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Úrsula Perola,  psicóloga clínica especializada en infancia y adolescencia© Ed.Toromítico

Úrsula Perona, psicóloga: "Los adolescentes de alta demanda necesitan a adultos que trabajen en su propia regulación emocional"

Cuando se es un adolescente de alta demanda, la sensación es como vivir constantemente subido a una montaña rusa. En general son adolescentes, niños y niñas, que presentan un temperamento especialmente intenso y exigente. Por eso conviene conocer cómo se puede ayudar a los hijos con esta condición para que sus particularidades se conviertan en fortalezas.


1 de julio de 2025 - 16:07 CEST

Úrsula Perona es psicóloga clínica especializada en infancia y adolescencia, además de escritora y conferenciante (@ursulaperonapsicologa). En su último libro, Guía para una adolescencia extraordinaria (Ed. Toromítico), explica cómo acompañar en esta etapa a hijos de alta demanda desde una crianza respetuosa. Su punto de partida es no considerar esta situación como un problema, sino como una oportunidad para reforzar el vínculo mutuo y crecer como familia. Hemos charlado con ella.

Los adolescentes de alta demanda necesitan límites claros, pero también muchísima validación, respeto por su forma de ser y un canal abierto de comunicación

Úrsula Perona, psicóloga

¿Cuáles son los rasgos inequívocos de los adolescentes de alta demanda y cómo no confundir estas características con la efervescencia propia de esta etapa vital?

Los adolescentes de alta demanda no solo viven la intensidad típica de esta etapa, sino que la amplifican. Algunos rasgos inequívocos son su alta sensibilidad emocional, su gran necesidad de atención y afecto, su perfeccionismo y autoexigencia, su intensidad en las relaciones y una fuerte búsqueda de autonomía que a veces convive con una profunda dependencia emocional. Son jóvenes que sienten mucho, piensan mucho y reaccionan mucho.

La diferencia con la efervescencia típica de la adolescencia está en la constancia e intensidad de estos rasgos, y en el impacto que tienen en su vida cotidiana. Mientras que muchos adolescentes pueden tener altibajos emocionales, los de alta demanda viven en una montaña rusa casi constante. Todo se experimenta en mayúsculas: la alegría, la frustración, el amor, el rechazo... y eso requiere una mirada distinta y más consciente por parte de su entorno.

Libro Guía para una adolescencia extraordinaria© Ed. Toromítico

¿Los adolescentes de alta demanda han sido niños de alta demanda o esta condición puede aparecer ahora?

En la mayoría de los casos, sí. Los adolescentes de alta demanda suelen haber sido niños intensos, persistentes, muy activos o altamente sensibles. Sin embargo, hay chicos y chicas en los que estas características se hacen más evidentes al llegar a la adolescencia. A veces porque el entorno ya no les contiene del mismo modo, otras porque la etapa en sí activa aspectos de su temperamento que antes pasaban más desapercibidos.

La adolescencia es un momento en que emerge con fuerza la personalidad y, con ella, ciertas características temperamentales que quizás habían estado más dormidas o bien manejadas. Así que, sí, puede haber adolescentes que “debuten” como alta demanda en esta etapa, aunque las raíces probablemente ya estaban ahí.

Madre abrazando a su hijo adolescente© Adobe Stock

¿Cuáles son las dificultades en la gestión del día a día a las que se enfrentan con más frecuencia los adolescentes de alta demanda?

La convivencia diaria puede ser todo un reto. La intensidad emocional hace que cualquier contratiempo —desde una camiseta sin lavar hasta un comentario desafortunado— pueda convertirse en una tormenta. Les cuesta manejar la frustración, aceptan mal las normas si no tienen sentido para ellos, y suelen necesitar mucha validación emocional. Esto agota a las familias.

En el plano escolar, pueden ser muy brillantes pero también muy autoexigentes, lo que les lleva al estrés o a la ansiedad. Otros, en cambio, se desconectan porque no encuentran sentido a lo que se les pide. En ambos casos, la gestión del tiempo, las rutinas y la organización son puntos sensibles. Y en casa, la negociación constante es el pan de cada día.

imagen fisica adolescente© Adobe Stock

¿Qué puede hacer la familia para formarse y atender adecuadamente a adolescentes de alta demanda? ¿Cómo debe ser el trato y la actitud hacia ellos?

Lo primero es comprender que no es que estén siendo “difíciles” por gusto. Hay una base biológica, temperamental y emocional que les predispone a vivir el mundo con más intensidad. Y lo segundo, es trabajar en la propia regulación emocional como adultos. Si tú estás tranquilo, es más fácil que puedas contenerles cuando ellos se desbordan.

El trato hacia ellos debe ser firme pero empático. Necesitan límites claros, sí, pero también muchísima validación, respeto por su forma de ser y un canal abierto de comunicación. No toleran la rigidez ni la arbitrariedad, pero tampoco funcionan bien en el caos. Les ayuda mucho tener espacios donde se les escuche sin juicios, y sentir que, aunque no los comprendamos del todo, seguimos estando ahí. Formarse como padres, leer, pedir ayuda, ir a terapia familiar si es necesario… no es señal de fracaso, sino de amor. Como suelo decir, si quieres tener una buena relación con tu hijo, te la tienes que currar.

hablar de sexualidad con un adolescente© AdobeStock

En sus relaciones sociales, y dada su intensidad, ¿pueden tener más problemas con sus amigos estos adolescentes?

Sí, y esto es algo que a menudo les hace sufrir mucho. Su intensidad emocional puede chocar con la de sus iguales, sobre todo si esperan del otro el mismo nivel de conexión, entrega o compromiso. A veces son posesivos sin querer, o demandan una atención que los demás no están dispuestos o no saben cómo dar. Esto puede derivar en conflictos, rupturas o sensación de rechazo.

También es frecuente que tengan cambios frecuentes de grupo, relaciones de amistad que pasan de la idealización a la decepción muy rápido o episodios de dependencia emocional. Es importante acompañarles en esto, ayudándoles a entender cómo se relacionan y dándoles herramientas para manejar sus emociones sin dramatizar.

¿Están relacionadas la alta demanda y la alta sensibilidad en la infancia y la adolescencia?

Mucho. Aunque no siempre se dan juntas, es muy habitual que un adolescente de alta demanda sea también altamente sensible. Procesan la información con mayor profundidad, se abruman fácilmente por estímulos intensos, y captan matices emocionales que para otros pasan desapercibidos. Esto puede hacer que vivan cada experiencia con una intensidad poco común.

La alta sensibilidad no es un trastorno, es un rasgo de personalidad, y cuando se comprende y se acompaña adecuadamente, puede ser una gran fortaleza. Pero si no se reconoce, puede llevar a malentendidos, aislamiento o una autoestima frágil.

pareja de adolescentes© AdobeStock

¿Cómo les puede influir en el futuro ser adolescentes de alta demanda?

Depende mucho de cómo hayan sido acompañados. Si han tenido adultos que les han validado, que han sabido poner límites con amor y que han entendido su forma de ser sin querer “cambiarles”, es muy probable que se conviertan en adultos profundamente empáticos, creativos, comprometidos y con una gran capacidad de reflexión.

Pero si han crecido en entornos que han invalidado su forma de sentir o donde se les ha etiquetado de “exagerados”, “intensos” o “problemáticos”, pueden arrastrar inseguridades, dificultades para confiar en sí mismos o patrones relacionales poco sanos.

mujer en la consulta del psicólogo© Getty Images

¿En qué casos esta característica necesita de un acompañamiento profesional?

Cuando el malestar interfiere significativamente en su vida: en sus estudios, en su estado de ánimo, en sus relaciones o en su autoestima. También si hay ansiedad elevada, depresión, autolesiones o aislamiento social. Pero no hace falta llegar a ese punto.

A veces un adolescente necesita un espacio neutral donde sentirse escuchado sin juicio, y la figura del psicólogo puede ser un gran recurso. Lo mismo los padres. Pedir ayuda es una forma de cuidarse, de trabajar en todas la emociones que desencadena la adolescencia de nuestros hijos, y nos dan la oportunidad de trabajar en nosotros mismos. Nuestros hijos son espejos que nos dan mucha información sobre nosotros mismos y los aspectos que podemos mejorar.

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