Te invitamos a un viaje de norte a sur por el mapa costero peninsular explorando paraísos naturales donde el océano ruge con fuerza, las dunas no tienen fin y los atardeceres son memorables. Ya sea para desconectar, surfear o simplemente contemplar la belleza del paisaje, estas son las playas que tienes que fichar en el litoral atlántico de España y Portugal.

CORRUBEDO, A CORUÑA
En la isla de Barbanza, que se extiende entre las rías de Muros-Noia y Arousa, Corrubedo es un pueblo y también un parque natural en el municipio de Ribeira que acoge marismas, lagunas, playas y el mayor complejo dunar de la península. Una zona cambiante por el efecto del viento y las mareas, que tiene una singularidad: su gran duna viva de un kilómetro de largo, más de 200 metros de ancho y más de 15 metros de altura. De sus 5 playas sobresale por su extensión la de Lagoa, de arena fina, dorada, aguas cristalinas y un entorno casi virgen, que tiene su continuación en la de Vilar-Carreira.

A LANZADA, PONTEVEDRA
Entre Sanxenxo y O Grove, A Lanzada es una de las playas más grandes y emblemáticas de Galicia. Se trata de un arenal rectilíneo de 2,5 kilómetros de longitud, donde, salvo un par de aparcamientos, no hay construcciones, lo que mantiene su aspecto natural y virgen, y donde se ven numerosos surfistas sobre las tablas, porque está abierta al mar y tiene buen oleaje. A sus espaldas se encuentra el Complejo Intermareal Umia-O Grove, uno de los mejores lugares para la observación de aves en Galicia y en uno de sus extremos se alza la ermita románica de A Lanzada, junto a restos arqueológicos de una antigua factoría de pescado y una antigua torre defensiva.

RODAS, PONTEVEDRA
A las Islas Cíes tendrás que poner rumbo para conocer este impresionante arenal de un kilómetro de arena fina y blanca y aguas cristalinas de color esmeralda que une las islas de Monteagudo y de Faro. El diario británico The Guardian la escogió en 2007 como la mejor playa del mundo. Además de Rodas, el archipiélago gallego, situado frente a la ría de Vigo, también cuenta con otros ocho arenales dignos de admirar, como el de Figueiras –a la que todo el mundo llama de los alemanes–, Nosa Señora, Bolos, Cantareira, Margaridas, Muxieiro y San Martiño, el más abrupto del parque, una concha abierta, ventosa y entorno virgen a la que solo se accede en barco privado.

DO GUINCHO, PARQUE NATURAL SINTRA-CASCAIS (PORTUGAL)
El viento es el que manda en esta playa que regala emociones fuertes a surfistas, windsurfistas y demás amantes de los deportes acuáticos. El paisaje no es para menos, una gran pasarela conecta la playa con un bar de madera con privilegiadas vistas y refrescantes mojitos. Este horizonte salvaje aún está a salvo de la civilización. En coche, autobús e incluso bicicleta –un carril bici cubre los cinco kilómetros que separan la playa de Cascais– se llega hasta él por una carretera cubierta de arena blanca, un anuncio de lo que espera al llegar.

PLAYAS DE COMPORTA, ALENTEJO (PORTUGAL)
A solo una hora de Lisboa y en la costa del Alentejo, la naturaleza aún sigue intacta por aquí –normal si se tiene en cuenta que forma parte del parque natural de la Costa Vicentina–, lo que ha hecho que se convierta en el último paraíso VIP. Ricos y famosos colonizan sus cafés en primera línea de playa, sus hoteles de diseño y las exclusivas villas que se reparten por el litoral. Andrea Casiraghi, Carla Bruni y Nicolas Sarkozy o Kristin Scott-Thomas ya han descubierto lo que se conoce como los Hamptons portugueses.

PLAYA DE CUESTA MANELI, HUELVA
Entre dunas infinitas y pinares salvajes, Cuesta Maneli es uno de esos rincones que te hacen pensar: “¿Cómo no he venido antes?” Es una playa virgen, en pleno Parque Nacional de Doñana, entre Matalascañas y Mazagón. Para llegar, hay que caminar por una pasarela de madera que atraviesa un precioso paisaje –el paseo ya merece la pena– y, al final del camino, aguarda una playa amplia, tranquila, con acantilados dorados y mar abierto. No hay chiringuitos ni sombrillas, solo tú, el océano y un entorno donde uno se siente un poco fuera del mundo.

PLAYA DA BORDEIRA, ALGARVE (PORTUGAL)
Los surfistas saben elegir bien, por eso esta playa del Algarve, de increíble belleza natural, se ha convertido en una de sus favoritas. Se accede desde la aldea de Carrapateira, y para llegar a la arena hay que dejar el coche en un parking en la zona sur. Si se continúa hacia los acantilados, se puede disfrutar de espectaculares vistas de la playa y la costa desde unas pasarelas de madera.

DA MARINHA, ALGARVE (PORTUGAL)
Una playa de postal. Arena blanca, rocas escapadas a un lado y al otro y esa mezcla de tonos ocres, blancos y amarillos fundida con el azul verdoso de las aguas. Esta playa del Algarve lo tiene todo para dejarte con la boca abierta. Para llegar a ella hay que bajar primero unas escaleras y luego acceder a esta fortaleza de piedra metida en el mar. Contar los siglos en las curvas de sedimentos que la rodean es una buena distracción antes de zambullirse en al Atlántico. Como también subirse a una barca y admirarla desde otra perspectiva.

ISLA DESIERTA, RÍA FORMOSA (PORTUGAL)
La Ilha Deserta es exactamente eso: desierta, tranquila y absolutamente preciosa. Está en pleno Parque Natural de la Ría Formosa y solo se puede llegar en barco, saliendo desde el muelle de Porta Nova, en Faro. Ya el paseo por la ría es una maravilla, con más de doscientas especies de aves acompañando el trayecto. Una vez allí, te esperan 11 kilómetros de arena blanca, tranquilidad (allí no vive nadie) y sol a raudales, pues está en el punto más al sur de Europa. Llegado el momento de la comida, el único restaurante de la isla, L’Estaminé, es perfecto para degustar marisco y pescado fresco y disfrutar de sus magníficas vistas al parque natural y al océano.

PLAYA DE BOLONIA, CÁDIZ
Bolonia no necesita filtros. Kilómetros de arena fina, aguas cristalinas y una duna gigante que parece sacada del desierto, perfecta para subir y luego bajar rodando como si fueras niño otra vez. Está a unos pasos de Tarifa, pero se siente lejos de todo: sin grandes hoteles, sin agobios, sin postureo. Solo naturaleza en estado puro. Además de darte un buen baño, puedes pasear entre las ruinas romanas de Baelo Claudia, con vistas al mar.