Abrazar a tu perro te produce calma y bienestar (y existe un motivo científico)

El placer que experimentamos está relacionado con el ‘hambre de piel’, cómo el contacto físico nos hace más sociables y estables

Por David Navarro

Probablemente más de una vez has abrazado a tu perro y te has quedado unos instantes percibiendo una calma y un sentimiento de bienestar muy difícil de expresar con palabras. Escuchas su organismo, porque pegas tu cabeza contra su lomo, notas como él mueve ligeramente el cuello y respira. El calor de ambos se entrelaza, el tacto de su pelo se conecta con tu piel. Le hablas de forma suave y sientes que estáis más conectados que nunca. Esto no ocurre todos los días, si haces recuento te darás cuenta de que los momentos en los que te abrazas a tu perro son, precisamente, aquellos que tu mente te pide a gritos una pausa del estrés de tu vida y un recogimiento por encima de lo común: la caricia del ser más leal que conoces, un momento para vosotros en el que alcanzarás un equilibrio indescriptible, el necesario para volver al ajetreo común.

Una de las diferencias más notables entre un abrazo de humanos y uno de un perro es que éstos nunca incorporan más información. Es un simple abrazo, solo eso. No hay palabras, no hay una conversación antes, durante o después. No hay explicaciones. Solo el contacto físico con un ser que parece comprender de inmediato que lo necesitas. De hecho, percibes como trata de mantenerse erguido durante el abrazo, intenta no moverse demasiado, para completarlo sin distracciones.

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El abrazo está programado en nuestra mente como un gesto de bienestar

Que a los humanos nos guste una situación de abrazo, y que sea precisamente tan placentero cuando quien nos lo devuelve es nuestro perro tiene una explicación científica. Desde un punto de vista psicológico existe un término denominado ‘hambre de piel’. No es una necesidad caprichosa a nivel consciente, sino que se trata de un fenómeno neurofisiológico que sirve para apaciguar nuestro estrés y estabilizar nuestra mente. 

Al abrazarnos, sea con personas o con animales, estamos poniendo en marcha un complejo mecanismo que aúna la interrelación de millones de neuronas, apelamos a la comunicación más básica e instintiva. Un abrazo es el gesto primigenio del amor, el cuidado y la seguridad. Por eso es tan importante para los bebés percibir la piel de sus padres, por eso a lo largo de nuestra vida nos alimentan las caricias y los besos, y por eso cuando la ansiedad de la rutina nos atenaza un abrazo a nuestro perro puede significar tanto.

Evolutivamente el contacto físico no es sólo una acción lúdica o casual, sino la certificación de que estamos integrados en una manada que cuida de nosotros. Es la promesa sin palabras de que nos protegeremos los unos a los otros y que podemos confiar en que el futuro será mejor juntos. Por eso los perros, que también son mamíferos y que tienen una comunicación mucho más sencilla, siempre que pueden se tumban buscando el contacto físico contigo. ¿Te has dado cuenta de que pudiendo ocupar el otro lado del sofá, cuando tu perro descansa lo hace manteniendo alguna de sus patas o lomo pegados a ti? Los mamíferos no humanos también buscan puntos de enganche, para ellos el abrazo no es tan puntual, sino que lo ponen en práctica a todas horas, especialmente al dormir. Es también una línea de defensa: “si todos dormimos tocándonos, ante un ataque podremos tener la seguridad de que estamos juntos para defendernos”, dirían sus instintos.

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Según los estudios realizados en las últimas décadas tanto en el campo de la neurología, la psicología y el comportamiento animal, se ha determinado que los individuos a los que se les veta el contacto físico, por soledad o por imposibilidad física, ven mermado su desarrollo cognitivo, se lastra sus habilidades de socialización y, son más proclives a bloqueos, son menos resilientes, más irascibles y con una cierta dificultad de comunicación verbal para los sentimientos. Por todo ello, podríamos estimar que el contacto entre mamíferos es salud, y que cuando abrazas a tu perro estás realizando ese acto de comunicación y hermanamiento con tu mascota, apelando a un instinto compartido.

Sin embargo, a los perros no les gusta que les abracen

¿A los perros les genera estrés el abrazo? Esto puede parecer un contrasentido, pero tiene su explicación. Sí, lo cierto es que los canes demuestran con su lenguaje corporal que la postura de abrazo no es su favorita: bostezan demostrando estrés, dejan las orejas caídas, aceleran un tanto su respiración… ¿Qué está pasando? El problema no es que no les gusten los abrazos, sino la postura y el entorno que tú eliges. 

Cuando nosotros damos un abrazo a una persona le estamos rodeando con nuestros brazos, y esto produce una parálisis en ambos, no es fácil mirar alrededor ni moveros. Como seres racionales sabemos que ese abrazo puede durar lo que ambos estemos conformes que dure. Pero un perro no sabe cómo liberarse. Si eres su dueño y le abrazas, sin que él sepa por qué, lo que realmente estás haciendo es bloquear su cuerpo y evitar que siga pendiente de una actitud que siempre impera en él: la defensa del espacio. Tu perro necesita que la postura del abrazo sea adecuada para él, que no le obligue a estar retenido. Por el contrario, si le abrazas cuando reposa, cuando está tumbado, asimilará mejor esta situación, porque si él está tumbado significa que no aspira a vigilar.

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