Trucos para viajar en coche con tu perro

Un largo viaje en carretera con tu perro puede ser una experiencia angustiosa para él si no tienes en cuenta sus necesidades

Por David Navarro

Subir a un vehículo es algo que, si tu perro no está acostumbrado, puede significar una experiencia demasiado intensa para él. Lo más importante a nivel sensorial es el olor, la sensación de movimiento y lo que se percibe a través de las ventanas. Son muchos elementos en movimiento que pueden hacerle sentir inseguro, sobrecargado o temeroso. Probablemente percibas que cuanto más acompañado está, más tranquilo se siente, la primera cuestión a tener en cuenta es que los perros sienten más sensación de control si les acompaña su familia, es decir: un grupo de personas o animales con los que suele convivir. Por eso dos perros que viven juntos son más dóciles en el coche que uno que sube en soledad. No es sólo que se hagan compañía, sino que perciben que ante los retos desconocidos que supondrá una aventura así, tendrá recursos como para afrontarlos en caso de “ataque” o huída. También ocurre esto si somos otros seres humanos los que compartimos viaje. Aunque es importante puntualizar que esta circunstancia se da sólo entre personas o animales con los que ya tiene confianza, de nada le sirve montarse a un coche con desconocidos, al contrario, sus olores y presencias no controladas le podrá poner más nervioso.

Tanto si el coche es tuyo, como si no lo es, el olor del vehículo o de su transportín es un elemento tranquilizador. Puedes incluir una manta, o incluso una prenda de vestir tuya para que le acompañe en el viaje. Todo lo que colabore a extender la percepción de que el perro está protegido en una continuación del entorno familiar es algo a tener en cuenta, porque un coche es una experiencia “madriguera” para el perro, aunque estéis en el exterior y en movimiento, el animal debe sentir que está en un terreno seguro y solo permancerá calmado si comprende que el coche es una especie de segunda casa.

Haz que lo que ocurre en el exterior del coche sea irrelevante, es mejor que no vea todo lo que muestran las ventanas porque pueden ser un constante fluir de imágenes, personas, animales… Recuerda que una ventana no es una televisión o un espejo, la ventana es una llamada continua y en tres dimensiones a sus instintos de caza, protección y curiosidad, por lo que puede resultar agotador ver a gente nueva, situaciones diferentes y a otros animales de forma permanente. Es recomendable tapar la ventana más cercana al animal, bien sea con un parasol, una toalla o tintando la luna. 

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Ir en transportín es una buena medida

Todo depende del tamaño del animal, pero si tiene un peso y tamaño suficientemente adecuados para viajar en transportín, no es mala idea que se utilice porque éste acotará su espacio. La única circunstancia negativa del transportín es el acceso a la ventilación, que podemos complementar con el aire acondicionado del coche. Al estar dentro de su propio “camarote” el perro no tendrá acceso a la visibilidad de las ventanas, y permanecerá recogido en un olor familiar. Sin embargo, para que el transportín funcione bien es vital que desarrollemos una relación saludable con éste, el perro debe asociar que este elemento es positivo, que implica acompañarnos al exterior (lo cual, a priori, es una ventaja que él puede comprender) y que no es un objeto asociado a situaciones de ansiedad, pérdida de control y soledad.

Para no desarrollar rechazo al transportín y para que funcione de forma eficiente es recomendable que el perro esté familiarizado con él, no lo saques solo cuando hay un viaje porque nada más verlo pensará que la salida es inminente. Deja que se acostumbre a entrar por su propia voluntad, a pasar tiempo dentro del transportín como parte del juego y de la rutina: en tierra. Incluye dentro algún objeto que sepas que aprecia especialmente, un pequeño juguete, una prenda de ropa. Trata de que el transportín no se ajuste únicamente al tamaño de tu mascota, piensa en su espacio propio para moverse y respirar. Sin embargo, no es recomendable que el transportín sea mucho mayor al animal, porque el hecho de que las paredes le queden cerca es una forma de “recogerle”, le hace sentir seguro que sea de un tamaño cercano a él.

El coche es como un segundo transportín

Al igual que recomendamos que el perro se habitúe al transportín antes de que sea necesario emprender un viaje, que el perro conozca el coche, pueda subir y permanecer un tiempo estable dentro sin que necesariamente arranque el motor, puede ser una forma muy saludable de presentarle el espacio y de demostrarle que es un entorno cercano en el que pasar tiempo. 

Que el perro no suba al coche solo cuando está a punto de ponerse en marcha es una idea básica y muy razonable, que por desgracia muchas veces obviamos. Si das un paseo con el perro, está cansado, y le ofreces descansar en el coche, no habrá mejor forma de conseguir que sienta en un entorno segurizante y asociado a cierta intimidad protectora.

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Los mareos también les aquejan

La primera vez que un perro se sube a un coche, la reacción más habitual es vomitar. Luego su organismo se acostumbrará y, de hecho, logrará hacerse con el control de la situación de forma extraordinariamente veloz, mucho más que los humanos. Para evitar que el mareo se repita y que el animal asocie el coche a una experiencia de ansiedad y desubicación, es muy recomendable que el espacio que le demos al animal sea o más bajo posible, para conseguir la máxima estabilidad. Si su transportín o él mismo están en el suelo, es mejor que si está en el asiento o sobre nuestras piernas. Es mejor la zona del suelo en el asiento delantero (en transportín), aunque depende del tamaño del animal.

Como no, si el animal no ha comido antes del viaje, será la mejor forma de limitar la posibilidad de vómito. Puedes subir con él primero, arrancar el motor y esperar a que el entorno, el ruido y el olor le sea familiar, y una vez que el animal está tranquilo, arrancar y emprender el viaje.

Si acudes a tu veterinario, él podrá recomendarte pastillas para tranquilizarle un poco, son muy leves y completamente inocuas. Otra solución son las feromonas apaciguantes, se rocían con spray, no tiene olor para los humanos y ayudan a que el can sienta que está en un entorno seguro por medio de su olfato.

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