La princesa Leonor se encuentra inmersa, junto a sus padres, los Reyes Felipe y Leticia, en su primer viaje oficial a la Comunidad Foral de Navarra, un viaje que está dejando grandes momentos para la historia. El día de ayer fue de lo más especial, un día para recordar, porque tras seis siglos la ciudad de Viana recibía a una princesa que ostenta este título vinculado al Reino de Navarra. Una jornada que conecta a Leonor con la historia de España, de donde será su futura reina. La heredera al trono, junto a los Reyes, ha recorrido la ciudad que se ha volcado con entusiasmo en este día especial. Como lo han hecho Pamplona y el monasterio de San Salvador de Leyre, otros de los puntos de la histórica visita.
Si ayer el viaje la llevaba a la Edad Media, a través del monasterio donde pudo visitar el Panteón Real de los primeros Reyes de Navarra, hoy sábado no abandonará ese periodo de nuestra historia, porque la jornada dará comienzo, a las 11 horas, con la visita a la localidad de Olite y su magnífico palacio-fortaleza. Seguro que la jornada dejará, nuevamente, imágenes únicas cuando la princesa se asome a un castillo que parece de cuento.
OLITE, LA CIUDAD REGIA
En un paseo por Olite es fácil darse cuenta de que no hay un escenario mejor para trasladarnos a una época de caballeros andantes, torneos medievales y casas nobiliarias. Porque, aunque Olite no es solo una ciudad medieval (también cuenta con un importante pasado romano), caminar por su encantador casco antiguo de calles empedradas te traslada al instante a tiempo en el que fue sede de la corte del Reino de Navarra, cuando Carlos III el Noble impulsó la construcción y ampliación del Palacio Real de Olite. Entonces llegó a ser –junto a Pamplona– uno de los centros políticos y cortesanos más importantes del reino.
Al exterior aún se conservan algunos tramos de las murallas y entradas originales a la villa. En el interior, la plaza de Carlos III, su centro neurálgico, es un buen lugar para comenzar una ruta que luego nos lleve a la rúa Mayor, donde se descubren casonas nobles –de los siglos XV al XVIII– con enormes escudos nobiliarios. La iglesia de Santa María la Real, adosada al castillo, cuenta con una bellísima fachada gótica precedida por un atrio con arquerías. No dejes de detenerte a admirar los relieves de la fachada, que representan escenas bíblicas, y su gran rosetón. No es la única iglesia, la de San Pedro, más antigua, también cuenta con un bonito claustro y una torre gótica que llama la atención gracias a su aguja.
Volviendo al punto de origen, junto a la plaza de Carlos III, encontramos otra plaza de obligada visita. Es la plaza de los Teosbaldos, donde está el palacio del mismo nombre, un antiguo palacio real que hoy se ha reconvertido en un encantador Parador de Turismo, donde hay que alojarse, especialmente si se quiere vivir una auténtica experiencia regia. A su lado, y de nuevo en un palacio –el antiguo palacio del Santo Ángel–, está el actual Museo de la Viña y el Vino de Olite (enozentrum.navarra.es). Un espacio regio al exterior e innovador en el interior, donde se organizan exposiciones y se descubre todo lo relacionado con los excelentes vinos de la región.
Si aún interesa el vino y, especialmente en esta época, apetece apuntarse a una visita a bodega o a una cata de vinos, estamos en el lugar ideal. Entre las principales bodegas de la localidad están Bodegas Marco Real (bodegasmarcoreal.com), Bodegas Piedemonte (piedemonte.com) o Pagos de Araiz (bodegaspagosdearaiz.com), una preciosa bodega estilo chateau que ofrece visitas guiadas, actividades en viñedo, catas… y desde cuya terraza se contempla el atardecer más embriagador, con una copa de vino en la mano.
UN PALACIO REAL PARA UNA PRINCESA
Antes o después de recorrer Olite hay que visitar el omnipresente palacio, su joya más preciada y sorprendente. Su origen se remonta a la época romana, aunque es a partir del siglo XIII cuando termina de convertirse en castillo, siendo residencia esporádica de los Reyes de Navarra.
Serán Carlos III el Noble y su esposa, doña Leonor, los promotores de la construcción del gran palacio, que terminará de hacer su transformación en el siglo XIV. Hoy en día, no solo es uno de los castillos más reconocidos de Navarra, sino de toda España.
Carlos III, nacido en Francia y acostumbrado a la estética o los lujos de la corte francesa, modernizará las estancias del Palacio Real e iniciará una serie de reformas que acabarán con la construcción de un palacio nuevo, mucho más refinado que el anterior, al que se fueron añadiendo patios y estancias hasta llegar a la configuración actual. Aquí disfrutaron de años de prosperidad, paz y grandes fastos.
De este nuevo palacio se dice que “tenía tantas habitaciones como días tiene el año”, uno de los más suntuosos de toda Europa en la época, con una profusa decoración. En él se celebraban grandes festejos, torneos de caballería y hasta corridas de toros. Hay testimonios escritos de cómo en esas fiestas corría el vino y se contaban por cientos los litros consumidos.
Para conocer el castillo hay que acceder a su interior (¡es parada obligada!). Pasear por los estrechos pasillos y por las amplias salas, admirar las torres almenadas, descubrir el jardín colgante de la reina –para sustentarlo, hubo que construir una fuerte bóveda de arcos apuntados para aguantar el peso de tierra y plantas–. Recorrer sus patios y jardines e imaginarlos repletos de naranjos y asomarse a sus terrazas, especialmente a última hora de la tarde, cuando el sol juega con las tracerías góticas de sus galerías, dejando unos contrastes de luz de gran belleza. Prepara la cámara de fotos, porque es el momento de darlo todo.