El bailarín Rafael Amargo, en su momento más dulce

Por hola.com
"Quería comerme el mundo"
—¿Es cierto que cuando te mudaste a Madrid en un principio era para ser actor?
—Esa fue la excusa que le di a mi padre para escapar de casa. Había bailado desde muy chiquitillo y a los dieciséis años, ya sabes, me quería comer el mundo y venirme para Madrid. Mis notas siempre habían sido muy buenas la ilusión de mi padre era que siguiera estudiando. Dije: "Papá, me voy a Madrid. ‘¿Estás loco?’ —me dijo—. ‘Tú vas a estudiar y a hacer una carrera universitaria’. Yo quiero hacer mundología —le dije—. Ya sé que no existe, pero es la que quiero". Para que mi padre me dejara ir le prometí que iba a estudiar Arte Dramático, y así fue como estudié para ser actor durante dos años. Ya en Madrid, alternaba las clases de teatro con el baile, empecé a trabajar como bailaor, y eso fue creciendo y creciendo... Después, verdaderamente, hice mundología. Cogí la mochila y me recorrí buena parte del mundo. Un trabajo de bailaor me llevó a Japón durante seis meses. Aquello me fascinó. Además, me enamoré de una japonesa y me quedé a vivir dos años, de los cuales guardo un gratísimo recuerdo. Luego terminó la relación y volví a España.

—¿Fue después de la relación de Japón cuando conociste a Yolanda, tu prometida?
—¡No! —se ríe con cara de pícaro—. Después tuve una vida amorosa muy ajetreada; relaciones muy apasionadas, un poco turbulentas, a la vez bonitas, pero quizá demasiado pasionales... Lo de Yolanda ha sido mucho tiempo después, apenas hace un año que estamos juntos.

—Un año tan sólo de relación... ¿No es un poco pronto para casaros?
—Es que Yolanda ha sido mi mejor amiga desde hace seis años. Fue mi alumna en uno de los cursillos que yo enseñaba, y congeniamos muy bien desde el primer momento. Luego audicionó para mi compañía de baile y entró. Siempre hemos sido super amigos. Llevamos seis años veinticuatro horas juntos trabajando, entrando, saliendo, viajando... Y si no estábamos juntos, pegados al teléfono. Aun estando yo en otras relaciones, me compraba una casa y la llamaba corriendo: «Yolanda, ¿te gusta?». O iba a algún lado y le preguntaba: «Yolanda, ¿te parece bien?...». Siempre ha sido un referente grande para mí.