Exclusiva de la revista ¡HOLA!: la Familia Real, laureada

Por hola.com

Lo cierto es que cuando se cumplen dos años de su matrimonio, a la pareja se la ve tan enamorada como al principio. Llamaban la atención los cariñosos gestos que constantemente le dedicaba don Felipe: la cogía de la cintura, bromeaba, dándole coscorrones con su barbilla en la cabeza —y eso que los tacones de doña Letizia eran de doce centímetros —, y se le veía de lo más atento con ella. De hecho, no se separaron ni un minuto. En un ambiente distendido, la princesa incluso comentó su reciente maternidad: «Es maravilloso, estoy feliz. La niña es tan mona, es preciosa». Y desveló el secreto de su figura después de haber sido madre: «Es mi constitución». Por su parte, don Felipe bromeó con algunos de los académicos, ante los que confesó que últimamente tiene un poco descuidadas sus aficiones deportivas.

Jugaban en casa los duques de Palma de Mallorca, en especial Iñaki Urdangarín, que se desenvolvía como pez en el agua. La infanta doña Cristina, que llamó la atención con un precioso traje de chaqueta firmado por Giorgio Armani, con falda color marfil en muselina, que formaba minivolantes, y sandalias de tiras, estuvo muy atenta de sus invitados: los príncipes Feisal y Alia de Jordania. Entre tanto, don Juan Carlos, apasionado del deporte, charló animadamente con gran parte de los miembros de la Academia, entre los que se encontraban desde Severiano Ballesteros hasta Miguel Induráin, pasando por Boris Becker (vicepresidente de la organización), el esquiador Alberto Tomba, los tenistas Ille Nastase y Mónica Seles, Edwin Moses (presidente de los Laureus), sir Bobby Charlton (máximo goleador de la historia de la selección inglesa), el nadador Mark Spitz o el piloto Giacomo Agostini.

En la lista de invitados también figuraba el actor Cuba Gooding,Jr.(ganador de un Oscar por su interpretación en «Jerry Maguire»), el alcalde Joan Clos o el ex presidente del Comité Olímpico Internacional Juan Antonio Samaranch. Todos pudieron degustar las maravillas del «mejor restaurante del mundo» —es decir, El Bulli, de Ferran Adriá —, a base de ajoblanco, rape con salsa deconstruida y solomillo en algalia. Todo en una noche en la que se habló en inglés, pero se brindó en castellano: «Salud».