Salzburgo levanta el telón

Todo en esta ciudad austriaca gravita estos días alrededor del festival, una de las grandes citas culturales del verano europeo o, según se mire, la mejor excusa para escaparse a la ciudad de Mozart.

by hola.com
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Por si no tuviera suficiente con ser la ciudad de Mozart, esta coquetísima villa austriaca encajonada entre el cauce del Salzsach y las alturas de la fortaleza del Mönchsberg se convierte cada verano en la sede de uno de los festivales más famosos del planeta. Hasta el 30 de agosto, su 89 edición reúne en las butacas de más de una docena de escenarios a quienes no están dispuestos a perderse al menos un puñado de las cerca de doscientas representaciones de ópera, música clásica y teatro que hilvana su programación.

Desde la Filarmónica de Berlín y la de Viena hasta la Sinfónica de Londres o la orquesta West-Eastern Divan que, compuesta por jóvenes israelíes y palestinos, dirige Daniel Barenboim; superestrellas de la lírica como la soprano Anna Netrebko o el pianista Lang Lang, y desde el Fidelio de Beethoven hasta Las Bodas de Fígaro de Mozart o el consabido Jederman de Hugo von Hofmannsthal que, cada año desde la creación del festival, acoge llenos absolutos en su puesta en escena sobre la Plaza de la Catedral.

Con el lema El Juego de los Poderosos, el Festival de Salzburgo vuelve a erigirse para algunos en una cita ineludible del verano cultural europeo y, para otros, en la excusa perfecta para escaparse a esta ciudad que los príncipes-arzobispos que la dominaron durante siglos convirtieron en un tesoro. Una especie de 'Roma del Norte' por el estilo italianizante que estos gobernantes impusieron a sus arquitectos.

Palacios barrocos y fortalezas, iglesias, cúpulas, fuentes y fachadas burguesas que se abren a preciosos patios interiores van encajándose en un primoroso casco viejo de dimensiones muy manejables que se toma su título de Patrimonio de la Humanidad como un compromiso con el que asegurarle al visitante que nada –salvo quizá el exceso de admiradores– le reste armonía a su trazado de plazas y callejuelas empedradas.

Puede que si Mozart no hubiera nacido en Salzburgo la ciudad no atrajera hoy a la millonada de incondicionales que, llueva, nieve o luzca el sol, cada año viene a rendirle sus respetos. Pero dicen las malas lenguas que quizá el niño prodigio tampoco hubiera picado tan alto si no hubiese nacido en este entonces poderoso principado eclesiástico que le aupó en su carrera y financió muchos de sus viajes.

Fuera porque Mozart tenía que venir al mundo aquí, como resolvía el poeta y padre del Festival de Salzburgo Hugo Von Hofmannsthal, o fuera por lo que fuere, lo cierto es que el genio tuvo a bien nacer hace poco más de dos siglos y medio en el número 9 de la Getreidegasse, y desde entonces Salzburgo se arropa entera en música, con más de 4.000 funciones anuales presididas por referencias estrella como la propia Semana de Mozart a principios de año, el Festival de Pascua y el de Pentecostés, auspiciados ambos por el director de orquesta y también hijo predilecto de la ciudad Herbert von Karajan y, por supuesto, su mundialmente aclamado Festival de Salzburgo. Hasta que acabe agosto el telón se levantará cada noche y verá desfilar a parejas en traje de noche tomando una copa de champán en sus cafés y mercados antes de que empiece la función.

Algunas pistas
En la página del Festival de Salzburgo pueden consultarse las representaciones para las que todavía hay entradas, así como adquirirse. Los precios oscilan entre 10 € y hasta los más de 300.

Más información
En la Oficina de Turismo de Austria en España (Tel. 902 99 94 32) así como en la Oficina de Salzburgo.

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