Reaparece tras llegar a un acuerdo extrajudicial con el que evita el juicio tras su implicación en el caso Epstein

El príncipe Andrés, el inesperado apoyo de la Reina cuando todas las miradas se centran en ella

El hijo de Isabel II, contra todo pronóstico, se ha convertido en el insólito protagonista del homenaje al duque de Edimburgo, que podría haber sido su última aparición pública junto a la Familia Real británica

Por M. J. Somoza

El príncipe Andrés no tiene agenda institucional, ni dignidad de Alteza Real, ni forma parte ya del esbozo que dibujan los príncipes Carlos y Guillermo para el futuro de la Casa Real británica. Pero la de hoy, aunque era una ocasión oficial que congregó en Londres a buena parte de la realeza europea, era sobre todo una cita familiar y un homenaje a su padre. Se esperaba su presencia, pero en contra de lo que todos preveían en esta jornada, después sobre todo del escándalo en el que se ha visto envuelto por el caso Epstein y la delicada posición en la que le ha dejado, la reina Isabel le ha concedido un protagonismo del todo insólito. El duque de York no solo fue el escogido para viajar con Isabel II en coche desde Windsor a Londres, acompañándola en una jornada en la que en principio se puso en duda su asistencia debido a sus problemas de movilidad, sino que además fue su acompañante en la entrada a la Abadía de Westminster hasta que la Reina ocupó el lugar asignado. 

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No en vano siempre se ha dicho que Andrés, de 62 años, es su hijo favorito, aunque sin duda nadie imaginaba que en un día como hoy, con todas las miradas puestas en la Reina, veríamos reflejado el apoyo que la Monarca le ofrece. Ha sido una jornada inusual con detalles como el cambio en el protocolo que ha marcado la entrada de los miembros de la Familia Real británica en la iglesia. La Reina suele entrar en último lugar como así ha ocurrido, aunque en esta ocasión no lo ha hecho por la puerta principal, sino por la llamada Poets‘ Corner dado que hay una menor distancia que recorrer hasta los asientos. No solo es esta una etapa de extrema dificultad para Andrés, cuestionado por la opinión pública y por su propia familia, que considera su presencia incómoda y prescinde de su presencia en los actos institucionales, sino para la Reina, que ha admitido a sus 95 años que empieza a tener dificultades para desenvolverse con la soltura con la que lo hacía antaño, dejando así de manifiesto su fragilidad. La Reina, como madre, siempre estará al lado de su hijo y eso es algo que ya demostró en 2019 cuando se les vio juntos montando a caballo, después de que el Príncipe anunciara su abandono de la vida pública por su implicación en el caso Epstein. 

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La Abadía de Westminster acogió el servicio de acción de gracias por el legado y vida del duque de Edimburgo apenas unos días antes de que se cumpla el primer aniversario de su fallecimiento, una misa a la que acudieron todos los miembros de la Familia Real británica (la única excepción ha sido la del príncipe Harry y Meghan que no han viajado desde Estados Unidos). Aunque la presencia del príncipe Andrés está descartada en todas las grandes citas que se esperan en este 2022, año de celebración del Jubileo de Platino de la reina Isabel, se le esperaba en esta reunión a pesar de la expectación que esto suponía -la última vez que se le vio junto a la familia fue en el funeral en memoria de su padre el pasado 17 de abril de 2021-. Y la sorpresa, sin duda, ha sido mayúscula.

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Lo suyo habría sido que hubiera entrado junto a sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia, que han asistido al servicio acompañadas por sus respectivos maridos, Edoardo Mapelli Mozzi y Jack Brooksbank, que han llegado junto al resto de sus primos. El príncipe Andrés ocupó, tras caminar junto a su madre y esperar a que esta se situara, su lugar en el templo, con su hermano el conde de Wessex, y la familia de este, a la izquierda.  Al otro lado de un pasillo, a su derecha, estaban la princesa Ana, el vicealmirante Sir Tim Laurence, el príncipe de Gales, la duquesa de Cornualles y la Reina. Al término de la ceremonia también fue él quien acompañó a la reina Isabel para abandonar la Abadía, de nuevo por uno de los laterales y después de que la Monarca se detuviera para hablar con la ganadora del Premio de Oro Duque de Edimburgo, Doyin Sonibare, quien rindió homenaje al legado del príncipe Felipe durante el servicio. 

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Es la primera vez que se ve en público al príncipe Andrés desde que el pasado mes de febrero firmara un acuerdo extrajudicial por 14 millones de euros (la reina Isabel y el príncipe Carlos le ayudarán a pagarlo), para no llegar a juicio por los supuestos abusos sexuales por los que había sido demandado y que le vinculaban con la red de Epstein. Ponía fin así el Príncipe a los dos años de polémica mediática y judicial que le han costado el ostracismo y la condena unánime de la opinión pública. Aunque todo parecía indicar que esta sería la última imagen del príncipe Andrés con los miembros de la Casa Real británica, el hecho de que haya sido él quien haya acompañado a Isabel II de una manera tan notoria quizá pone esto en duda. Aunque bien podría ser esta una manera de darle un protagonismo que no volverá a tener en el futuro, una especie de simbólico adiós.

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Las especulaciones apuntan a que, tras la jubilación anticipada y forzosa que comenzó hace dos años, el príncipe Andrés se retirará a alguna de las residencias que tiene la reina Isabel en Escocia, donde es más fácil mantener un perfil bajo. Su desvinculación de los deberes institucionales se produjo el 20 de noviembre de 2019 cuando él mismo anunció que abandonaba la vida institucional, dejando de percibir entonces los 290.000 euros anuales por el ejercicio de sus funciones en nombre de la Corona. Se le quitaron los títulos militares, los patrocinios reales y la dignidad de Alteza Real a raíz del escándalo judicial en el que se vio inmerso y, a pesar de que parece haber cerrado esta etapa, no los va a recuperar. Lo que sí parece que seguirá manteniendo será el resto de sus títulos: el de duque de York, el de vicelamirante del servicio naval y el de consejero de Estado.

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Al no haber juicio no se aclarará la verdad sobre los hechos que se le imputaban (él siempre ha defendido que es inocente). La Casa Real "castiga" al hijo de la Reina y no le ha perdonado su mal criterio al elegir sus amistades y compañías, un escándalo que ha dañado su reputación e imagen. Esto ha provocado que le quieran tener lo más lejos posible para desvincularse de quien, según un documental emitido en el Canal 5 del Reino Unido, el príncipe Carlos considera “dañino” para la Monarquía. El que antaño fuera calificado de héroe nacional por el papel que desempeñó en la Guerra de las Malvinas ha sido objeto de escarnio público, así que su presencia es más que incómoda, una situación que no tiene ya vuelta atrás y que la Casa Real ha manejado de la manera más privada posible -no apareció si quiera en las fotografías oficiales del enlace de la princesa Beatriz con Edoardo Mapelli Mozzi, que tuvo lugar en Windsor el 17 de julio de 2020-. El príncipe Andrés tampoco ha contribuido a sumar apoyos con la gestión que hizo del caso, sobre todo tras su controvertida entrevista con la BBC en noviembre de 2019 cuando sus explicaciones sobre su relación con Epstein no convencieron. La cuestión es si tras la imagen de hoy su situación cambiará de alguna manera.

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Su exmujer Sara Ferguson (están divorciados desde 1996) ha sido un apoyo incondicional para el Príncipe en estos meses, igual que sus hijas, eso sí, sin declaraciones públicas. Sarah Ferguson sí dijo, antes de la emisión de la polémica entrevista de la BBC: “Andrés es un auténtico caballero y no solo es estoicamente leal en su deber, sino que tiene la bondad de ver siempre lo mejor de las personas (...) Le apoyo profundamente y estoy orgullosa de este gran hombre de principios que se atreve a enfrentarse a la adversidad y a permanecer firme con su sentido del honor y la verdad”. Desde entonces a medida que ha pasado el tiempo, incluso tras el acuerdo extrajudicial al que llegó hace poco más de un mes, ha reinado el silencio. El Príncipe “incomodo” parece que encara un futuro condenado al ostracismo, una pena mucho más asumible que la que quizá le hubiera impuesto un juez.