa por tierras vascas discurre entre San Sebastián y esta bonita villa de verano que, desde el siglo XIX, fue una de las favoritas de la realeza y la aristocracia. Por eso, lo primero que es asomarse a su amplísima playa, con los icónicos toldos de colorines en la arena y su animado paseo marítimo escoltándola. Mientras en el agua, lo que se ve son surfistas divirtiéndose con las olas. Paseando por el casco antiguo, podemos admirar bonitas construcciones en torno la calle Nagusia, como el palacio de Narros, la torre Luzea, la iglesia de Nuestra Señora la Real o el convento de Santa Clara.

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GETARIA (GUIPÚZCOA)

Buscando el famoso ratón, que no es otro que el monte cuya silueta recuerda a este animal, se llega a esta preciosa villa marinera de rasgos medievales asomada al mar. Aunque muchos lo hacen para visitar el Museo Cristóbal Balenciaga, en el que disfrutar de las obras de este maestro de la alta costura. Lo que nadie se pierde es probar en sus bares el txakolí, el vino joven y ligero elaborado con la uva de los campos que la rodean.

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ZUMAIA (GUIPÚZCOA)

El tramo de costa entre Zumaia y Mutriku es un paraíso para los geólogos, donde se descubren los flysch más espectaculares de la costa vasca, una especie de lasaña pétrea en los acantilados. No hay mejor mirador para ello que la ermita de San Telmo, aunque para aprender más sobre este fenoméno está el Centro de Interpretación Algorri. Obligado también en esta localidad, el estudio-taller del pintor Ignacio Zuloaga y el paseo por el faro y la iglesia acastillada de San Pedro.

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DEBA (GUIPÚZCOA)

Atravesando montañas costeras, el Camino del Norte tiene como meta de la tercera etapa por el litoral vasco la visión del río Deba fundiéndose con el mar. Aquí nos sorprenderá su gran playa, la iglesia de Santa María –de las mejores obras religiosas del País Vasco–, las losas del paseo marítimo –donde se ven fósiles de hace más de 100 millones de años–, la rasa mareal que se extiende hasta Zumaia y el monumental puente por el que cruzan los peregrinos que marchan hacia Santiago.

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CASTRO URDIALES (CANTABRIA)

El Camino del Norte por Cantabria comienza en el alto de El Haya, límite con tierras de Vizcaya, y hasta su fin en el municipio de Unquera, son 202 kilómetros de camino. La primera parada no puede ser más agradecida, pues Castro Urdiales es una encantadora localidad pesquera con un casco viejo lleno de callejuelas para ir degustando poco a poco, empezando por la iglesia gótica de Santa María, el castillo-faro o la ermita de Santa Ana. Si la cueva de la Peña del Cuco es testimonio de arte rupestre, las playas de Osende y Brazomar están ahí para disfrutar del mar y de horas al sol.

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LAREDO (CANTABRIA)

Pasear por la Puebla Vieja y el barrio del Arrabal, entrar en el convento de San Francisco y la iglesia de Santa María de la Asunción y darse un baño en la playa de La Salvé, 4 kilómetros de arena y dunas son las tres cosas que nadie debería perderse en esta villa marinera enclavada en la ría de Treto. Eso, y por supuesto, entregarse a la costumbre del tapeo por la Ruamayor, que por algo es conocida popularmente como la calle de los Vinos. Pero los peregrinos que siguen el Camino de la Costa también se fijan en el Antiguo Hospital, del siglo XV, que acogía a los que en otro tiempo les precedieron en la ruta jacobea.

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NOJA (CANTABRIA)

El palacio de Velasco y Castillo, la casona de los Garnica, el de los Venero..., Noja tiene buenas muestras artísticas, pero por lo que es más conocida es por sus dos grandes playas de belleza salvaje. La de Trengandín tiene 3,5 kilómetros de arena dorada, aguas transparentes, pináculos rocosos, piscinas naturales y pequeñas pozas. Al otro lado de un pequeño cabo está la de Ris, vigilada por una línea de peñas e islotes a los que podemos acceder en bajamar, como la isla de San Pedruco, coronada por una ermita.

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COMILLAS (CANTABRIA)

En el catálogo de villas aristocráticas costeras del norte de España, Comillas ocupa una de las primeras posiciones, gracias a la colección de nobles edificios levantados por los arquitectos modernistas más aclamados. Rodeada de suaves colinas, un paseo por ella nos irá descubriendo sus elegantes casonas, la plaza vieja, el Capricho de Gaudí, el Palacio de Sobrellano, la Universidad Pontificia.... Junto al puerto pesquero queda la playa, aunque es la de Oyambre el gran orgullo natural de la villa.

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LLANES (ASTURIAS)

El Cantábrico ha moldeado a su antojo la costa de Llanes, dejando un montón de playas deliciosas: Cuevas del Mar, Torimbia, la insólita de Gulpiyuri y hasta la urbana del Sablón. Pero, más allá, Llanes es una villa marinera llena de atractivos, con un casco histórico abarrotado de palacios y casas blasonadas, un rico conjunto de arquitectura indiana, el paseo de San Pedro que recorre el adarve de la muralla y el puerto más artístico de España, que el artista Agustín Ibarrola creó con sus Cubos de la Memoria.

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RIBADESELLA (ASTURIAS)

Los peregrinos que llegan a esta bonita localidad costera asturiana quedan fascinados con tanto arte. Primero, el que dejaron los hombres prehistóricos en la cueva de Tito Bustillo, Patrimonio de la Humanidad, después el de su conjunto histórico de trazado medieval lleno de palacetes, plazas y casas con arcos y voladizos, pero, además, los elegantes chalés de la playa de Santa Marina, cuando en el siglo XIX se convirtió en una refinada colonia veraniega. El encantador puerto, las sidrerías y las huellas de dinosaurios que se pueden contemplar en su costa animan a alargar la parada.

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LUARCA (ASTURIAS)

A la capital del concejo de Valdés se la conoce como a la «villa blanca de la costa verde», pues sorprende su blancura, que no parece atlántica. De su glorioso pasado como importante puerto pesquero todavía conserva antiguos barrios, los restos de una fortaleza, puentes con leyenda, casas blasonadas… también tiene miradores, capillas y el cementerio más bello del Cantábrico. Por si fuera poco, aquí nació el premio Nobel Severo Ochoa y en muchos rincones su recuerdo permanece vivo.

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