Navidad

Núria Pedrós, pedagoga: "El juguete se regala, no se impone; es fundamental que el niño participe de manera activa en la elección de aquello que va a recibir"


En muchos padres permanece la idea de que los juguetes antiguos tienen más valor que los más actuales. Pero ¿es realmente así? ¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de elegir? ¿Cómo ayudar al niño a escribir su carta en Navidad?


Núria Pedrós, pegagoga© Núria Pedrós
30 de diciembre de 2025 - 13:00 CET

¿En qué hay que fijarse para elegir los mejores juguetes para los más pequeños de la casa? ¿Por qué tenemos la sensación de que los juegos de siempre tienen más valor pedagógico que los que ofrece el mercado en la actualidad? 

Núria Pedrós es doctora en Pedagogia y miembro de la red de expertas del Col·legi Oficial de Pedagogia de Catalunya (COPEC). Hemos charlado con ella para que nos aclare todos estos aspectos.

Un juguete adecuado es aquel que favorece un desarrollo sano, equilibrado y respetuoso, independientemente de su antigüedad o grado de modernidad

Núria Pedrós, pedagoga
Bebé con un juguete de colores vivos© Adobe Stock

¿Son los juguetes antiguos o tradicionales más adecuados para el desarrollo del niño que los más modernos?

No necesariamente. Ambos tipos de juguetes son complementarios y pueden contribuir de manera significativa al desarrollo integral del niño, tanto en el plano del aprendizaje como en el del entretenimiento. La clave no reside en si el juguete es tradicional o moderno, sino en que sea adecuado a la edad, al nivel de madurez, los intereses y la motivación del niño al que va dirigido.

Los juguetes tradicionales han acompañado a la infancia desde tiempos remotos. En las cámaras funerarias del antiguo Egipto, hace más de 4.000 años, ya se han hallado vestigios de juguetes como el yo-yo. Posteriormente, griegos y romanos sentaron las bases de muchos juegos que aún perduran en la actualidad, como las canicas, las peonzas, los bolos, los aros, los zancos, las tabas o las cuerdas para saltar. Aunque hoy se fabrican con materiales distintos e incorporan, en algunos casos, elementos tecnológicos, su esencia lúdica y educativa se mantiene. Por ello, los juguetes tradicionales continúan comercializándose con gran aceptación entre los niños, ahora adaptados a diseños más modernos.

Tanto en los juguetes tradicionales como en los modernos es fundamental realizar una selección responsable. Deben evitarse aquellos que fomentan conductas agresivas, violentas o bélicas; los que resultan perjudiciales para la salud; los que no respetan el medio ambiente; y los denominados sexistas, ya que estos refuerzan de manera exagerada y excluyente roles sociales basados en el sexo. En definitiva, un juguete adecuado es aquel que favorece un desarrollo sano, equilibrado y respetuoso, independientemente de su antigüedad o grado de modernidad.

Niños jugando en el suelo con juguetes de madera en la guardería© Getty Images

¿Cómo podemos saber que un juguete aporta realmente algo al niño?

Cuando conecta con sus intereses y necesidades, y le propone experiencias significativas, tanto individuales como compartidas. Un buen juguete le permite ampliar sus gustos, divertirse, imaginar, crear, aprender, conocer, descubrir y expresarse; le ayuda a organizar su pensamiento y, al mismo tiempo, estimula su madurez y el desarrollo de su personalidad. Además, contribuye de forma clara a la adquisición de competencias y estrategias físicas, intelectuales, afectivo-emocionales, comunicativas y sociales.

Por el contrario, existen juguetes que, por sus características, calidad o diseño, no ofrecen un valor real. Es el caso de aquellos que no son adecuados a la edad del niño: si se presentan demasiado pronto, no los comprende y los ignora; si llegan demasiado tarde, no le aportan nada nuevo, le aburren y dejan de interesarle. También resultan poco enriquecedores los juguetes excesivamente sofisticados, con funciones rígidas y prefijadas, en los que el niño adopta un papel meramente pasivo y ve limitada su creatividad. Por último, los juguetes totalmente estructurados, que apenas dejan espacio para la fantasía y la imaginación, reducen de forma significativa su potencial educativo y lúdico.

Niña jugando en su habitación llena de juguetes© Adobe Stock

Algunos padres se focalizan en los denominados juguetes "educativos", ¿debe ser así o es bueno que haya juguetes de otro tipo?

La mayoría de los juguetes pueden considerarse educativos cuando ofrecen estrategias que favorecen el aprendizaje de forma lúdica; es decir, cuando garantizan la diversión y el entretenimiento del niño y, al mismo tiempo, estimulan y motivan distintos aspectos de su desarrollo personal.

Por ello, y dada la amplia oferta existente en el mercado actual, pueden convivir perfectamente los juguetes denominados “exclusivamente” didácticos o pedagógicos con otros de naturaleza simbólica, sensorial, manipulativa, motriz, de reglas, de mesa, tecnológica, digital, deportiva o incluso inmaterial, entre muchos otros.

Cada familia debe valorar y gestionar cuál es la mejor manera de canalizar las necesidades y los deseos de sus hijos para elaborar una carta a los Reyes Magos, a Papá Noel o al Árbol de Navidad con criterio, equilibrio y sentido común. El juguete se regala, no se impone; por ello, resulta fundamental que el niño participe de manera activa en la elección de aquello que va a recibir.

Asimismo, es importante ayudarle a comprender que existen otros tipos de juguetes, experiencias, materiales y actividades que responden a diferentes necesidades y que también pueden considerarse regalos navideños. Entre ellos se incluyen la práctica de deportes, la ropa, el material escolar, los libros y cuentos, las excursiones, los viajes, las entradas para espectáculos o museos, las visitas al zoológico, así como los juegos de mesa y de roles.

juguetes adaptados a ni os con discapacidad© AdobeStock

¿Qué modalidades de juguetes no deberían faltar en una habitación infantil?

En una habitación infantil no deberían faltar juguetes variados, creativos y cooperativos, así como aquellos que no reproducen estereotipos de género. Es recomendable ofrecer una amplia diversidad de modalidades que favorezcan el desarrollo integral del niño o la niña, como juegos de magia, deportes, juegos de mesa y de experimentación; patines y bicicletas; disfraces; juguetes simbólicos (de cuidado, cocina, hogar y limpieza); materiales de artes y manualidades; juguetes electrónico-digitales; vehículos; puzles; juegos de construcción y bloques tipo LEGO; peluches; animales; y muñecos y muñecas de distintas temáticas (ciencia ficción, Disney, fantasía, superhéroes, superheroínas, …), juegos que permitan explorar roles paternos, maternos, domésticos, profesionales o de fantasía, etc.

Asimismo, es fundamental insistir en que niños y niñas deben poder jugar con cualquier tipo de juguete, desterrando la idea sexista de que existen “juguetes de niños” y “juguetes de niñas”. Los juguetes no tienen género, aunque la industria juguetera continúe fomentando prejuicios sobre las características, habilidades o funciones sociales que unos y otras supuestamente poseen o deberían desempeñar. En consecuencia, los niños pueden jugar con cocinitas y muñecos, y las niñas con camiones y garajes, evitando también la asociación rígida de colores, como el azul para los niños o el rosa para las niñas.

los juguetes de los ni os tienen sexo © AdobeStock

¿Debemos guiarnos por los juguetes que nos pide el niño o decidir como adultos?

Debemos guiarnos por criterios adultos y responsables, utilizando los deseos del niño como una orientación, no como una imposición. En las semanas previas a la redacción de la carta, la familia debe educar a los hijos en un consumo responsable, estableciendo límites claros y ayudándoles a acotar el amplio abanico de deseos que surge ante los coloridos y atractivos catálogos de juguetes. No se puede pedir todo y, en ningún caso, los catálogos deberían condicionar de forma automática los deseos de los niños.

Asimismo, es fundamental trabajar el sentido crítico frente a la constante invasión de anuncios televisivos de juguetes supuestamente “milagrosos”, y a los llamativos estantes de juguetes, habitualmente diferenciados por colores rosas y azules, en las grandes superficies comerciales. Visitar tiendas especializadas puede ser una alternativa enriquecedora, ya que permite descubrir otro tipo de juguetes que no aparecen ni en la publicidad televisiva ni en los catálogos comerciales.

Las cartas a los Reyes Magos, a Papá Noel o al Árbol de Navidad deben entenderse como una guía para padres y familiares, no como un listado cerrado de obligaciones. Los adultos han de ser conscientes de que les corresponde supervisar y decidir. Por ello, es esencial que estén presentes en el momento de escribir la carta, fomentando el diálogo y la complicidad con los niños, y evitando dejarlos solos ante una tarea que suele desbordar sus deseos y emociones.

Frente al catálogo de juguetes, el papel del adulto consiste en acompañar al niño para que pueda señalar con ilusión aquellos juguetes que se consideren más adecuados y, al mismo tiempo, descartar los más estereotipados o puramente comerciales. Es importante recordar que anuncios y catálogos son herramientas diseñadas por los fabricantes para influir en los deseos infantiles, transformando juguetes hasta entonces ignorados en objetos intensamente deseados. Precisamente por ello, la decisión final debe recaer en los adultos, desde una mirada educativa y consciente. 

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