A menos de una hora de Madrid, enclavado en el valle del río Tajuña, y conocido como ‘el jardín de la Alcarria’, Brihuega es uno de los pueblos más bonitos de Guadalajara. Y es que más allá de su patrimonio histórico, sus paisajes quedan grabados en la retina de quienes lo visitan, especialmente cada mes de julio, cuando sus campos se tiñen de morado por la floración de la lavanda, regalando una de las estampas más reconocidas de la provincia, que poco tiene que envidiar a la Provenza francesa. Con cerca de 1000 hectáreas de plantaciones, el municipio es, además, uno de los productores mundiales más grandes de esta planta.
Entre finales de junio y julio la floración alcanza su máximo esplendor
Motivado por el interés que despertaba la floración nació, en 2015, el Festival de la Lavanda, un evento en el que música y naturaleza se funden al atardecer, creando momentos mágicos. Gracias a la gran acogida de los últimos años, este 2025 no solo se ha decidido ampliar el cartel a dos fines de semana, sino también a cambiar de recinto. Los Campos de la Batalla acogerán los días 11, 12, 18 y 19 de julio a reconocidos artistas como son Iván Ferreiro, El Arrebato, Los Secretos y Beret.
El festival celebrará cuatro únicos conciertos: el 11, 12, 18 y 19 de julio
Del 14 al 17 de julio se organizan también, en el mismo recinto, sesiones de DJ en vivo, experiencias sensoriales, catas olfativas y gastronomía de autor. Por otro lado, en los días previos y posteriores, hay visitas guiadas a los campos, un concurso en el que se premia a la mejor decoración de balcones, exposiciones y otras actividades.
La mejor manera de disfrutar de una jornada en este rincón de Guadalajara, a poco más de una hora de Madrid, es ir pronto, para evitar atascos a la entrada del pueblo y para poder aparcar bien. Así, se puede aprovechar desde por la mañana para pasear por el Mercado de la Lavanda, cuyos puestos se reparten desde la Puerta de la Cadena hasta la Plaza del Coso, probar una cerveza o un granizado de lavanda, comprar aceites esenciales de esta planta aromática y comer cabrito asado –uno de sus platos más representativos– en alguno de los restaurantes que se reparten por la zona. Hasta el comienzo del concierto o la puesta de sol –momento en el que más bonitos se ven los campos–, se puede recorrer sus calles para descubrir su arquitectura tradicional alcarreña, admirar los restos de la antigua muralla y visitar los monumentos más destacados, como el convento de San José, un edificio de 1619 que hoy acoge la Sala Municipal de Exposiciones; y el Museo de Miniaturas del Profesor Max, el castillo de la Piedra Bermeja, sus cuatro iglesias (Santa María de la Peña, San Felipe, San Simón y San Miguel) y las cuevas árabes, un laberinto subterráneo de unos 8 kilómetros, excavado entre los siglos X y XI, que da buena fe del legado histórico de la villa y del que solo se pueden recorrer 700 metros.