Katharine de Kent consiguió ser una royal de las que rompen moldes, pero jamás una rebelde. Ha tomado decisiones sin precedentes, pero siempre ha huido de la polémica. Le gustaba la vida fuera de palacio, pero nunca dio un paso en falso. Fue una pionera desde el primer momento en que entró en la familia real británica. Ahora bien, nunca se colocó enfrente, siempre al lado, siempre acompañando, siempre buscando el beneplácito de Isabel II y lo tuvo. Siempre. El Palacio de Buckingham ha comunicado este viernes 5 de septiembre su fallecimiento a los 92 años de edad.
La historia de amor entre un príncipe y una plebeya no era nueva en absoluta. La prensa la apodaba la 'chica de Yorkshire' de manera despectiva, aunque para ella era un orgullo. Lo cierto es que sí tenía linaje aristocrático, pero no lo suficiente para los sectores más conservadores. Era hija de un baronet, lo que se considera un título menor, por lo que Marina de Grecia, madre de Eduardo de Kent, prefería alguien de mayor rango para su hijo. Hasta aquí, nada que no hayamos visto antes. Lo que resultó diferente en esta ocasión es que por primera vez el matrimonio fue reconocido oficialmente y no se produjo ningún cisma ni llevó a la abdicación de un rey como en el caso de Eduardo VIII. Hubo críticas, sí, pero también el visto bueno de la Reina. Y así fue como Katharine de Kent allanó el camino por el que luego caminó otra Kate, de apellido Middleton.
Superado el obstáculo inicial, la duquesa de Kent se reveló como un miembro de la casa real trabajador, discreto y muy leal. Pocas cualidades eran tan valoradas por Isabel II, prima hermana de su marido, como esas. La confianza que se ganó de la soberana no la traicionó ni cuando tomó una decisión insólita en 1994: convertirse al catolicismo. Hay que tener en cuenta que el monarca británico es también jefe de la iglesia anglicana y que, según el Acta de Establecimiento de 1701, si un miembro de la familia real se casa con un católico o católica pierde su derecho a la sucesión del trono. Recordemos las cabriolas que tuvo que hacer Carlos III para casarse con la reina Camilla.
La duquesa de Kent estaba convencida. "Me encantan las guías, y la Iglesia católica ofrece esas guías", dijo en una entrevista de la BBC en la que explicaba lo que le proporcionaba su nueva fe como para hacer un cambio vital tan importante y de tanto calado. Hacía más de 300 años que no ocurría algo así en la monarquía británica. Se trataba de una decisión personal, pero sus implicaciones tocaban de lleno lo institucional. Solo una persona podía hacer que un escándalo dejara de serlo o que una polémica pierda su nombre. Una vez más, encontró en Isabel II una aliada y le permitió la conversión sin ninguna consecuencia para ella ni para su marido, que conservó sus derechos dinásticos.
Tampoco es la única royal en tener otra profesión, especialmente cuando hablamos de miembros secundarios de la familia real, pero la forma en la que la esposa de Eduardo de Kent acabó dedicada a su gran pasión sí es del todo insólita. Katharine amaba la música desde niña cuando aprendió a tocar varios instrumentos, como el piano, el violín y el órgano e intentó entrar en la Royal Academy of Music, aunque no lo logró. Sus gustos musicales abarcaban todo tipo de estilos. Con 89 años contó en The Telegraph que escucha cualquier cosa y que no suele oír discos, sino que prefiere la radio. "Incluso me gusta el beatboxing", dijo. Además, sorprendió asegurando que no se sabe el nombre de todos los raperos pero sí siente especial cariño por Eminem.
Nunca perdió el pulso de la calle, ni se dejó seducir por el embrujo de la realeza. Tanto es así que cuando oyó que un director de un colegio de primaria necesitaba un profesor de música se ofreció como voluntaria. Se quitó el traje de duquesa y se puso el de la señora Kent. Puede parecer una broma, pero durante 13 años sus alumnos desconocían que estaban ante un miembro de la realeza. Para dar este giro a su vida, tuvo que dejar de lado sus funciones reales y lo hizo a su modo. Buscando el apoyo de la Reina y esquivando siempre la polémica. Volvió a conseguirlo.
"Cuando estaba enseñando, lo primero que comencé a notar fue el poder de la música como estimulante para estos niños para darles confianza y confianza en sí mismos. Siempre me ha gustado el talento, me encanta ese cosquilleo en el cuello cuando ves el talento y comencé a darme cuenta de que estaba enseñando a niños muy, muy talentosos", sostiene. Le había picado el gusanillo y no había vuelta atrás. En 2004 siguió apostando por la música al crear Future Talent en 2004 junto a Nicholas Robinson, una fundación que tiene como objetivo "romper barreras, crear oportunidades y aprovechar el poder de la música para transformar vidas en todo el Reino Unido".
No solamente renunció a sus deberes reales, también al tratamiento de Alteza Real. Aun así, nunca dejó de estar cerca de los Windsor y acompañarlos en los momentos importantes como las bodas, el jubileo de la Reina y, como no, su funeral. Nunca dejó de ser una pieza fundamental de la familia, aunque se desprendiera de lo institucional. No le gustaba ser una figura pública, como explicó en una entrevista, en la que también se definió de esta forma: “Es mi naturaleza, la forma en que nací. Me gusta hacer las cosas en silencio detrás de las escenas. Soy una persona muy tímida”. Así, con sencillez y sin ruido excesivo fue abriendo camino en una institución tan rígida como la monárquica.