Cómo hacer frente a los cambios hormonales de los adolescentes.©AdobeStock

Adolescentes

Estas son las claves para hacer frente a los cambios hormonales de la pubertad

Es una etapa para los padres que nos invita a pedir ayuda, pero, con una base sólida de confianza y comunicación, podemos superarla con éxito

En la pubertad se producen todos los cambios físicos que puedas imaginar para culminar con la maduración sexual. Un paso a la edad adulta que va, inevitablemente, ligado a unos cambios hormonales que, en ocasiones, nos superan. Ten en cuenta que, más que culpa consciente de tus hijos, la culpa la tienen las hormonas. Ellas son las responsables de esa transformación que se inicia en torno a los 8 años de edad y que no finaliza, en el rango más general, hasta los 15 años. Las niñas suelen empezar antes y los niños después. Pero da igual cuándo comiencen; los padres, nos echamos a temblar.

Unos cambios que tienen que producirse y a la que muchos no sabemos cómo enfrentarnos. Más que miedo, podríamos decir que ‘nos sacan de nuestras casillas’. Por eso, hemos querido hablar con Beatriz M.Muñoz y Nitdia Aznárez que, desde su libro Criar desde el Corazón (Grijalbo), nos dan una guía familiar para educar de forma consciente, con soluciones honestas que van desde la infancia hasta la adolescencia, el momento que nos interesa.

Para ellas, hay que dejar atrás los castigos, los premios y todas aquellas prácticas que no cultiven el amor incondicional, creando un entorno seguro y de calma familiar desde que son pequeños. Así, tendremos gran parte del camino andando. Ellas proponen que cada miembro de la familia encuentre su lugar y, así, ser autónomos, responsables y llevar mucho mejor estos cambios hormonales.

Los cambios hormonales suponen también cambios físicos y emocionales, ¿cuáles nos asustan más o cuáles deberían asustarnos más?

Para nosotras, los cambios son una oportunidad. Cuando criamos a nuestros hijos desde el miedo, nos estamos perdiendo la oportunidad de conectar con nuestros hijos e hijas. En general, tenemos una visión muy pesimista de la adolescencia. Pero, en realidad, es una etapa increíble de crecimiento en todos los aspectos. Nuestros hijos forjarán su nueva identidad y los cambios, tanto físicos como emocionales van de la mano.

Los primeros, es verdad, va a repercutir en la autopercepción de los chicos y las chicas. Nuestro rol como padres es cultivar la conexión y ser un lugar seguro desde el que puedan salir a explorar y, a la vez, que seamos el refugio donde puedan cobijarse y encontrar soporte. Nosotras apostamos por intentar permutar el miedo del que hablas por confianza.

¿Cuáles son los problemas más frecuentes que nos podemos encontrar como padres en esta etapa?

Los mismos de las etapas anteriores y todos los nuevos retos típicos de la adolescencia (curiosidad por el sexo, drogas, porno, cyberbulling, adiciones a las redes sociales, cambios hormonales que conllevan vaivenes emocionales, etc.).

El rango de edad de estos cambios hormonales, por lo general, está entre los 8 y los 15 años, ¿qué ocurre si le llega demasiado pronto?

Todos los niños necesitan acompañamiento en los cambios. Si llega muy pronto, quizás en su entorno no encuentren a nadie que esté pasando por lo mismo, pero nosotros sí podemos estar ahí e, incluso, acudir a un profesional que le pueda acompañar en este trance si lo consideramos necesario. Quizás, pueda ser suficiente con ampliar el ratio de interacciones seguras con otros adolescentes, niños o adultos de confianza.

Por ejemplo, como hacemos en algunos colegios Montessori, donde es frecuente que existan grupos multiedad. Es decir, grupos de tres edades, de 9 a 12 años. Los niños pueden relacionarse en base a sus intereses y no a su año académico. Fuera del entorno escolar, podemos fomentar que nuestros hijos se relacionen con niños de otras edades, para que tengan más referentes y diversidad.

Por otro lado, la comunicación es muy importante. Los adolescentes necesitan mucha información: saber qué les está pasando y qué pueden esperar. La pubertad y la sexualidad son temas que a veces dejamos para demasiado tarde cuando, en realidad, están presentes desde el nacimiento. Nuestra propuesta es sustituir esa ‘gran charla’ por ‘mini charlas’ a lo largo de los años. En realidad, basta con no escondernos y responder a las preguntas de nuestros hijos de forma simple y adecuada a su madurez. Así, aunque los cambios lleguen demasiado temprano, nuestros hijos se sentirán seguros.

¿Y si llegan más tarde, más allá de los 15 años? Muchas chicas, sobre todo, se impacientan.

De nuevo, acompañamiento, información y soporte. Si puede hablar con nosotros de forma abierta, si les escuchamos sin juzgar y validando sus emociones, les será mucho más fácil. Además, si el adolescente tiene amigos de diferentes edades seguramente se impacientará menos.

Nos puede ayudar repasar nuestra propia adolescencia, recordar nuestros miedos e inquietudes, de modo que, en momentos de conflicto, nos sea más fácil mantener la conexión y el respeto.

Existen diferencias entre los niños y las niñas, los cambios son distintos, ¿debemos afrontarlos de la misma manera?

Así es, los cambios son diferentes, tanto a nivel físico, como a nivel socio-cultural. Sin embargo, lo único que prima es seguir cultivando la conexión y apostar por la confianza. Es posible que haya situaciones con los hijos o las hijas, sobre todo, si son de nuestro mismo género, que nos conecten con nuestra propia vivencia, con nuestra adolescencia y nos resulten menos o más difíciles. A menudo, son reacciones inconscientes. Por eso, el trabajo de desarrollo personal nos ayudará a acompañarles mejor.

Uno de los cambios más relevantes derivado de esa revolución de hormonas es la remodelación del cerebro, como decís en vuestro libro, ¿en qué consiste?¿cómo lo afrontamos?

Nuestro cerebro es increíble. Su desarrollo es de lo más complejo y ahora sabemos que es también muy plástico, es decir, puede seguir modelándose (cambiando) durante toda nuestra vida. Durante los primeros años de vida, se produce una gran neurogénesis, es decir, la formación de nuevas neuronas, así como una sobreproducción de sinapsis, las famosas conexiones entre neuronas. Luego, durante la adolescencia, se llevará a cabo una limpieza o poda sináptica, por la que muchas de esas conexiones se eliminan con el fin de potenciar las conexiones que más se han utilizado, las más útiles para cada persona. Esto acontece durante la adolescencia.

Un proceso que implica una gran remodelación y, en ocasiones, nuestros hijos e hijas adolescentes no puedan hacer uso del cerebro racional. Ese que nos permite analizar información y actuar de forma lógica. En su lugar, cuando el cerebro racional no está disponible, la parte emocional toma el control y puede que la situación les desborde. Este proceso biológico se encuentra detrás de muchos de los conflictos entre progenitores e hijos.

Pero no todo es negativo. Esta misma plasticidad y reestructuración es también una gran ventaja. Nos permite seguir aprendiendo durante toda nuestra vida, seguir adaptándonos y, sobretodo, nos regala una ventana de oportunidad para construir con nuestros hijos relaciones basadas en el respeto y la confianza.

Y, con respecto al otro cambio importante del que habláis, ¿la reestructuración de los patrones circadianos?

Durante la adolescencia se reestructura también la arquitectura del sueño. Nuestros hijos se sienten muy activos hasta bien entrada la noche y sus cuerpos les piden acostarse más tarde (y levantarse más tarde también). Esta necesidad que tienen los adolescentes entra en oposición con la exigencia del sistema educativo de entrar al instituto muy temprano. Esta situación no es ideal, pues conlleva adolescentes con falta de sueño y fatiga crónica, y a menudo no podemos influir en ello. Y sí podemos tenerlo presente.

Entender el cambio en sus necesidades de descanso y ayudarles a desarrollar estrategias que les permitan llevar mejor la situación. Desde cuidar las condiciones en que empiezan el sueño a recuperar horas de sueño en fin de semana o establecer rutinas que les permitan levantarse más tarde y seguir llegando a clase puntuales.

¿Cuáles son, para vosotras, las tres claves para afrontar los cambios hormonales de esta etapa?

Nuestro punto de vista parte por ver estos problemas o retos como oportunidades de generar confianza, seguridad y conexión, construyendo una vinculación más sólida que la que teníamos antes. Si nos cuesta conectar con ellos y ellas podemos:

  1. Pensar en esos momentos en los que nosotros fuimos adolescentes, con todas esas emociones y pensamientos que teníamos en su día. Así quizás nos sea más fácil entender su comportamiento como expresión de su necesidad y no de complicarnos la vida a nosotros.
  2. Volver a pensar en aquel momento que lo sostuvimos en brazos por primera vez: su cara, su olor, la suavidad de su piel, conectarnos con esas sensaciones pueden ayudarnos a pensar en la adolescencia como una etapa de crecimiento y gratitud y no de hastío.
  3. Reconocer que no somos perfectos y está bien. Tener el coraje de hacer cambios si lo consideramos necesario, replantearnos nuestro estilo de crianza para poder seguir cultivando esa conexión, esa unión que se gestó años atrás.