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Mientras en el resto de España nos encontramos en la fase 0 de desescalada, esta isla canaria junto a su vecina de El Hierro y a la balear La Graciosa, celebran ya estar en la fase 1 y poder juntarse, al menos en grupos reducidos, a charlar en alguna de sus terrazas.  Y si en ellas se está bien, mucho mejor aún perdidos por su increíble naturaleza. El Parque Nacional de Garajonay es el corazón de esta pequeña isla repleta de increíbles bosques prehistóricos, miradores vertiginosos y coquetos hoteles que ya va camino de la tan ansiada normalidad.

La palabra Garajonay se debe a la leyenda de los amores legendarios de Gara y Jonay, una princesa de La Gomera y un guanche llegado desde Tenerife en una balsa inflable de piel de cabra cuyas familias no aprobaban su noviazgo, por lo que acabaron huyendo al bosque y clavándose una rama de brezo en los corazones al tiempo que se fundían en un abrazo. Así surge el nombre del que hoy es el gran tesoro natural de esta isla, uno de los cuatro parques nacionales de las Canarias, que, además, es Patrimonio de la Humanidad.

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Recorrer los senderos de Garajonay es la mejor forma de descubrir el profundo y umbrío bosque de laurisilva (laureles centenarios) que ocupa un 11% de la superficie de la isla. En el Centro de Visitantes «Juego de Bolas», en Agulo, se puede planificar la mejor ruta e incluso ofrecen rutas guiadas por guías oficiales del parque. Además, sirve de centro de exposiciones y proyecciones y es posible visitar una vivienda campesina y un enterramiento aborigen.

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El sendero Contadero-El Cedro, de 4,8 kilómetros, es el camino más representativo del Parque Nacional de Garajonay. Una senda que se recorre en unas dos horas largas (solo ida), perfectamente señalizada, que baja por el barranco del Cedro, y tras cruzar un paraje de espesa laurisilva, enfila hacia la ermita de Nuestra Señora de Lourdes y el poblado de El Cedro. Para los más expertos, la gran ruta circular Pajaritos, El Cedro, Tajaqué y de nuevo Pajaritos, de 12,7 kilómetros.

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Son muchos los miradores que ofrecen vistas increíbles de la isla, como el Morro de Agando, uno de los más espectaculares, subiendo desde la capital al parque nacional por la carretera GM-2. Otros miradores que dejan sin habla son el de Abrante, en Agulo, y del Palmarejo, en el Valle Gran Rey, obra de César Manrique.

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El bosque del Cedro es la estrella de Garajonay. Numerosas especies de árboles, musgos y líquenes, inmensos helechos y una gran biodiversidad hacen de él uno de los mejores rincones del parque. Parece un lugar mágico, en el que habitan duendes y gnomos que van a salir al paso de nuestra caminata. Aquí el aire es tan puro que no hay mejor lugar en el mundo para olvidar el encierro que vivimos.

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Todo el parque está surcado de riachuelos que conforman la red de corrientes de agua permanentes mejor conservada de las islas Canarias.

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Los roques son esas formaciones montañosas redondeadas que sobresalen de entre la vegetación y parecen vigías de la isla. El más famoso, el roque Agando (en la imagen), con 180 metros, se puede contemplar desde una ruta de miradores que se encuentra entre San Sebastián y el Parque Nacional de Garajonay por la carretera TF-713. Desde ellos también se disfruta de los roques La Zarcita, Carmona, La Laja y Ojila.

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Y mientras llega el momento de pisar La Gomera y sus tesoros podemos disfrutar de Garajonay en este vídeo cerrando los ojos y sintiendo los sonidos del bosque: youtube.com/watch?v=J-NKZZ2rPF0 Y de lo que nos espera en el resto de la isla aquí: youtube.com/watch?v=YwGHmiEM1ro.

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