Adiestramiento

¿Puedo educar a mi perro si tiene tendencia dominante?

Los comportamientos territorialistas, el nerviosismo y cierta agresividad son rasgos que se suelen achacar a los perros dominantes. ¿Podemos hacer algo para revertirlos?

Por David Navarro

Existen varias teorías y puntos de vista sobre qué es un perro dominante, cuestión que cada día se pone más en duda, llegando incluso a ser desechada por muchos expertos. ¿Qué es un perro dominante? Cuando nos referimos a esto solemos hablar de perros que demuestran mucho carácter, que buscan ser los primeros en comer desobedeciendo cualquier orden, que se muestran territoriales e incluso agresivos, y que no obedecen a los mandatos de sus dueños, por tanto no es fácil pasear con ellos, tiran de la correa, tratan de ir por donde les apetece, y en casa pareciera que está poniendo en duda siempre las normas y las órdenes. Por tanto, es visto como un perro alfa, que no acata la situación jerárquica que le es impuesta, ni por los humanos ni por otros perros. Todo ello, en suma, es un cóctel perfecto para los problemas y los conflictos. ¿Pero es realmente una cuestión de dominancia?

La dominancia de un perro ha sido clásicamente tenida en cuenta como un rasgo ineludible de su carácter individual, es decir, se tiene en cuenta como una característica de su personalidad, que le define profundamente y que, por tanto, si queremos modificarla será cuestión de un trabajo intensivo y de re-educación. Esto es así porque se considera que existen perros dóciles que actúan con sumisión y otros perseverantes que están llamados a liderar. Todas estas teorías están perdiendo fuerza a raíz de los estudios científicos más recientes, y desde la etología y el adiestramiento canino se están marcando unas nuevas vías para tratar la dominancia, fruto de este nuevo enfoque. En resumen, no existen perros dominantes, sino perros que no han sido debidamente educados.

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La explicación a la dominancia

Depende mucho de en qué contexto estemos analizando el comportamiento del perro. No es lo mismo apreciar dominancia en un can que está ante una hembra en celo y otros machos alrededor, o si apreciamos las rutinas de comportamiento de un animal corpulento que convive en un hogar con otros perros de menor tamaño. O si observamos que nuestro perro simplemente no hace caso a nada y tiende a poner por delante en cada situación su deseo o su criterio. Es cierto que existen situaciones biológicamente propicias a mostrar cierta competitividad o lucha por sobresalir, pero los expertos coinciden en que la inmensa mayoría de las veces que nos estamos refiriendo a un perro dominante, el problema que subyace y que motiva todo no es otro que: una mala educación y adiestramiento del animal.

Los estudios más recientes y la opinión predominante entre los adiestradores y etólogos es que los conflictos generados por un espécimen de perro “alfa” son muy concretos y aislados, y en la inmensa mayoría de las ocasiones un comportamiento dominante no es más que la punta del iceberg del fracaso del humano responsable del perro en establecer las pautas y los límites para acompasar las necesidades y deseos del animal a un marco de comportamiento práctico y ordenado.

Hay dos claves muy importantes a tener en cuenta, la primera es que un perro dominante no es el más “ansioso” de reafirmación o de satisfacer sus necesidades o criterios, sino un perro seguro, que es conocedor de su “superioridad” y que no la manifiesta gratuitamente con gruñidos ni empujones. Los auténticos perros dominantes son aquellos que se mantienen distantes de las peleas casuales, el que las observa erguido y el que no muestra temor o inestabilidad ante las disputas. Un ejemplo gráfico: un perro dominante sería Mufasa, el padre de El Rey León, y no una hiena ávida por su trozo del botín.

La segunda clave importante: si un perro se muestra “dominante” desde el punto de vista agresivo, impulsivo o territorial, lo más probable es que padezca un grave conflicto de seguridad en sí mismo y de estabilidad a la hora de discernir qué se espera de él, cómo encajar mejor en la manada familiar y canina. Una vez más, el problema es de adiestramiento, pero puede estar unido a un miedo o trauma anterior relacionado con su percepción de sí mismo, y por lo que siente que debe avasallar e imponer su criterio, por miedo a que otros lo hagan antes contra él. Si un perro ha recibido malos tratos, puede que en un entorno nuevo se muestre como “dominante”, es decir: demandante de independencia y temor a perder el control.

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Regla número uno del comportamiento canino

Los perros buscan pertenecer a una manada, es un rasgo que llevan grabado a fuego porque les garantiza mayor seguridad y, por tanto, una supervivencia garantizada. Para un perro es mucho más importante pertenecer a un grupo y encajar en éste que hacer prevalecer sus necesidades o criterios. Por ese motivo, están más que dispuestos a seguir las indicaciones de un líder, a su cuidador, persona de referencia o humanos del hogar, porque agradecen que lo tengas todo bajo control y saben que recibirán constantemente una recompensa por permanecer bajo el paraguas de tu “dominancia”. Es decir, una vez que el perro comprende que puede confiar en las normas y el liderazgo de un humano, no existe motivo biológico para mantener una apariencia de dominante.

Ahora bien, ¿cómo se consigue esto? Como ocurre con cualquier pauta de educación, también en niños, las reglas deben ser claras, coherentes y perpetuas. Las excepciones son las enemigas del adiestramiento. Los perros, además, son muy fieles a los patrones, su cerebro ama la repetición porque así puede adelantarse a las recompensas. Ya sabes: en el famoso experimento conductista de darle a un perro una chuche cada vez que suena una campana, y cuando esto se hace mucho, él perro empieza salivar tan solo escuchando el sonido de la campana, aunque no vea ni huela la recompensa. De la misma manera funcionan las normas de adiestramiento, como una maquinaria bien engrasada, y con pautas cortas y muy claras. 

Una vez que refuerces una pauta, la gratifiques con una premio, y la tengas establecida, lo único y más importante que debes hacer es no fallar a su coherencia, si haces una excepción el perro no logrará saber porqué ayer sí y hoy no, y desechará aquello que tanto tiempo le ha costado aprender: desandará el camino recorrido. Por ejemplo, si no queremos que el perro duerma en nuestra cama, conseguimos educarlo para que no lo haga mediante un largo proceso de reorientación y premios, y un día sentimos melancolía y tristeza y nos apetece que el perro suba a la cama para abrazarlo, entonces cruzar esa línea será echar piedras contra nuestro trabajo.

Tirar de la correa: un significado más profundo de lo que parece

Veamos una foto de lo que se considera un perro dominante, es aquel que tira de la correa del dueño en cada paseo y convierte el camino en una suerte de empujones, cambios de rumbo y molestias contínuas. Pocos ejemplos nos van a resultar más visuales que este para comprender que la dominancia es, simplemente, no haber sido constantes y claros a la hora de establecer pautas. Durante el paseo con correa quien debe marcar el paso es el humano, tanto el ritmo como el recorrido. En el momento en el que nos detenemos porque el perro prefiere bifurcar el camino, o entretenerse con cualquier olor, estamos cediendo el testigo: compartiendo con él el control, y esto genera en su percepción la idea de que ante una distracción o interés suyo por variar nuestra trayectoria, nada tan fácil como tirar de la correa y corregirnos a nosotros. 

La solución es sencilla, el perro debe aprender que no sirve de nada que trate de detener el paso a su conveniencia ni optar por un camino alternativo porque sí, pues nuestro paso es seguro, decidido y no vamos a negociarlo. Una vez que el perro perciba repetidas veces que tirar de la correa le implica esfuerzo e incluso frustración, porque no obtiene nada a cambio, y que si camina a nuestro lado incluso recibe premios, empezará a comprender que este supuesto rasgo de “dominancia” no le compensa, e irá cediendo. 

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