Los beneficios del calzado barefoot o respetuoso están ampliamente contrastados, por eso muchas familias se lanzan a usarlo. Sin embargo, en algunas circunstancias, puede no ser la mejor opción, y hay que valorar otras alternativas para el niño.
Hablamos de ello con Zulema Matías, podóloga infantil, directora de Neuritavita Kids, centro de salud infantil (www.neuritavita.com) y fundadora de Escuela Raíz, formación para profesionales de la salud.
La horma estrecha no aporta beneficios a un pie en crecimiento, independientemente del tipo de calzado que se elija
¿El pie sano del bebé debería ir siempre con calzado 'barefoot' o en alguna etapa es aconsejable otro tipo de zapato?
La elección del calzado en un pie sano depende siempre del niño y del contexto: la edad, el terreno y la actividad que vaya a realizar. El barefoot es una opción muy necesaria para los bebés, pero, más adelante, las cosas pueden cambiar en algunos momentos en los que podemos necesitar un calzado más específico que aporte protección o estabilidad.
También es importante entender que no todos los pies llegan igual al barefoot; no es comparable un niño que lo ha usado desde pequeño con un adolescente que, en plena fase de osificación, hace un cambio brusco. En esos casos es conveniente valorar la transición con un profesional. Lo que sí es consistente en todas las etapas es que el uso rutinario de una horma estrecha no aporta beneficios a un pie en crecimiento, independientemente del tipo de calzado que se elija.
La recomendación es que los bebés vayan descalzos el mayor tiempo posible. ¿Desde qué edad se aconseja el barefoot?
Los bebés pueden ir con barefoot desde el principio, porque realmente el barefoot bien diseñado es casi una “segunda piel”. Pero, si hablamos de caminar, se recomienda que el bebé pase descalzo la mayor parte del tiempo durante todo el proceso previo a la marcha y en sus primeros pasos.
Cuando ya camina con cierta seguridad, el barefoot suele ser lo que mejor acompaña su evolución porque permite que el pie trabaje como necesita. Lo clave no es una edad concreta, sino respetar cada etapa motora del niño y las necesidades específicas que este pueda tener.
¿Qué patologías o características del pie desaconsejan en niños el uso de calzado barefoot?
Más que hablar de “desaconsejar”, en podología infantil sabemos que hay situaciones en las que el barefoot, por sí solo, no es suficiente o no es adecuado en ese momento. Por ejemplo, en casos de hiperlaxitud marcada, hipotonía, pies valgos con clara inestabilidad, alteraciones neuromusculares o cualquier condición que requiera un soporte adicional. El barefoot no es para todo el mundo ni para todo el tiempo, aunque a veces se comunique como si lo fuera.
Además, dentro de una misma categoría no todos los niños responden igual: hay pies valgos que pueden usar barefoot sin problema, y otros niños que presentan dolor o fatiga y no lo toleran bien, por lo que en ese momento no sería la mejor opción. Aquí no se trata de prohibir nada, sino de individualizar. Algunas veces necesitaremos un calzado más estructurado; otras, plantillas, y muchas veces una combinación temporal. Lo fundamental es evaluar qué necesita ese niño en ese punto de su desarrollo para que el pie funcione de manera cómoda y eficiente.
En el caso de que el menor tenga alguna característica especial anatómica o de salud, ¿se aconseja consultar con un podólogo antes de ponerle, por defecto, 'barefoot'?
Sí, en estos casos siempre es recomendable consultar con un podólogo infantil. Cuando existe una característica anatómica o de salud, lo más responsable es individualizar. El barefoot puede ser una herramienta útil, pero no es una solución universal ni un tratamiento por sí mismo.
El calzado es solo eso: una herramienta que, bien guiada, puede formar parte del abordaje, pero no sustituye una valoración clínica. A veces el barefoot encaja desde el inicio, y otras es necesario empezar con más soporte, ejercicios o una progresión específica. Un podólogo infantil puede evaluar qué necesita ese niño en ese momento concreto de su desarrollo: cuánto soporte, cuánta libertad, qué ejercicios, qué progresión…
Parece que ante cualquier problema podológico se opta por el 'barefoot' en niños. ¿Cuándo el abordaje debe ser diferente?
El barefoot ha aportado cosas muy valiosas, pero no puede convertirse en la respuesta automática a cualquier problema. Si un niño tiene dolor, inestabilidad, un pie muy pronado, fatiga o alguna dificultad motora, lo primero es entender qué está generando ese síntoma. En muchos casos, la causa puede ser una debilidad, una etapa concreta del desarrollo o una sobrecarga, y ahí quizá necesitemos temporalmente un calzado más firme, plantillas o un plan de ejercicios. El barefoot puede formar parte del proceso, pero no sustituye un diagnóstico ni un tratamiento cuando hace falta.
Las generalidades hacen mucho daño. Ante una lesión o un dolor no podemos culpar directamente al calzado ni hacer cambios bruscos sin valorar la edad del niño, la fase de maduración en la que está o qué desencadenó realmente el problema. Eso puede ser un riesgo. Por eso es fundamental acudir a un podólogo infantil y no sustituir esa valoración clínica por un vídeo o un consejo genérico en redes sociales, que no tiene en cuenta la situación individual del niño.
¿Puede ser beneficioso de algún modo alternar en niños el 'barefoot' con otro tipo de calzado?
Sí, cuando se trata de deporte, por ejemplo, alternar puede ser beneficioso y, de hecho, suele ser lo más lógico. Hay que tener en cuenta que muchos deportes actuales —pádel, baloncesto, fútbol en pista, voleibol— son actividades que hemos creado nosotros. No reproducen un gesto natural como correr libremente por el campo, sino acciones muy específicas: frenadas bruscas, giros explosivos, saltos repetidos, cambios de dirección rápidos. Para todo eso, el pie necesita un calzado que le dé seguridad, agarre y estabilidad lateral. Y ese tipo de soporte no siempre lo ofrece un modelo barefoot.
Aun así, hay algo que sí es común en la mayoría de los casos: la puntera debería ser ancha. Los dedos necesitan espacio, incluso dentro del calzado deportivo. Pero hoy por hoy no siempre existe la combinación ideal entre puntera ancha, buena amortiguación, estabilidad lateral y materiales específicos para cada deporte. La industria va avanzando, pero aún hay deportes en los que tenemos que elegir el calzado más adecuado para la seguridad del niño, aunque la puntera no sea tan amplia como nos gustaría.
Por eso es importante entender que no se trata de elegir entre “barefoot siempre” o “barefoot nunca”, sino de adaptar cada calzado al contexto, a la edad, a la carga deportiva y a lo que realmente necesita.









