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Balmoral, su último refugio

El castillo, en las Tierras Altas de Escocia, era el lugar favorito de la Reina, donde era más feliz y donde veraneaba desde que era una niña

Balmoral era su refugio, su lugar preferido y quiso el destino que fuera también su última morada. La soberana ya veraneaba desde niña, junto a sus padres y su hermana, la princesa Margarita, en este mágico lugar, situado en las Tierras Altas de Escocia, entre impresionantes lagos y cañadas. Tras morir Jorge VI, Isabel heredó la propiedad, en 1952, y decidió continuar esta tradición con sus hijos, que después trajeron a sus nietos y a sus bisnietos.

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De finales de julio a principios de octubre, aproxi­madamente, la Reina se retiraba junto al duque de Edimburgo a esta enorme finca, mientras el resto de la familia iba y venía. La extensa finca escocesa ocupaba un lugar especial en el corazón de la Reina gracias a su significado más profundo. Ella y su difunto esposo, el príncipe Felipe, pasaron parte de su luna de miel en el pabellón de caza de Birkhall, en 1947. Su nieta la princesa Eugenia explicó en una ocasión: “Es el lugar más hermoso del mundo. Creo que “Granny” es la más feliz allí. Creo que realmente ama las Tierras Altas”. Y así era.

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A la soberana le gustaba disfrutar del aire libre y la libertad, y la libertad para ella era sinónimo de montar su propio caballo, ponerse al volante de su Range Rover con un pañuelo en la cabeza y hasta lavar los platos, según escribió el ex primer ministro Tony Blair en sus memorias: “La Reina te pregunta si has terminado, apila los platos y se va al fregadero”. Precisamente fue en los terrenos de Balmoral en donde posó para la imagen con la que quiso agradecer los mensajes de condolencia ante el fallecimiento de su amado príncipe Felipe, demostrando los lazos que tenía con aquellos terrenos.

La amada residencia de vacaciones de la Reina, un regalo del príncipe Alberto a la Reina Victoria, en 1852, pasará ahora a manos de Carlos III, que también heredará el palacio de Buckingham, su residencia oficial en Londres; el castillo de Windsor; el palacio de Kensington; Clarence House y Sandringham, donde tradicionalmente la Familia Real solía celebrar las Navidades, entre otras propiedades.

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De julio a octubre, la Reina y el duque de Edimburgo (derecha, con sus hijos Carlos, Ana y Andrés) se trasladaban a Balmoral, donde Isabel II disfrutaba del aire libre, de montar a caballo y de sus perros.

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