Niño llorando de dolor©Istock

Salud

¿Sabemos detectar y aliviar el dolor de los niños?

La experiencia que puede llegar a tener un niño cuando experimenta un dolor es diferente a la de los adultos. Porque entra en juego no solo el plano físico, sino también el emocional. ¿Qué se puede hacer para mitigar de forma efectiva su malestar? ¿Cómo evitar el dolor crónico infantil?

Los adultos tenemos distintas vivencias con el dolor. Por eso sabemos que, en la mayoría de los casos, acabará remitiendo. Pero, en muchas ocasiones, los niños se enfrentan a dolores sin experiencia previa; eso hace que lo sientan de manera muy diferente.

“Los niños catastrofizan el dolor; no pueden comparar ni saben cuándo se irá. Es algo que revoluciona su vida y piensan que es un castigo”, indica Tania García Abreu, anestesista especialista en dolor infantil de Clínica Quirón Salud, de Valencia, y cofundadora de Dolor In (www.dolorinfantil.com), cuyo objetivo es abordar y tratar las distintas dimensiones del dolor en el niño.

Porque el dolor no es solo un proceso físico. Así, el concepto general de dolor ha variado recientemente para incluir los componentes bio-psico-sociales que pueden determinar cómo se experimenta. “Antes se consideraba solo la parte física, pero hay otras”, indica la experta.

¿Desde cuándo puede sentir dolor un bebé?

La experiencia dolorosa puede aparecer desde muy temprano. Así, en la semana 26 de gestación el feto ya tiene suficientes receptores para sentir dolor. En las primeras etapas de vida, algunos bebés, sobre todo si son prematuros o han nacido con problemas de salud, pueden exponerse a muchas sensaciones de este tipo.

Afortunadamente, las unidades de cuidados intensivos pediátricos han apostado en los últimos años por favorecer el bienestar del recién nacido, reduciendo el ruido ambiental, manteniendo una temperatura estable y cuidando las emisiones lumínicas. “Un prematuro podía llegar a sufrir 10 o 15 pinchazos diarios, sin que nadie intentara evitar ese dolor”, destaca la Dra. García Abreu.

En bebés sanos, los padres se encuentran con el hándicap de interpretar cuándo se sienten mal sin tener confirmación a través del lenguaje, como con los niños mayores. No solo importa el llanto, la expresión más evidente. El pequeño puede llorar también por sobreestimulación, por hambre, por cansancio, porque necesita el contacto del adulto...

Así, hay otros elementos que se pueden tener en cuenta para confirmar su experiencia dolorosa. Los médicos cuentan con unas escalas observacionales para medirlo que están estandarizadas (una de ellas, de 2011, es española). Así, el dolor sería la “quinta constante” que los sanitarios tienen que valorar en el niño para conocer su estado. “Si no valoras el dolor, no sabes realmente cómo se encuentra, aunque hayas medido su frecuencia cardiaca, su tensión, su temperatura o su frecuencia respiratoria”, indica la especialista.

En el caso de los padres también pueden fijarse en estas señales para detectar el dolor en sus bebés:

  • Retirada de las piernas.
  • Fruncido de ojos.
  • Aleteo nasal.
  • Llanto.
Niña con un apósito en el brazo©AdobeStock

¿Hay conciencia del dolor infantil?

“En sus primeros cuatro años de vida, un niño puede recibir unas 20 vacunas, sin que se haya utilizado ningún método para aliviar su dolor”, expone la representante de Dolor In. “Tenemos la mentalidad de no protegerlos demasiado, pero en este caso se debería actuar de otro modo”, insiste.

Solo hay que fijarse en las reacciones de muchos bebés cuando se acercan a un centro médico: el olor, la luz, las batas blancas activan su llanto. Sienten miedo. “Son conscientes desde muy pequeños de la existencia del dolor, pero no lo comprenden”, destaca la Dra. García Abreu.

Del mismo modo sucede en el dolor que experimentan niños o adolescentes con discapacidad que no pueden expresarlo verbalmente. “No está demostrado que tengan un umbral del dolor más alto; simplemente su dolor está infravalorado e infratratado”, subraya. “Puede haber un niño con TEA (trastorno del espectro del autismo) con una otitis muy dolorosa, que esté riendo a carcajadas. Son su padres y sus cuidadores los que, conociéndolo, saben que esa risa manifiesta dolor”, explica.

Aliviar el dolor de las vacunas

Las vacunas son uno de los avances más decisivos e incontestables en la mejora de la salud pública. Gracias a ellas, muchos niños están protegidos frente a enfermedades que antes eran mortales o incapacitantes. Sin embargo, no se ha avanzado tanto en la forma en que se administran. Aún no se tiene en cuenta un aspecto que para algunos niños más sensibles es importante: cómo evitarles el dolor del pinchazo.

En Dolor In proponen una serie de medidas de fácil puesta en marcha para ello:

  • Anestésico local. “Si se pone un poco de crema anestésica una hora antes de la administración de la vacuna, la sensibilidad disminuye mucho. Es algo económico y que pueden hacer los padres en su propia casa antes de dirigirse al centro sanitario”, indica la Dra. Tania García Abreu.
  • Lactancia materna. Esta demostrado que los niños que reciben las vacunas mientras están mamando sienten menos dolor. La madre puede comenzar a darle el pecho unos minutos antes y continuar mientras pinchan al bebé.
  • Unas gotas de sacarosa. A los bebés que no tomen lactancia materna puede ponérsele en el chupete o darle en la boca unas pocas gotas de sacarosa, mientras le administran la vacuna, lo que también les ayuda a sentir menos dolor.
  • Presencia de los padres. Si los padres acompañan al hijo, este va a estar más seguro y se va a sentir mejor. “Nosotros practicamos distintos tipos de abrazo: el abrazo del oso, del canguro... y así se sienten más protegidos”, detalla la anestesista.
  • Entretenimiento. Para los niños más mayores se puede utilizar una tablet, un libro o cualquier otro método que les distraiga del pinchazo.
  • Esconder las agujas. Para muchos niños, la visión de las agujas resulta muy amenazante. Así, la especialista sugiere esconderlas a su vista para no sobreestresarse. “Nosotros tenemos montando un teatro de marionetas e incluso les enseñamos la técnica del ‘guante mágico’, por la que se sienten más protegidos, como si pudieran controlar su dolor”, aclara.

En definitiva, “se trata de tratar adecuadamente el dolor y no hacer cosas que generen más. Por eso también proponemos la retirada de la medicación intramuscular en niños y en la consulta del dentista, optar por las agujas por presión para inyectar el antestésico local o enseñar a los niños técnicas de respiración profunda”, ejemplifica la especialista.

Niño con dolor abdominal©AdobeStock

¿Qué es el dolor crónico infantil?

En España hay 300.000 niños con dolor crónico. “En general, el dolor tiende a desaparecer, pero en su caso no lo hace; el cerebro sigue sintiendo dolor, aunque ya no haya un estímulo doloroso”, apunta la anestesista. La mayoría de estos dolores crónicos son de tipo musculoesquelético, abdominales, gastrointestinales o neuropáticos.

Hay determinadas condiciones, como el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), la hiperlaxitud de los ligamentos, enfermedades reumatológicas, fibromialgia juvenil, enfermedad de Crohn... que hacen que el menor sea más sensible y proclive al dolor. También los niños con cáncer sufren muchos dolores durante y después del tratamiento. Y en el plano emocional, la experiencia del acoso, el abuso sexual o la fobia a las agujas pueden desencadenar esta patología.

El dolor crónico infantil tiene distintas manifestaciones. El niño deja de comer y dormir bien, no socializa adecuadamente, abandona el deporte y puede tener periodos largos de absentismo escolar, sin que las pruebas médicas encuentren ninguna causa que justifique ese malestar. 

El abordaje del dolor crónico infantil es multidisciplinar: con fisioterapia, terapia psicológica y psiquiátrica. En ocasiones se emplea medicación de distintos tipos (analgésicos, antiinflamatorios, antidepresivos y antiepilépticos). “El objetivo es recuperar a ese niño para que su cerebro se centre en cosas que no sean ese dolor y que aprenda a manejarlo”, indica la Dra. Tania García Abreu.

“Pensamos que cuando algo duele hay que estar quieto, pero en el caso del niño con dolor crónico no es así; debe ir recuperando todas las esferas de su vida y aprender a controlar sus crisis”, aconseja la especialista. Es importante que sea así, ya que un niño con dolor crónico no tratado tiene muchas más posibilidades de convertirse en un adulto con dolor crónico.

En este sentido, la especialista reivindica la necesidad de que haya unidades específicas de dolor infantil y de que se comprenda “que los niños tiene dolor y está infratratado”.

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