Miguel Salas Díaz©Miguel Salas

Adolescentes

¿Tu hijo adolescente ya no lee? El profesor Miguel Salas te da las claves para evitarlo

La adolescencia es un periodo de crisis en muchos ámbitos. También en la lectura. Es muy habitual que niños que se habían comportado como lectores muy ávidos dejen de serlo. ¿Por qué sucede? Y, sobre todo, ¿cómo evitarlo?

Conseguir que los hijos adolescentes mantengan la pasión por la lectura es muy complicado. En un gran número de casos abandonan este hábito, aunque de más pequeños les encantara la lectura. Pero esta tiene unos claros beneficios que, precisamente, a esa edad conviene mantener.

Miguel Salas Díaz es profesor y escritor y acaba de publicar  (En) plan lector (Ed. Plataforma). En él plantea esta cuestión y ayuda a ponerle remedio para que los adolescentes sigan siendo grandes lectores. Hemos charlado con él.

En el colegio se obliga a leer a los escolares. Tal vez algunos no leerían nunca sin esa obligación, pero ¿es una buena fórmula para que amen la lectura?

Creo que lo importante es que dentro de esa obligación haya muchas opciones diferentes. Los profesores debemos preparar una muestra amplia de libros, divididos por temas, por ejemplo, para que todos los alumnos encuentren alguno que les guste. Existen infinidad de ellos, que responden a una variedad grande de intereses: es raro tener una afición sobre la que no existen libros. Es cuestión de encontrar el que va con nosotros.

Lo que funciona mal, en general, es obligarles a leer un libro en concreto. Si al alumno no le interesa el tema, o le resulta difícil, estamos consiguiendo que rechace la lectura y no vuelva a cercarse a un libro. En cambio, si le ponemos al alcance un número alto de opciones, acabará dando con uno que le guste.

Cuando llegan a la adolescencia, los que eran lectores suelen dejar los libros de lado, ¿qué sucede para que sea así, puesto que ya ocurría antes de la llegada de Internet?

La adolescencia es una edad muy compleja. El adolescente se vincula mucho a su grupo de amigos y a las actividades que realiza con ellos, que le suponen mucho tiempo. Por otra parte, en casa tiende a cerrarse, y le cuesta más compartir con sus padres momentos en familia, como podría ser la lectura.

Además, en secundaria aumenta mucho la carga lectiva del alumno: hay más deberes, más exámenes, extraescolares, y les cuesta mucho más organizarse. En muchas ocasiones sucede que el niño, que llega cansado a casa, opta por un ocio que le exige poco esfuerzo, aunque sea superficial y de mala calidad, como sucede con las redes sociales o muchas series sin sustancia. ¿No nos pasa lo mismo a los adultos? Creo que casi todos leemos menos y miramos más el móvil que hace 10 años.

Hablas de las nuevas pedagogías en la enseñanza como un posible obstáculo a ese gusto por la lectura, ¿de qué forma influyen?

La lectura es una actividad que va contra los tiempos. El mundo moderno propone la velocidad, la dispersión, el ruido y el cambio permanente de actividad, y la lectura fértil exige de pausa, de concentración, de silencio y de constancia. Si la pedagogía imperante propone que el alumno debe estar permanentemente estimulado, que debe divertirse en todo momento, y además responsabiliza de ese estímulo a terceras personas (cuando los niños no se enganchan a la clase no es culpa suya, sino del profesor), no se le está educando para que dé una oportunidad a actividades como la lectura, que exigen de esfuerzo y paciencia, y para que se responsabilice de su propia motivación. Abrirá entonces el libro y, si no le entusiasma en las primeras líneas, en los primeros noventa segundos, decidirá que no merece la pena continuar. “Es que no me gusta leer” es una frase que repiten muchas personas que nunca han leído una página completa.

Libro (En plan) lector©Plataforma Editorial

Comentas en el libro que lees a tus alumnos en voz alta y que es un elemento potente de atracción hacia la lectura, ¿qué efecto tiene en ellos?

El efecto que ha tenido siempre una buena historia. Todos los lectores conocemos esa sensación tan especial de no poder dejar un capítulo a medias porque necesitamos saber cómo termina. Nos pasa igual con el cine, o con esos cuentos que nos contaban nuestros abuelos cuando éramos pequeños. El mecanismo de la narración no ha cambiado: es idéntico al que mantenía sentada a la tribu alrededor de la hoguera mientras los ancianos les contaban los mitos fundacionales de su cultura.

Lo que separa a muchos adolescentes de la lectura es el esfuerzo que requiere: para sumergirse en ella su imaginación tiene que estar trabajando constantemente, tiene que completar mucha información que el autor no le proporciona. El premio también es enorme, claro está, pero eso no lo sabe una persona que no ha conseguido nunca engancharse a un libro, así que se conforma con opciones más fáciles, pero menos interesantes para su desarrollo.

¿Cuál es la influencia de los padres en el hábito lector de sus hijos?

Es una influencia fundamental, más importante que la de la escuela. En gran parte, los niños aprender por imitación: si en casa no hay libros y nuestros hijos nunca nos ven leyendo será mucho más difícil que adquieran el hábito. También es importante que les leamos a nuestros hijos todos los días, desde que nacen hasta que sean ellos mismos los que se pongan a ello. Si al llegar a casa del trabajo nos dedicamos a consultar nuestras redes sociales en el móvil, ellos harán lo mismo, porque les parecerá lo normal.

¿Qué pueden hacer los padres cuyos hijos adolescentes sientan rechazo hacia los libros?

No forzarlos nunca. La lectura es una pasión, y por lo tanto no puede imponerse. Lo que los padres tienen que hacer es crear un contexto de lectura: tener libros en casa, acudir con sus hijos a las librerías, llevarlos a la biblioteca, leer con ellos y delante de ellos, proponer momentos de lectura, en los que la televisión esté apagada y los móviles en un cajón. También es esencial razonar con ellos: hacerles entender que pasarse varias horas diarias pendientes de las redes sociales es muy malo para su desarrollo, y que hay muchas actividades más sanas a las que dedicarse: la naturaleza, el deporte, el cine, el arte… Entre ellas, por supuesto, está la lectura.

¿Y qué se debería hacer preventivamente para que los que leen no pierdan esa costumbre al llegar a la adolescencia?

Lo ideal es que el niño llegue a la adolescencia con un hábito sólido de lectura. Es normal que, de repente, deje actividades más solitarias o familiares para volcarse en sus relaciones de amistad, pero con un buen ejemplo en casa entenderá que hay tiempo para todo: se puede salir con la pandilla sin dejar de hacer deporte o de leer.

En realidad, el gran problema actual es el teléfono móvil. No solo porque les tritura la capacidad de atención con estímulos superficiales que cambian permanentemente, sino también porque les engancha. Funciona como una máquina recreativa. Cada vez que un alumno me dice que no tiene tiempo para nada entre clases, deberes y extraescolares, le sugiero que mire en el móvil el tiempo de uso diario. Ellos mismos se asustan cuando lo comprueban. Si dedicas 6 horas al día a las redes sociales, algo importante dejas de hacer: o duermes menos, o estudias menos, o haces menos deporte, o abandonas la lectura.