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Educación

La petición de los pediatras sobre el uso de pantallas en el colegio

El empleo de libros de texto digitales y de aplicaciones educativas, a examen por la Asociación Española de Pediatría (AEP)

Ya hay consenso, por fin, en la necesidad de evitar que los alumnos accedan al centro escolar con un smartphone, al menos los de Educación Infantil y Primaria. Esta medida, que ya habían tomado varias comunidades autónomas, se extiende a todo el territorio nacional desde que, el pasado mes de enero, el Consejo Escolar del Estado aprobara la propuesta de prohibir el teléfono móvil en los colegios en los citados cursos y de limitar su uso en la ESO (Educación Secundaria Obligatoria). Lejos de debatir la efectividad de la norma (en Educación Infantil y en el primer ciclo de Primaria es muy poco probable que los niños tengan su propio smartphone), lo que queda patente es que hay un criterio común acerca de los perjuicios que el uso de estos dispositivos puede ocasionar a los escolares, pero… ¿qué ocurre con aquellos específicamente diseñados para ser empleados en un entorno educativo? ¿Son los libros de texto digitales y las aplicaciones móviles educativas adecuadas?

Sobre ello se ha manifestado el grupo de trabajo de Salud digital, que pertenece al Comité de Promoción de la Salud (CPS) de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Lo han hecho a través del informe Impacto de los dispositivos digitales en el sistema educativo, en el que los pediatras sugieren “reevaluar la necesidad de usar dispositivos digitales como soporte para la enseñanza”, tal y como apunta la Dra. María Angustias Salmerón, que pertenece al Comité de Promoción de la Salud (CPS) de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y que es coordinadora del citado grupo de trabajo de Salud digital. “En medicina, cuando se aprueba el uso de un medicamento nuevo, es obligatorio la realización de estudios experimentales con grupos control para demostrar que el fármaco nuevo es mejor a los que ya existen. Además, se hace seguimiento de los efectos secundarios. En las aplicaciones que afirman que tienen una finalidad educativa se deberían seguir los mismos criterios, pero esto no se hace”.

Esta petición es global y hace referencia tanto a los móviles en sí como a la digitalización de la enseñanza; es decir, como nos confirma la Dra. Salmerón, también piden reevaluar el uso de libros de texto digitales y de aplicaciones educativas. “Sí, así es. Se hizo una digitalización de la enseñanza sin valorar los pros y los contras. Ahora nos encontramos con las consecuencias”, nos dice. “Por ejemplo, hay aplicaciones educativas con sistemas de gratificación inmediata que generan adicción o el aprendizaje que usa las pantallas dificulta la atención y la lectoescritura”.

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¿Qué se debería tener en cuenta antes de optar por usar dispositivos digitales como soporte a la enseñanza?

Lo que el grupo de trabajo de Salud digital de la AEP propone no es descartar directamente el uso de estos dispositivos, sino que antes se realicen “estudios científicos que permitan conocer si lo que se desea introducir es mejor que lo que ya existe. Es decir, con una muestra suficiente, que los participantes sean elegidos al azar y con un grupo de control”, aclara la Dra. Salmerón, quien alerta, además, de una práctica muy común en este tipo de investigaciones que es fundamental que los centros escolares y las autoridades tengan en cuenta: “la mayoría de los estudios en este ámbito son con muestra reducida, sin grupo comparativo, los participantes no son elegidos al azar y la manera de medir si es efectiva o no es pasando un cuestionario diseñado por el grupo investigador”.

Es más; “el uso de la pantalla en la enseñanza no ha demostrado hasta la fecha mejoras en el aprendizaje respecto a la lectura en papel o la escritura a mano”, tal y como concluye un análisis sistemático en The Australian Educational Researcher, al que la AEP hace referencia. La coordinadora del grupo de trabajo de Salud Digital, por su parte, recalca que, “para enseñar lo que se denomina competencias digitales, que en su mayoría son competencias para la vida, se pueden adquirir sin el uso de pantallas”.

En caso de que se haya optado ya por recurrir a libros de texto digitales y a aplicaciones educativas en un centro escolar, se deberían seguir las siguientes pautas, según recoge el informe de la Asociación Española de Pediatría y que menciona la coordinadora del grupo de trabajo que lo ha elaborado:

  • Las aplicaciones deberían especificar el tiempo de uso que precisa el alumno para realizar la actividad propuesta y “establecer mecanismos automáticos para evitar el exceso de exposición e informar de que el tiempo total diario de pantalla no supere al recomendado por las sociedades científicas por los riesgos potenciales”: sin contacto antes de los 2 años, menos de una hora al día entre los 2 y los 5 años e inferior a las 2 horas a partir de los 5 años.
  • Los dispositivos deberían ser propiedad del centro escolar, configurados para evitar el acceso a contenidos inadecuados, con “cuentas específicas para su uso exclusivamente docente”, con el objetivo de disminuir los riesgos de acceso a información inadecuada para la edad, y “asegurar, a su vez, el acceso a los dispositivos a todos los alumnos del centro”.
  • Eliminar los juegos de las aplicaciones con finalidad educativa, así como “las estrategias relacionadas con la gratificación inmediata o cualquier mecanismo que favorezca comportamientos adictivos o el uso excesivo de pantalla”.

¿Es perjudicial para los niños el uso de dispositivos electrónicos con fines educativos?

La pediatra detalla que, “en primaria, es frecuente que los niños usen aplicaciones educativas y, en muchas familias, genere conflictos su regulación porque es difícil que en esta edad entiendan que se puede usar para una finalidad, pero para otra no”. Una dificultad que, como nos cuenta, aumenta aún más en aquellas aplicaciones que incluyen estrategias de gratificación inmediata.

Aunque el grupo de trabajo de Salud Digital reclama más investigación al respecto, la doctora nos confirma que ya hay estudios que comparan el aprendizaje en una pantalla y en papel. De ellos se desprende que “las pantallas dificultan la atención y la comprensión lectora o la adquisición de la lectoescritura”, indica.

“Desde mi perspectiva, estamos cometiendo un error grave de estrategia. Los centros escolares, las familias, los pediatras y tantos otros sectores de la población estamos preocupados por el efecto de las pantallas en la infancia y adolescencia, es más, me atrevería a decir que a cualquier edad. Es necesario que cada uno asuma su parte de responsabilidad y unirnos para gestionar el problema”. Y, en este sentido, apela tanto a las familias como a los centros escolares: “las familias tienen que empezar a cuestionarse qué papel quieren que las pantallas tengan en casa y cómo gestionarlas, convirtiéndose los padres en el mejor ejemplo para sus hijos”.

Pero no solo en las familias recae esta responsabilidad; la Dra. Salmerón subraya que “los centros escolares deberían replantearse la digitalización de la enseñanza tal y como está planteada en la actualidad, dada las dificultades que se encuentran en el día a día en las aulas y lo que conocemos a través de la ciencia”.

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