La ginecóloga Laura Gomila llevaba años ayudando a cientos de mujeres y hombres a lograr su sueño de ser padres. Cuando ella intento cumplir el suyo propio junto a su marido, tampoco pudo hacerlo de manera natural. Una experiencia que la transformó profundamente y que reconoce que vivió con dureza, especialmente en la búsqueda de su segunda hija, pues experimentó varios abortos espontáneos hasta conseguir gestar a su pequeña.
¿Cómo vive una experta en fertilidad someterse a un tratamiento de fecundación in vitro como paciente? Lo cuenta en su libro El diario de mi fecundación in vitro (Ed. Arcopress) y le hemos preguntado, además, si esta experiencia vital tan importante ha cambiado su manera de entender y acompañar a sus pacientes. Nos responde que ahora tiene mucho más claro cuáles son sus necesidades emocionales, y las detalla a continuación.
Mi marido y yo hemos vivido en primera persona las dos caras de las dificultades reproductivas.
¿Qué es lo primero que debería saber una mujer o una pareja que ha tomado la decisión de iniciar un tratamiento de reproducción asistida?
Lo primero que debería saber es que están a punto de iniciar un camino muy especial y transformador. En el caso de que el tratamiento indicado sea la fecundación vitro o la ovodonación, tendrán la oportunidad única de contemplar el inicio de la vida desde sus etapas más tempranas, viendo cómo de dos células (óvulo y espermatozoide) se forma un embrión que puede llegar a convertirse en su futuro hijo o hija.
Sin embargo, también es importante estar preparados emocionalmente, ya que en ocasiones los resultados no serán tan inmediatos como podríamos esperar y la incertidumbre, la espera y la frustración a veces formarán parte de este proceso.
En el libro ‘El diario de mi fecundación in vitro’ comparte su propio proceso. ¿Cómo se dio cuenta de que tenía problemas de fertilidad?
Mi marido y yo hemos vivido en primera persona las dos caras de las dificultades reproductivas: la esterilidad, en la búsqueda de nuestro primer hijo, entendida como la imposibilidad de lograr un embarazo de manera natural, y la infertilidad en la búsqueda de nuestro segundo bebé, es decir, la imposibilidad de llevar el embarazo a término, tras conseguir la concepción, lo que se conoce como aborto.
En el primero, tras meses de búsqueda de embarazo sin éxito, iniciamos las pruebas de fertilidad; en ellas detectamos un factor que podía justificar esta dificultad y fue entonces cuando decidimos iniciar un tratamiento de fecundación in vitro. En ese momento, me puse en manos del que había sido mi mentor en el mundo de la reproducción asistida y a quien sigo admirando profundamente por su gran profesionalidad y por la forma tan humada en la que acompaña a las mujeres y parejas que atraviesan este proceso: el Dr Gris.
Recuerdo muy bien esos momentos, en los que yo era paciente y, a pesar de tener el conocimiento perfecto del tratamiento como especialista en la materia, sentía una mezcla de emociones fuertes; por un lado, ilusión porque cada paso nos acercaba más a cumplir nuestro sueño de ser padres, pero, por otro, también incertidumbre y miedo por la posibilidad de que algo no saliera bien. Doy gracias por la existencia de las técnicas de reproducción asistida y por el excelente trabajo de todos mis compañeros. Gracias a ello, hoy nuestro hijo Hugo está con nosotros, llenando de luz nuestros días, siendo un niño sano, cariñoso y muy feliz.
Para nuestra sorpresa, cuando decidimos buscar un segundo embarazo, esta vez conseguíamos el embarazo con facilidad. Sin embargo, tras unos días de alegría al ver el positivo, empezaban los sangrados, y sufría lo que se conoce como aborto bioquímico. En tan solo 6 meses, sufrimos 3 abortos. Fue muy duro ver cómo la ilusión y los planes que nacían de cada positivo se desvanecían en cuestión de días.
Tras un estudio exhaustivo, conseguimos identificar la causa de estos abortos, la tratamos con medicación (mucha medicación), y finalmente, Gala llegó para quedarse en nuestras vidas. Hoy Gala tiene 20 meses y es una niña sana y preciosa que adora a su hermano mayor.
El saber que existe esa dificultad siendo, además, ginecóloga especialista en fertilidad avanzada, ¿ayuda a asumir mejor la situación o, por el contrario, resulta más abrumadora? ¿Por qué?
Vivir esta experiencia desde dentro, siendo ginecóloga especialista en fertilidad, fue un gran reto. Aunque tenía el conocimiento técnico y científico sobre los tratamientos, fue difícil gestionar el torbellino emocional que conlleva ser paciente, al mismo tiempo que debía continuar con mi labor profesional.
Sin embargo, siempre tuve claro que no quería que mi situación personal afectara a mi buen hacer como profesional. Me esforcé al máximo para dejar de lado mi “yo como paciente” cada vez que me ponía la bata de Dra Gomila. Recuerdo ser capaz de alegrarme con cada llamada a las pacientes para informar de su positivo; sin duda, era plenamente consciente de estar haciendo muy feliz a esa paciente y/o pareja.
El hecho de someterse usted misma a un tratamiento de reproducción asistida, supongo que habrá influido en comprender mejor a sus pacientes desde el punto de vista emocional; ¿la FIV ha supuesto un antes y un después también en el ámbito profesional? ¿Cómo?
Por supuesto. Haber pasado por un tratamiento de fertilidad me permite comprender profundamente por lo que están pasando mis pacientes. Siempre intento ver el lado positivo de las experiencias, y estoy convencida de que todo lo que atravesé durante mi etapa reproductiva, me ha convertido en una mejor persona y, sin duda, en una mejor profesional, con un sentido de la empatía mucho más desarrollado.
¿Cómo de importante es la parte emocional en el éxito de una FIV?
La parte emocional es fundamental en todos los tratamientos de fertilidad. Aunque los factores médicos son importantes, el estado emocional de la paciente influye directamente en cómo se vive el proceso. Sentirse emocionalmente acompañada ayuda a recudir el estrés, mejora la adherencia al tratamiento y permite tomar decisiones desde un lugar más consciente y tranquilo.
Desde mi propia experiencia personal y desde mi labor profesional, estoy convencida de que cuidar la parte emocional no solo hace más llevadero el camino, sino que nos fortalece, nos conecta y nos prepara cuerpo y alma para recibir lo que venga con mayor equilibrio.
¿Le sirvió a usted de ayuda el hecho de tener los conocimientos pertinentes acerca de cómo iba a ser el proceso al que se iba a someter y a la hora de decidir que iba a intentarlo de este modo?
Sí, definitivamente me ayudó. Tener información clara en mi mente sobre los pasos del tratamiento, saber qué etapa venía después de la que estaba atravesando, fue fundamental para mí. Conocer el proceso en detalle me permitió anticiparme emocionalmente y me dio una sensación de control dentro de una situación que, por su naturaleza, suele generar mucha incertidumbre.
¿Tuvo algún obstáculo a la hora de quedarse embarazada mediante FIV?
Sí, y creo que es importante hablar de ello con honestidad, sobre todo cuando acompaño a pacientes que están atravesando este proceso. Siempre explico que la FIV no solo es un tratamiento para lograr el embarazo, sino también una herramienta diagnóstica que nos permite observar directamente qué ocurre cuando un óvulo y un espermatozoide se encuentran en condiciones controladas de laboratorio.
Tras unos días de alegría al ver el positivo, empezaban los sangrados, y sufría lo que se conoce como aborto bioquímico. En tan solo 6 meses, sufrimos 3 abortos.
En nuestro caso, el desarrollo embrionario fue peor de lo esperado y conseguimos menos embriones de los que habíamos imaginado. Aunque fue un momento difícil, ese resultado nos aportó información muy valiosa sobre nuestra situación particular.
¿Por qué decidió publicar este diario?
Mi experiencia personal me enseñó el enorme valor de contar con información clara y accesible en cada etapa del proceso. Saber qué esperar, entender los pasos, y sentirse acompañada puede marcar una gran diferencia en cómo se vive la experiencia.
Además, desde mi experiencia profesional, también sé que una preparación integral de la paciente puede influir positivamente en el éxito del tratamiento. Por eso decidí escribir El diario de mi fecundación in vitro: para ofrecer una guía real, cercana y práctica, que acompañe a otras mujeres en este camino. Un espacio donde puedan encontrar explicaciones médicas claras, consejos útiles y presencia emocional.
Teniendo en cuenta lo mucho que se ha retrasado la maternidad y la paternidad en los últimos años, ¿se debería planificar con anterioridad? Es decir, ¿sería conveniente preservar la fertilidad?
En España, la edad media en la que las mujeres tienen su primer hijo es de 32.6 años, según datos publicados por la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). Este retraso en la maternidad se debe principalmente a factores socioeconómicos y profesionales, como la inestabilidad laboral, la dificultad para conciliar o la falta de recursos económicos.
Gracias a los avances en reproducción asistida, hoy en día es posible preservar la fertilidad mediante la vitrificación (congelación) de óvulos. La principal ventaja de esta técnica es que, una vez congelados, mantienen la calidad y no empeoran con el paso de los años. De este modo, si en el futuro se presentaran dificultades para conseguir el embarazo de forma natural, se podría recurrir a estos óvulos con una tasa de éxito más alta que la que correspondería según la edad biológica de la mujer en ese momento.
A pesar de ello, conviene tener en cuenta que posponer la maternidad más allá de los 40 años puede conllevar complicaciones tanto en la gestante como en el bebé, independientemente a la calidad del óvulo, debido a factores relacionados con la edad materna.
¿Cuándo es el mejor momento para preservar los óvulos?
El momento ideal para congelar óvulos se sitúa entre los 30 y los 35 años. Antes de los 30, la fertilidad es alta y muchas mujeres no contemplan la maternidad y, en cambio, a partir de los 35 años, la calidad y cantidad ovocitaria disminuyen de forma acelerada. Aunque sigue siendo posible vitrificar óvulos a edades más avanzadas, a partir de los 38 años las probabilidades de lograr un embarazo con óvulo propio vitrificado disminuyen significativamente.