En clase©GettyImages

Psicología

Razones por las que, a veces, las altas capacidades pasan desapercibidas

Ocurre con el 85% de los niños y adolescentes. Y la causa puede estar, en algunos casos, en la doble excepcionalidad, es decir, cuando además hay algún déficit de atención TDA (H), trastorno del espectro autista (TEA) o déficit de aprendizaje

La mayor parte de los niños y adolescentes con altas capacidades no son identificados. En concreto, el 85% de los alumnos no universitarios con superdotación intelectual no han sido detectados, según datos analizados por AEST (Asociación Española para Superdotados y con Talento). La consecuencia directa de esta realidad es que estos menores no reciben la atención que necesitan ni en el plano académico ni en el emocional. Los motivos por los que no se reconocen las altas capacidades de la mayor parte de niños y adolescentes que las tienen pueden ser muy diversos; uno de ellos es la doble excepcionalidad.

“Se trata de niños en los que convive una alta capacidad intelectual con una dificultad, como con el trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad TDA(H), con trastorno del espectro autista TEA, o una dificultad en el aprendizaje como puede ser la dislexia”, explica Beatriz Belinchón, experta universitaria en altas capacidades, directora de la sede madrileña de la Fundación Jasón y madre de dos hijos con altas capacidades.

La realidad es que en la mente de una doble excepcionalidad, la superdotación y la dificultad “conviven de una forma natural, camuflándose y compensándose mutuamente”. Precisamente por eso, por esa tendencia a compensarse mutuamente, puede resultar más complicado identificar a estos niños. En este punto, Belinchón recalca que “no hablamos, por ejemplo, de un cerebro 50% altas capacidades o 50% disléxico, sino una forma pensar, entender, percibir y sentir diferente. Es un cerebro programado de forma diferente”.

Altas capacidades y doble excepcionalidad

Para ayudarnos a entender mejor cómo se presenta la alta capacidad en niños doble excepcionalidad, la especialista plantea una representación muy visual de la situación: “imaginemos una balanza, en la que colocamos de un lado la alta capacidad y en el otro, la dificultad”, dice. La balanza puede inclinarse más para un lado, para el otro o quedar equilibrada. El resultado de cada una de estas opciones será lo siguiente:

  • La dificultad pasa desapercibida. “Si encontramos un perfil con una capacidad intelectual elevada, podemos encontrarnos ante una dificultad que pasa desapercibida”. En este caso, lo más probable es que la dificultad no se atienda debidamente porque resulta difícil identificarla.
  • Las altas capacidades pasan desapercibidas. Puede ocurrir el caso contrario y que “la dificultad predomine sobre la alta capacidad intelectual”. En niños a los que esto les ocurre, “se pone el foco de atención a la dificultad y no pensamos que pueda ser un niño de altas capacidades porque no obedece al perfil con el que se identifican en los mitos a los niños AACC”, indica Belinchón. “Es más posible que sean perfiles a los que se le ofrezca un refuerzo en lugar de un enriquecimiento curricular”.
  • La alta capacidad y la dificultad pasan desapercibidas. Esto se da en una balanza en la que ambas “se camuflan mutuamente, y no aparenta ser un niño neurodivergente, por lo que no se atiende ni la dificultad ni la alta capacidad”. Se trata de menores que son identificados como alumnos promedio que pasan, por tanto, “desapercibidos y se adaptan al nivel curricular de la clase”.
Aburrida©GettyImages

¿Qué necesitan los niños de altas capacidades con doble excepcionalidad?

Para ayudar y brindar el apoyo que necesitan estos niños, lo más básico es identificar y averiguar cómo es su perfil; “es decir, cómo es el niño a nivel cognitivo, emocional, sensorial, relacional y motivacional”, señala la directiva de la Fundación Jasón, cuya misión es precisamente guiar y acompañar a personas con altas capacidades y a sus familias. “Me gusta también hacerles sentir que son doblemente excepcionales”, añade, dando así el valor que merece al factor emocional en menores con doble excepcionalidad. Por eso es fundamental tener una serie de ideas claras tanto en casa como en el centro escolar:

1. En la familia

Dentro del entorno familiar, es clave ofrecerles entornos de confianza en los que se sientan libres de mostrarse sin máscaras y también hacerles saber y demostrarles amor incondicional incluso en los días complicados porque, “poniéndonos es su piel, se saben muy inteligentes, su cabeza va como una moto, pero también son conscientes de que cuentan con ciertas dificultades que para ellos es complicado gestionar”. Belinchón lo compara con tener unos brazos muy largos: “ayudan a alcanzar objetos en altura o para jugar al baloncesto, pero al andar molestan y les hacen sentir torpes”.

El resultado de esta disincronía puede ser falta de autoestima, pues aunque sean conscientes de que son inteligentes, pero también comprueban que realizar las tareas diarias les supone el doble de esfuerzo que al resto. Eso, unido a que los resultados académicos a veces no acompañan, “supone una pérdida de confianza en sus capacidades, porque en el día a día les juegan malas pasadas, y les lleva a pensar que quizá no son tan inteligentes como piensan, o que preferirían no ser doble excepcionalidad porque no es comprendido por el resto de amigos”, advierte la experta.

2. En el centro escolar

Tanto los niños únicamente altas capacidades o como los que presentan un trastorno del aprendizaje o del neurodesarrollo, tienen Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (NEAE). Más aún, cuando en un mismo niño o niña se dan dos de estas circunstancias. “Precisan un aprendizaje adaptado y basado principalmente en su individualidad”, apunta Beatriz Belinchón. “Por una parte, tendremos que atender a sus dificultades pero, por otra, ofrecerles reto; es decir, ofrecer la posibilidad de crear, relacionar, profundizar sobre aspectos que les supongan un estímulo, favorecer el aprendizaje a un ritmo más veloz”. De este modo, permitiremos que tengan la sensación de que van al cole a aprender “y no a estar con el freno puesto, repitiendo conceptos o viajando en su vida interior”.