Las 5 bodas de Rita Hayworth: tocados preciosos, enlaces sorpresa y hasta un vestido azul

La actriz de ascendencia española nos dejó algunos de los looks de novia más icónicos de la historia, a pesar de haber padecido una turbulenta vida sentimental

Por Estrella Albendea

Hay algo, ese je ne sais quoi, que hace que una boda del siglo pasado se mire con ternura y ojo amable, recordando los estilos y vestidos que marcaron cada década, desde los años 20 a los 90. El sentimiento es mayor aún cuando ponemos el foco sobre el enlace de alguna celebrity que marcó la historia. Si la anécdota es tan completa como el hecho de que Audrey Hepburn se casara dos veces, pero se vistiera para la ocasión en cinco, la inspiración que una novia puede sacar de ella va más allá de la diversión. Porque hay looks nupciales emblemáticos, algunos de ellos grandes olvidados que merecen una mención especial, el relato de los cinco 'sí, quiero' de Rita Hayworth y especialmente sus estilismos tiene mucho de estilo, sueños e infortunios sentimentales.

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Más de 30 años antes de que Bianca Jagger acudiera al altar con una pamela blanca con velo incorporado, con la que pasaría a convertirse en todo un icono nupcial, Rita Hayworth (Nueva York, 1918 - 1987) ya había llevado sombrero en dos de sus bodas. Adelantada a la tendencia, sus diferentes looks para sus enlaces fueron capaces de resaltar sus mejores atributos y ocultar aquellos detalles que no la hacían sentir cómoda. Lo que hoy se percibiría como clásico y marcadamente vintage, entonces eran aciertos estilísticos en toda regla, en los que se fijaban las damas de la época.

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Una historia turbulenta con pasado español

De ascendencia española, con un padre bailarín, natural de Castilleja de la Cuesta (Sevilla) y de tradición sefardí, y una madre, con el mismo oficio, de origen anglo-irlandés; pocos recuerdan que el nombre original de la actriz era Margarita Carmen Cansino. Su carrera en la industria del cine comenzó como la de sus padres, ligada al mundo del baile. Con una infancia turbulenta y muy dura, a los 13 años ya era una profesional de la danza y trabajaba como pareja artística junto a su padre. Reconocería años después que no tuvo el valor de decirle a su progenitor que bailar no era de su agrado y se sabe que este abusaba de su hija.

Sus inicios en el cine llegarían, tres años después, a sus 16 años, cuando un productor de la Fox le consiguió un papel en El Infierno de Dante (1935). El resto es historia, pues para muchos Hayworth siempre sería Gilda (1945) y todo un mito de la gran pantalla. Y con sus primeros pasos en el séptimo arte llegó su primer marido Edward C.Judson, 20 años mayor que ella. Se casaron en 1937, pero de su enlace con él no quedan amplios registros fotográficos porque fue secreto y, además, la intérprete no contaba entonces con la fama que alcanzaría después. El empresario encontró en ella una herramienta puramente económica y ella creció en lo profesional, no tanto en lo personal, porque, como confesaría, sufrió demasiado con la relación.

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La pareja más mediática

Tras un duro divorcio en el que Rita lo perdió todo, para sustituirle llegó un nombre bastante más conocido, el actor, guionista y director Orson Welles. Cuenta la historia que Welles se topó, mientras rodaba en Brasil, con una fotografía de la neoyorquina en el número de agosto de 1941 de Life y se convenció de que se casaría con ella. Así lo confesó a Barbara Leaming, su biógrafa: “Vi en la revista Life aquella foto fabulosa en que está arrodillada en una cama. Entonces me dije: ya sé lo que voy a hacer cuando vuelva de Sudamérica”. La idea era atrevida porque ella seguía casada con Judson, pero al emblemático director no le pareció tan mala y cada vez que surgía la oportunidad iba anunciando a sus colegas cuáles eran sus planes con ella.

Finalmente Orson lo consiguió. Le costó varios de días de llamadas telefónicas, pero una vez que la actriz terminó con su marido (y tuvo varios romances espontáneos) decidió concederle su primera cita y comenzó así el camino hacia el altar. Se dieron el ‘sí, quiero’ el 7 de septiembre de 1943 en los juzgados de Santa Mónica (también por sorpresa). Rita, que estaba rodando Las Modelos, aprovechó una pausa publicitaria para salir volando al juzgado y los periodistas, muy interesados en la noticia, salieron tras ella. Para la ocasión, se decantó por un un conjunto de chaqueta con hombreras, falda y camisa romántica, que completó con una pamela con redecilla y  guantes blancos. Su amor, por desgracia, no fue definitivo, porque los celos de ella y sus inseguridades unidas a las preocupaciones profesionales de él terminaron por dinamitar su segundo matrimonio, a pesar de que se dieron varias oportunidades. 

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La boda más grandiosa

Dos años después del estreno de Gilda y de que el fenómeno pin-up, representado en la figura de la actriz, estallara, entró en su vida el príncipe Alí Khan, un personaje igual de desconfiado que ella que se enamoró en cuanto la vio en la cinta. Hijo del sultán Aga Khan III, la conoció en el Chateau de L’Horizon, en plena Costa Azul francesa, también llamada los Alpes Marítimos. Cuando el verano terminó, él la siguió hasta Hollywood y ella huyó de la meca del cine junto a su hija con él. Llegó entonces el momento de hablar con Orson para solicitar el divorcio. La actriz veía al príncipe y empresario como su salvador, la colmaba de todo tipo de lujos.

Se casaron en el mismo palacio en el que se vieron por primera vez, el 27 de mayo de 1949. El look elegido para esta tercera boda tampoco dejó a nadie indiferente: un vestido camisero con fajín a la cintura, falda plisada y un bonito tono celeste cielo al que también añadió el toque romántico de una pamela del mismo color. El estilismo salió de la aguja de Jacques Fath, el diseñador de cabecera de Rita y quien estuvo detrás de su vestuario en Gilda. Digna de película fue también la celebración, que congregó a lo más granado de la alta sociedad, en la que no faltaron 20 kilos de caviar, una piscina perfumada con 450 litros de colonia y 600 botellas de champán.

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No encontró el amor

El idilio no duró mucho, pues las repetidas y sonadas infidelidades de él acabaron rompiendo su matrimonio. Detrás llegaron nuevos y breves romances para la actriz, que terminó por caer en las redes de su cuarto marido, Dick Haymes, un intérprete y cantante de origen argentino que vio en ella una oportunidad para relanzar su propia carrera. Para su boda, en 1953, la estadounidense optó por un vestido recto, de manga corta y escote barco que complementó con una diadema con velo corto incorporado.

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Perseguida por la mala suerte, volvió a ser consciente de que aquel hombre se había aprovechado de ella. Nada más lejos de la realidad que vivió con quien fue su quinto y último marido James Hill, un productor que buscaba hacerla renacer, justo cuando ella más quería apartarse de los focos. Se casó con él en 1958, con una melena con ondas marcadas, un tocado de raso y un vestido de manga francesa. Pero su relación culminó en divorcio a los tres años. Fue entonces cuando la intérprete pudo vivir algo más tranquila. Falleció con 68 años a causa de su Alzheimer, dejando un inmenso legado cinematográfico y estilístico que hoy nos inspira.