(Perú)

Hacia el misterio de Machu Picchu en un tren de lujo

Por Hola.com

Quienes lo han visitado dicen que se convierte en una experiencia de esas que no se olvidan con facilidad. ¿La culpable? La magia que rodea Machu Picchu en un entorno incomparable de las montañas de Perú.

Pero, hasta ahora, el ascenso a las ruinas más destacadas de la civilización inca podía convertirse en un recorrido eterno y digno de almas aventureras, bien a pie, en minibuses o en un tren sin demasiadas comodidades. Decimos hasta ahora porque acaba de inaugurarse un servicio de trenes de lujo que transportará al viajero a este destino de ensueño rodeado de mil y una comodidades y todo lujo de detalles.

Así, a bordo del flamante ferrocarril Hiran Bingham el turista podrá disfrutar al máximo de la sensación de mirar al pasado durante un día. Y qué mejor manera para bautizar el tren que con el nombre del que fue, posiblemente, el primer turista en Machu Picchu, un explorador que allá por 1911 se encontró ante sí con esta maravilla, hasta entonces oculta.

El viajero tiene su punto de partida en Cuzco, la capital del Imperio Inca, donde podrá recorrer su Plaza de Armas, su Catedral y la Iglesia de Santo Domingo, edificada sobre el Koricancha, originario templo inca. Con más tiempo, también merecen una visita los numerosos restos arqueológicos que existen a las afueras de esta ciudad de Perú.

Pero el plato fuerte comienza cuando uno llega a la estación. Allí, sobre los raíles se encuentra un tren en tonos azul y dorado, compuesto por cuatro coches –dos coches-comedor, un coche-bar y uno de cocina-, con una capacidad para 84 pasajeros. Por delante quedan algo más de 100 kilómetros por raíles zigzagueantes.

El viaje parte a las 9.00 horas de la Estación de San Pedro de Cuzco y, durante el trayecto, el viajero tiene la posibilidad de disfrutar de un brunch delicioso, en el que podrá probar platos como espárragos verdes y huevos revueltos en una tarta de quinua o emincé de lomo de res con berenjenas, regados con una selección de excelentes vinos.

Y mientras disfruta de esta delicia para el paladar, no podrá perder de vista el exterior, pues es realmente fuera donde, poco a poco, y a medida que se abandona Cuzco, observará cómo en el exterior la vegetación empieza a ser la protagonista. Así, irán recibiendo el paso del tren ondulantes cuestas de colores verdosos y campos cultivados con maíz, papa y grano.

El recorrido prosigue dejando atrás hermosos pueblitos de tierras fértiles para, más allá del pueblo de Huaroconodo, comenzar a estrecharse. Tanto, que la vía entra en un profundo barranco esculpido por el Río Pomatales.

Poco a poco, el tren, decorado en su interior con una elegante tapicería en tonos cálidos y acogedores, se adentra en el Valle Ollantaytambo, ya a punto de comenzar la última parte del trayecto hacia Machu Picchu. Aquí la vegetación que se divisa a través de los grandes ventanales es espectacular, densa, salvaje, selvática, colorista, cubre barrancos y se salpica por algunas flores que crecen durante todo el año, entre las que destacan, en Chachabamba, las hermosas orquídeas y buganvillas.

Faltando ya tan sólo dos kilómetros para el fin del trayecro, el tren llega a Aguas Calientes, un pueblo rodeado por las montañas más altas de diversos tonos de verde, son la cuna de la famosa ciudad perdida de Machu Picchu, que cuenta con múltiples servicios turísticos y unos conocidos baños termales.

A las 12.30, los pasajeros del Hiran Binghan de PeruRail pueden bajar del tren para visitar las famosas ruinas con una ventaja más: a esa hora, la mayor parte de los visitantes ya están comenzando a abandonarlas para regresar por otros medios a Cuzco. ¿Qué significa eso? Que los restos arqueológicos, rodeados por la selva montañosa, se desplegarán ante ellos en relativa soledad, de manera que es más agradable visitarlos y durante un periodo de tiempo más largo, hasta la caída del sol.

Así, podrá disfrutar de estas ruinas, que han fascinado a turistas y arqueólogos desde que los descubrió el 24 de julio de 1911 el norteamericano Hiram Bingham. Es lo que rodea entonces al pasajero del tren lo que permite tomar conciencia del poder que tuvo el pueblo inca. Machu Picchu, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983, se encuentra situado a 2.400 metros sobre el nivel del mar y sorprende por las paredes de piedra labradas sobre una loma estrecha y desnivelada, por sus plazas, sus torreones y su Reloj Solar. Pero lo que más atrae de Machu Picchu es su misterio, pues hasta el momento, los arqueólogos no han podido descifrar la función de esta ciudad de piedra que fascina a propios y extraños.

A las 18.30, el tren comienza su regreso, en el momento en el que los pasajeros aún están embelesados con las imágenes que guardan en su retina. Nada mejor entonces que saciar el hambre con una exquisita cena realizada a base de productos típicos para tener la sensación de que ha sido un día redondo.