Se cumplen 20 años de su boda con el rey Federico X

La tiara que pagó Napoleón y que convirtió a Mary Donaldson en reina antes de ser princesa

El conjunto de rubíes y diamantes sigue siendo la pieza de más valor histórico, sentimental, económico y simbólico de los que ha llevado

Por Sira Acosta

Este 14 de mayo de 2024 se celebra el veinte aniversario de la boda de los reyes Federico y Mary de Dinamarca, un enlace que llevó a Copenhague a jefes de Estado y miembros de todas las monarquías europeas, ya que el que se casaba era el hijo mayor de la reina Margarita II, es decir, el futuro rey de Dinamarca, un destino que se materializó el pasado enero de forma imprevista cuando, tras la abdicación de su madre, fue proclamado como Federico X. En esas celebraciones nupciales se presentaba además ante el mundo a la nueva princesa de la Casa Real, a la que sería también la futura reina y madre del futuro rey. Mary Donaldson, una australiana de raíces escocesas que luchaba por aprender danés, se convirtió en princesa Mary y para que esa transformación fuera completa, antes de la boda, algo que no suele ocurrir en el resto de monarquías, se dejó ver hasta en dos ocasiones con una de las tiaras más espectaculares que tiene la Familia Real danesa. A día de hoy, cuando se cumplen las dos décadas, ese conjunto de rubíes y diamantes sigue siendo la pieza de más valor histórico, sentimental, económico y simbólico de los que ha llevado.

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La imagen fue y sigue siendo (porque ha conseguido la atemporalidad) soberbia. Se abrió la puerta del coche y Mary Donaldson se bajó con el rostro y el pecho de frente, un poco de tobillo, la expresión relajada y los rubíes a juego con un vestido del que nacía una larga cola. Era su gran noche, su última como soltera, su concierto de preboda y si estaba cansada por la larga lista de presentaciones que había encadenado nadie lo notó, tampoco dejó ver inquietud por lo que estaba por llegar. La prometida del príncipe desfiló por la alfombra roja asegurándose de que todas las cámaras consiguieran una buena foto, dominando la escena. El aplomo de la "primeriza" llamó la atención, tanto que la revista ¡HOLA! señaló: "Fue, diríamos, la noche en la que, antes de ser princesa..., ya fue Reina". Esa imagen dio la vuelta al mundo y pasaron años hasta que se descubrió que todavía tuvo más mérito, ya que la tiara que llevaba no se ajustaba a su perfil y llevar una joya de esa envergadura no es fácil, sobre todo, si no has nacido en un palacio.

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Cada casa real tiene un tradición y un protocolo propio con respecto a las joyas institucionales o familiares, en algunas monarquías como la española o la británica, la nueva princesa accede al joyero real el día que da el "sí, quiero" y no antes; pero la monarquía danesa, igual que la holandesa, sí contempla la posibilidad de que la prometida de un príncipe lleve tiara antes de pasar por el altar si la ocasión no requiere. Así que Mary Donaldson se dejó ver hasta en dos ocasiones con esta tiara de hojas de grosella que tiene una historia y una simbología única, ya que fue creada para la coronación imperial de Napoleón que se celebró el 2 de diciembre de 1804 en la catedral de Notre-Dame de París, es decir, si este año Federico y Mary cumplen los veinte años de casados, la tiara cumple sus doscientos años de vida.

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El emperador de los franceses quería demostrar que el era el hombre más poderoso sobre la tierra y como parte de ese plan se proclamó emperador en mayo de 1804 y en diciembre llegó su coronación o autocoronación ante la presencia del papa Pío VII. Para que la celebración fuera majestuosa, sus invitados tenían que serlo, así que Napoleón repartió una suma de dinero considerable entre sus mariscales, una rango militar que ostentaban los grandes dignatarios de su imperio, y uno de ellos, Jean Baptiste Jules Bernadotte, destinó una parte de esa fortuna a hacer este conjunto de joyas a su mujer, Désirée Clary, que a su vez era la hermana de la mujer de Jose Bonaparte, "nuestro" Pepe Botella.

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Así que la tiara que desde hace veinte años lleva la reina Mary fue testigo de la coronación de Napoleón, pocas joyas de la Casa Real danesa tienen esa historia, y llegó a su manos tras bastantes vueltas. Los más aficionados a la realeza habrán reparado en el apellido del mariscal, Bernadotte, y también el nombre de su mujer, Désirée; efectivamente al mariscal de Napoleón fue elegido heredero de la Corona sueca y pasó a llamarse Karl Johan. En 1818, tras la muerte de Karl XIII (sin descendencia y último de la dinastía de los Oldemburgo en Suecia), ascendió al trono, siendo el primero de la dinastía que reina hasta hoy. De esa forma, la gran dama de la alta sociedad parisina se convirtió en la reina Desideria de Suecia y sus joyas pasaron a formar parte del joyero real. Teniendo en cuenta que durante algunas generaciones la realeza sueca y la danesa se casaron entre sí, pronto se reparó en que los diamantes y los rubíes, blancos y rojos, eran del color de la bandera de Dinamarca. Así el conjunto siguió de cabeza en cabeza hasta que se convirtió en el regalo que el rey Christian X de Dinamarca hizo a la princesa Ingrid de Suecia al casarse con su hijo, Federico IX, ellos son los padres de Margarita II, abuelos del rey Federico.

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Ese conjunto fue el favorito de la reina Ingrid, a la que tras la muerte de su marido, todos recuerdan como la reina madre, ya que fue ella la que apoyó los inicios del reinado de su hija Margarita II y también la que se encargó de sus nietos, los príncipes Federico y Joaquín, mientras que su hija asumía la jefatura del Estado. El paralelismo entre la reina madre danesa y la reina madre británica es enorme, quizá su historia se conozca menos, pero el resultado es el mismo: si Carlos III tenía una relación muy cercana con su abuela materna por todos los afectos que recibió de ella en su infancia, el rey Federico X estaba muy unido también a la reina Ingrid y fue ella quién legó su tiara favorita a la mujer que se casara con él. En ese momento, en el momento de su muerte, en noviembre del año 2000, Mary Donaldson acaba de entrar en al vida del príncipe, es más, Federico estaba en Australia cuando recibió la llamada de que tenía que regresar a Dinamarca. La reina Ingrid murió sin conocer a Mary.

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La princesa Mary llevó el conjunto tal y como lo recibió en el año 2004 hasta el año 2010, cuando el príncipe y ella se decidieron a reformarlo para adaptarlo a ella. Entonces el collar y los pendientes se hicieron desmontables, para multiplicar las posibilidades, y se quitaron unas hojas laterales para darle un aspecto más redondeado y con ellas se hicieron los broches para el pelo a los que la princesa ha sacado muchísimo partido, fue una fórmula muy audaz para llevar una pieza histórica de carácter institucional a actos en los que está descartado el uso de tiaras, como fue la propia proclamación de su marido. Eso sin olvidar que la propia Ingrid también había hecho una reforma a esa tiara, que en principio era más sencilla pero que creció a base de unir los broches de pecho que le acompañaban, de forma que creó una diadema más alta y majestuosa por el centro y también por los laterales.

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En cuanto al valor, como suele ocurrir con las joyas de la realeza, se dice que es incalculable, ya que no se trata solo de la joya, también de la historia que cuenta. Si la observamos con detenimiento es evidente que los rubíes están montados por parejas y eso no tiene otro fin que dar el aspecto de que las piedras preciosas tienen un tamaño mayor del que realidad tienen. Pero la historia que cuenta es poderosa: esas hojas de grosella, que presenciaran la coronación de Napoleón, estuvieron también en la proclamación de Federico X. Y, rizando el rizo, ese conjunto no fue creado para una reina, porque Desirée Clary era la hija de un comerciante de seda que se convirtió en reina con el tiempo, igual que Mary Donaldson, ahora reina Mary.

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La historia no estaría completa sin recordar que en ese frenético mayo de 2004, en el que la realeza fue de Copehague a Madrid para la boda de los reyes Felipe y Letizia, se vivió también en la Familia Real danesa, la antesala de lo que ha pasado a la historia como la "guerra de diamantes". Mientras Federico y Mary se casaban (ella con una tiara bastante sencilla que había sido adquirida para la boda), el matrimonio del otro hijo de la reina estaba a punto de terminarse. Los príncipes Joaquín y Alexandra se embarcaron poco después en un complicado proceso de divorcio en el que la reina Margarita perdió una tiara que llevaba siglos en su joyero familiar, gestionado por un fideicomiso y que nada tiene que ver con las joyas del Estado. Esta es otra historia pero es la que explica porque las tiaras de Mary son "prestadas" ya que el "regalo" que Margarita II hizo a la primera mujer de su hijo Joaquín le costó caro.

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Haz click para ver el especial sobre Mary de Dinamarca, la primera reina consorte del páis que ha nacido fuera de Europa y también la primera en el trono danés con una carrera universitaria. Princesa desde 2004, tras su boda con el heredero, Federico, lleva más de 20 años preparándose para el papel que ahora desempeña. ¡No te lo pierdas!