Lousã, el bello pueblo portugués anclado en el pasado

En plena Sierra de Lousã, a apenas 30 kilómetros de Coimbra y colmada de patrimonio histórico, esta pequeña joya de la región central de Portugal es esa escapada con la que andabas soñando

Por Cristina Fernández

A Lousã se llega a conciencia, y nos explicamos: hasta este preciado tesoro escondido en las montañas de la sierra que lleva su mismo nombre, se viene porque se conoce. Raramente te toparás con él por casualidad. Y probablemente escogerás esta pequeña villa con cierto aire decadente —pero a la vez señorial— porque habrás oído hablar de sus bondades. Que se halla ubicada en un lugar paradisíaco rodeado de paisajes inigualables. Que su pasado histórico dejó huellas imborrables en sus edificios y monumentos. Que es el lugar perfecto para disfrutar de deportes de naturaleza, o que la tranquilidad que se respira en ella es ideal para desconectar del mundo… y conectar contigo mismo.  

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Ahora bien, por si andas un poco despistado, aquí hemos venido a echarte una mano con la revelación. ¿Quieres que te expliquemos detalladamente todas las razones por las que Lousã debe ser la apuesta para tu próximo viaje? Bien, pues allá vamos.  

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PASADO Y PRESENTE DE LOUSÃ

Empecemos por el principio. Eso es, entendamos un poco los orígenes del destino. Un pasado que nos lleva a hablar de la ocupación romana de la zona, de cuya época se encontraron numerosos vestigios en torno a la villa, desde tumbas a monedas, utensilios de vidrio o de metal. Tras la caída del Imperio romano, durante la época en la que los árabes dominaron la zona y durante la reconquista del territorio, continuó habiendo numerosas referencias a Lousã, que en el siglo XVIII alcanzó todo su esplendor. Ya en el XIX, incluso fue escenario de un episodio de la tercera invasión de los franceses. 

Caminar por sus callejuelas empedradas hoy supone fundir aquel glorioso pasado con el presente. Muchas de las construcciones que, por su aspecto, debieron albergar grandes casas palaciegas tiempo atrás, son hoy apenas el esqueleto de lo que un día fueron: tejados derrumbados, fachadas desconchadas, vegetación que ha conquistado las estructuras y algún que otro panel informativo que nos pone al día con los detalles. Como el que nos anuncia que estamos ante la Casa do Fundo da Vila —o, lo que es lo mismo, la casa al fondo del pueblo—, construida a mediados del siglo XVII por Manuel Lopes Caetano, capitán en jefe de la zona.

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También nos fijamos en la majestuosa fachada del ayuntamiento de la localidad, un edificio renacentista de líneas sobrias acabado en 1934, en la Fuente de Vilarinho y en la de la Rua Doutor Pires de Carvalho, situada entre cuatro pilares y un escudo, y en la que el agua brota de la boca de una figura esculpida en piedra. Sobre una pared blanca que ha dejado de serlo por el paso del tiempo y las inclemencias meteorológicas, lo que queda de unas letras pintadas en rojo nos recuerda que allí se halló una vez la fábrica de alfombras y tapetes de Lousã. Muy cerca, una enorme plaza sirve de antesala a la bella Iglesia Matriz, que se alza imponente hacia el cielo sin dejar indiferente a nadie. Echar un vistazo al interior, siempre será una cierto. 

VIDA DE PALACIO EN UN HOTEL BOUTIQUE

Resulta que uno de los iconos monumentales de Lousã, el Palácio dos Salazares, es hoy uno de los hoteles boutique más aclamados de la región y el lugar ideal si pretendemos dedicar parte de nuestra escapada al simple goce de la contemplación. Una elegante casa noble que perteneció a la Viscondesa do Espinhal y cuya construcción se llevó a cabo en dos partes: la primera, que dio origen a la extensa fachada, en el siglo XVIII, y la segunda, cuando se levantaron el cuerpo central y la portada del edificio, a comienzos del XIX. No en vano, está declarado Patrimonio Histórico de Interés Público. 

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Hoy, sin embargo, el majestuoso edifico ha sido transformado en lujoso hotel y constituye una de las ocho propiedades que la estilosa cadena hotelera lusa Octant (octanthotels.com) posee en todo el país. Muy probablemente, también sea una de las que más carga histórica posee. Solo necesitamos hacer check-in en su moderna recepción para adentrarnos, con los ojos bien abiertos, en ese rico pasado. Las escaleras de piedra, originales, nos conducen a un primer piso en el que se reparten diversos salones comunes colmados de detalles y elementos decorativos que combinan clasicismo y modernidad a la perfección. Molduras en los techos, retratos expuestos en las paredes, esculturas de diseño vanguardista por aquí y por allá… y una reconfortante chimenea frente a la que disfrutar de una aperitivo antes de un almuerzo o cena en Á Terra, el restaurante del hotel. 

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Unido a un edificio más moderno que también pertenece al alojamiento, las habitaciones y suites ser reparten entre ambos espacios dando forma a un paraíso de la hotelería en el que hasta la última decisión ha sido tomada para el confort de los huéspedes. Jardines privados por los que pasear, un spa y piscina abiertos 24 horas, una pequeña tienda boutique, servicio de alquiler y mantenimiento de bicicletas de montaña y unas vistas deslumbrantes a la sierra desde prácticamente cualquier ventanal del hotel complementan parte de su oferta.  

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EXPLORAR LA SIERRA DE LOUSÃ

Es el momento de ponernos cómodos, de calzarnos las botas de montaña, la ropa de deporte, agarrar la bicicleta, los bastones o, simplemente, la cámara de fotos y las llaves del coche: existe una Sierra de Lousã para cada tipo de viajero y sus paisajes nos esperan dispuestos a desvelarnos la cara más exuberante de la zona.  

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Montañas caracterizadas por sus fuertes pendientes y desniveles, por sus arroyos y densa vegetación que está, además, colmada de senderos por los que caminar —hasta 600 kilómetros de caminos homologados— o conducir la bici durante horas: las rutas habilitadas para BTT se dividen en diferentes niveles aptas para todo tipo de aficionados, nos esperan. A 1.204 metros de altura se halla Trevim, su punto más elevado, donde disfrutamos de unas vistas reveladoras subidos a un columpio gigante. Por momentos, un espeso manto de nubes conquista la escena. 

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Aunque lo que hace que caigamos rendidos definitivamente a los pies de este enclave portugués es la red de Aldeas do Xisto, compuesta por 27 aldeas repartidas por el interior de la región central de Portugal, 5 de las cuales se hallan ubicadas en el territorio de Lousã. Conducimos por carreteras secundarias, curva tras curva, hasta alcanzar esos pequeños poblados construidos en pizarra que salpican el paisaje. Algunos de ellos abandonados, otros recuperados por vecinos que han transformado las casitas en hermosas viviendas turísticas, todos desprenden cierta esencia a pasado que nos hace sentir que el tiempo se paró hace mucho en ellos. 

Paseamos por sus enrevesadas callejuelas peatonales, repletas de escalones y cuestas, encontrándonos, cuando menos lo esperamos, auténticos balcones con espectaculares vistas a la sierra, pero también fuentes, arroyos, pequeños molinos e incluso fotogénicos rincones gracias a las fachadas decoradas con macetas y flores. Apenas alguna tienda con productos típicos de la zona, un par de vecinos a los que dar los buenos días, y un gato escurridizo que salta al jardín de una vivienda abandonada: Candal, Talasnal, Cerdeira, Chiqueiro y Casal Novo, cada una de ellas con su particular encanto, conforman por sí mismas esta merecida excursión. 

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Nosotros, sin embargo, antes de acabar la ruta, hacemos una última visita: conducimos hasta el Castillo de Lousã, a apenas 2,5 kilómetros del pueblo. Esta antigua fortaleza levantada en el siglo XI fue una de las primeras líneas defensivas creadas para controlar los accesos a Coimbra. Restaurada y reabierta al público en 2019, cuenta también con un Centro de Interpretación que aporta información, no solo sobre el monumento histórico, sino también sobre la región. Para volver, si nos apetece, un sendero construido en madera nos permite caminar hasta el hotel. Un relajado paseo con el que deleitarnos, una vez más, con las bondades que la Sierra de Lousã nos ofrece.