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FARO DE ALEJANDRÍA

La mítica ciudad egipcia de Alejandría, fundada por Alejandro Magno y cuna de Cleopatra, fue el principal centro cultural del mundo antiguo, pero para desgracia de la Humanidad, muchos de los tesoros de este antaño crucial puerto del Mediterráneo no quedan en pie, entre ellos el faro construido en el siglo III a. C. en la isla de Pharos, frente a su costa, pues yacen esparcidos en el fondo del mar como consecuencia de los desastres naturales, los incendios y la barbarie. En pie hasta el siglo XIV, tenía 160 metros de altura y servía de guía a los navegantes en la antigüedad, su ubicación se convirtió en el origen de la palabra faro.

 

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MAUSOLEO DE HALICARNASO

En Bodrum, la bella perla del mar Egeo, se descubren hoy los restos de Halicarnaso, la que llegara a ser en la antigüedad una de las ciudades coloniales griegas más importantes de la región de Caria (Asia Menor), donde vivieron personajes relevantes como Herodoto y Artemisa I. Aquí se levantó, entre el año 352 y 350 a. C. el suntuoso mausoleo que llegaría a ser una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. De esta joya del arte helenístico, de 46 metros de altura y cuatro plantas adornadas de relieves escultóricos, apenas quedan unas ruinas, pero merece la pena ascender hasta ellas desde la mezquita de Tepecik para imaginar cómo debió ser este monumento en su época de esplendor, y visitar, de paso, el teatro de la época del Rey Mausolos. El castillo de San Pedro, construido por los caballeros de la Orden de Malta en el siglo XV fue levantado con piedras del mausoleo.

 

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ESTATUA DE ZEUS

Al final de su vida, el gran escultor griego Fidias creó una de sus grandes obras, la gran escultura dedicada a Zeus considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Esculpida en marfil y con detalles en oro, ébano y bronce, medía unos 12 metros de alto y para su ubicación en la ciudad de Olimpia fue necesario construir un templo. La escultura retrataba a Zeus sentado en un trono con el torso desnudo, el manto cubriéndole las piernas y sosteniendo en sus manos una miniatura de la diosa Niké y un cetro rematado por un águila. La tradición cuenta que el emperador Calígula al enterarse de la existencia de la estatua de Zeus, ordenó que la trasladaran a Roma y que cortaran la cabeza de la estatua para poner la suya en su lugar. Otra versión dice que la estatua fue trasladada al palacio de Lauso de Constantinopla en tiempos de Teodosio II, donde un incendio acabó con ella.

 

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COLOSO DE RODAS

De la que fuera una de las siete maravillas de la antigüedad no queda ya ni rastro, porque en el año 227 a. C. un terremoto hizo añicos la obra más famosa del escultor Cares de Lindos, el ciclópeo protector del puerto de la mayor de las islas griegas del Dodecaneso. Una isla salpicada de playas paradisíacas pero, sobre todo, acunada por la leyenda, en especial la que hace alusión a su Coloso, una gran estatua del dios del sol Helios a la que hoy recuerdan dos columnas venecianas coronadas por dos ciervos en el punto en el que, según la tradición, asentaba sus pies en el puerto de Mandraki.

 

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JARDINES COLGANTES DE BABILONIA

Nabucodonosor II era el rey de los caldeos y levantó en el siglo VI a. C. en la antigua ciudad de Babilonia, a orillas del Éufrates (Mesopotamia), hoy territorio de Irak, unos jardines excepcionales como prueba de amor hacia su esposa. Amitis, que así se llamaba, añoraba su tierra y el monarca mandó plantar en él todo tipo de árboles, flores y arbustos, desde frutales a palmeras, que le recordaran a ella, alimentados por conducciones de agua situadas en alto. Los jardines se encontraban junto al palacio real y dispuestos sobre una construcción compuesta por terrazas escalonadas donde la vegetación que sobresalía por los balcones los hacía parecer suspendidos. Cuando Alejandro Magno llegó a la ciudad en el siglo IV a. C. los jardines ya estaban abandonados.

 

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TEMPLO DE ARTEMISA

Aunque su bahía se anegó y hoy queda retirada unos pocos kilómetros tierra adentro, Éfeso fue un puerto clave del Mediterráneo oriental. Sus mercados fueron de los mejor surtidos del mundo clásico, y la ciudad alcanzó un brillo que todavía se deja adivinar caminando entre sus ruinas, un auténtico museo al aire libre. Puertas, termas, el odéon, el ágora, los templos, el barrio noble, la fachada de su biblioteca, el gran teatro, la iglesia de la Virgen María y también la única columna que sobrevivió del Templo de Artemisa, consagrado a esta diosa protectora que no logró salvar a Éfeso de la destrucción, pero que le ha legado al mundo este emocionante testimonio de lo que llegó a ser la ciudad más poderosa de Roma en Asia Menor.

 

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GRAN PIRÁMIDE DE GIZA

De las Siete Maravillas del Mundo Antiguo solo la Gran Pirámide de Kéops ha llegado a nuestros días. Se encuentra a las afueras de El Cairo, en mitad del desierto, y es una de las joyas arquitectónicas de la necrópolis de Giza, un espacio funerario del que también forman parte las pirámides de Kefrén y Micerinos, levantadas durante la IV dinastía del Antiguo Egipto. Para construir la que acogería la tumba del emperador Kéops, fueron necesarios 20 años y más de dos millones y medio de bloques de piedra de dos toneladas cada uno. Una mole pétrea que, con sus 146 metros de altura, fue el edificio más alto del mundo hasta el siglo XIV. El conjunto es un prodigio de la astronomía y las matemáticas y está declarado Patrimonio de la Humanidad.

 

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