María Victoria dal Pozzo: Rosa de Turín y Reina de España

Por hola.com

María Victoria del Pozzo (1847-1876), esposa de Amadeo de Saboya, Rey de España desde 1870 a 1873, es posiblemente una de las soberanas españolas menos conocida – en este sentido tan solo rivalizaría con María Julia Clary (1771-1845), consorte de José I de España – pese a haber jugado un importante papel en la lucha contra la pobreza en la España del siglo XIX, que la llevó a ser conocida en Madrid como “la madre de los pobres”. En este artículo repasamos su vida.

María Victoria dal Pozzo della Cisterna nació en París un 9 de agosto de 1847. Su padre, Carlos Emmanuel dal Pozzo, Príncipe de La Cisterna, pertenecía a una familia aristocrática del Reino de Cerdeña. Su madre, Luisa Carolina Ghislaine de Mérode, era una noble belga que ostentaba el título de condesa y estaba emparentada con la dinastía Grimaldi de Mónaco. Durante los primeros años de vida la joven María Victoria, junto a su hermana Beatriz, que moriría con apenas trece años, residió principalmente fuera de Italia ya que su padre siempre mantuvo una difícil relación con Carlos Alberto de Saboya (1792-1849), Rey de Cerdeña. Cuando en 1849 éste abdicó en su hijo, Víctor Manuel II de Saboya, la familia Dal Pozzo regresó de forma definitiva a tierras transalpinas. Mientras, María Victoria del Pozzo había recibido una sólida formación, hablaba seis idiomas y tenía amplios conocimientos sobre las más diversas disciplinas, desde la literatura a la física o las matemáticas.

 

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La apacible juventud de María Victoria se truncó en 1864 con el fallecimiento repentino de su padre, que conllevó la locura de su madre, incapaz de aceptar la muerte de su amado marido. Desde ese momento, la futura Reina de España viviría unos años de reclusión en el Palacio de La Cisterna de Turín, siempre de luto y entregada al cuidado de su progenitora, cada vez más aislada del mundo exterior. Sin embargo, para la sociedad italiana la joven María Victoria no había pasado desapercibida. Con 18 años la joven comenzó a ser la comidilla de los salones de baile y las reuniones aristocráticas. María Victoria, desde el deceso de su padre, convertida en Princesa de La Cisterna, comenzó a ser conocida popularmente por su gran atractivo como “la rosa de Turín”.

Inevitablemente, los rumores sobre la belleza y la soltería de la joven María Victoria llegarían a oídos de la Familia Real. El rey Victor Manuel II, casado con María Adelaida de Austria, tenía cinco hijos: dos hijas, María Clotilde, que se había casado en 1859 con Napoleón José Bonaparte, y María Pía, que sería Reina de Portugal gracias a su matrimonio con Luis I, y tres hijos solteros, Humberto, que sería Rey de Italia de 1878 hasta su asesinato en 1900, Amadeo, Duque de Aosta, y Otón, Duque de Monferrato, fallecido sin haber cumplido los veinte años. Habida cuenta de que se esperaba que Humberto, como Heredero al Trono, terminara contrayendo nupcias con una mujer de estirpe real, tal y como acabaría sucediendo al casarse con María Teresa de Saboya en 1868, el candidato idóneo para María Victoria parecía ser el joven Amadeo. Sin embargo la aristócrata italiana no fue la primera opción del Príncipe. Así, Amadeo de Saboya se trasladaría a Madrid en 1865 para conocer a la infanta Isabel, hija de Isabel II, pero las reticencias de la soberana española abortaron las intenciones del futuro Rey de España.

No sería hasta 1866, mientras se reponía de las heridas que había sufrido en la Batalla de Custoza contra las tropas Austríacas, cuando el príncipe Amadeo comenzara a interesarse por la Princesa de la Cisterna. Tras varios intentos de mantener una reunión con ella, finalmente la aristócrata dio su brazo a torcer y ambos cayeron rendidamente enamorados. Tan intenso fue el idilio que el rey Víctor Manuel, que aspiraba a que su hijo casara con alguna princesa europea, no tuvo la más mínima ocasión de oponerse al enlace.

María Victoria, con 19 años, y el príncipe Amadeo, con 22, contrajeron matrimonio el 30 de mayo de 1867 en la capilla del Palacio Real de Turín. La pareja tuvo tres hijos: Manuel Filiberto (1869-1913), Víctor Manuel (1870-1946) y Luis Amedeo (1873-1933). Durante el periodo en Italia, la princesa María Victoria ya demostró ser una mujer entregada a las causas sociales, fundando hospitales para niños sin recursos y apoyando económicamente a los jóvenes sin recursos. En 1870 el príncipe Amadeo recibió la petición de aceptar el trono español, tras la proclamación en Madrid de la Constitución de 1869, por la que se restauraba la el sistema monárquico en España. El Príncipe aceptaría convirtiéndose así en Amadeo I de España.

El reinado de Amadeo I, entre 1870 y 1873, fue, cuanto menos, convulso. El nuevo Rey llegó solo a España para ser recibido con la noticia de que su gran valedor en territorio español, el general Prim (1814-1870) había sido asesinado en la actual calle del Marqués de Cubas de Madrid. El nuevo Rey apenas hablaba castellano, tenía una escasa experiencia política y jamás fue aceptado como ni por republicanos ni por los monárquicos. Muestra del rechazo que generaba, es conocido que al llegar a la capital de España todos los palacios aristocráticos de la urbe estaban cerrados a cal y canto, ignorando el paso del nuevo Soberano español.

La reina María Victoria se uniría a su marido en tierras hispanas en 1871. Pese a que siempre fue su intención convertirse en una española más, el pueblo español la recibió con desdén. Benito Pérez Galdós se refiere a la Reina de la siguiente forma en uno de sus Episodios Nacionales: “Doña María Victoria era atrozmente virtuosa; pero que no lograría captarse el amor de los españoles, que ya no querían cuentas con reyes, y menos si son extranjeros”. Pese a los muchos desplantes (las damas nobles, partidarias mayoritariamente de que la corona pasara a Alfonso XII, paseaban en masa por las calles de Madrid con broches de la flor de lis, símbolo de la Casa Borbón) la reina María Victoria no dejó de desarrollar una importante labor social para la que contó con la colaboración de una figura clave en la historia del desarrollo social de España: Concepción Arenal (1820-1893). Sería Arenal la que informara a la Reina de la paupérrima situación en la que se encontraba el gremio de las lavanderas en Madrid. La nueva Soberana decidió de forma inmediata que se construyera un asilo para ellas y sus familias. Igualmente defendió a las cigarreras, cuyos hijos no podían aspirar a recibir educación. La reina María Victoria sería la responsable de que se construyera un colegio para ellos. Suya sería además la idea de repartir comida entre los más desfavorecidos, introduciendo así los comedores sociales en la capital del Reino.

Sin embargo, la situación en Madrid era insostenible para la Reina. Los intentos de asesinato del Rey, el asfixiante ambiente debido al vacío que las nobles le hacían, unido al hecho de sus crecientes sospechas de que su marido estaba manteniendo una relación extramarital con Adela de Larra, la condujeron al abatimiento. El drama de los Saboya terminaría en febrero de 1873 cuando el Rey decidió abdicar, anticipando así la proclamación de la Primera República Española pocas jornadas después. Los Reyes abandonaron el país desalentados, primero rumbo a Lisboa y más tarde a Turín, entre la indiferencia generalizada del pueblo español. La reina María Victoria seguiría trabajando en pos de los más desfavorecidos toda su vida, hasta que falleciera, víctima del tifus, en 1876, con apenas 29 años de edad. Su marido, el antiguo Rey de España, volvería a casarse en 1888 con la princesa francesa María Leticia Bonaparte (1866-1926) con quien engendraría a Humberto de Saboya-Aosta (1889-1918).