Jacqueline de la Vega nos habla en exclusiva de su separación matrimonial

Por hola.com

Este va a ser el padre de mis hijos», fueron las palabras que Jacqueline de la Vega se dijo a sí misma cuando conoció en el madrileño restaurante Archy al que más tarde se convertiría en su esposo durante trece años, el conocido empresario hostelero Cris Lozano, tío de Oscar Lozano, padre de uno de los nietos de Rocío Dúrcal. «Unos años maravillosos», como la propia Jacqueline dice en esta entrevista que ahora nos ha concedido en exclusiva para anunciar su separación de mutuo acuerdo.

—¿Qué ha pasado en vuestra relación?
—Hemos tenido unos años maravillosos. Cris es una persona excelente y muy honesta. Ha habido mucha complicidad en nuestra relación y, sobre todo, mucha comunicación. Pero puede que más comunicación por mi parte que por la de Cris. Como bien sabéis todos, él es muy tímido e introvertido, pero tiene una gran virtud: es muy observador y al mismo tiempo no juzga nunca a las personas. Cris es el mejor amigo, pero el peor marido.
—¿Cuánto tiempo habéis estado juntos?
—Un año de novios y trece casados. Hace unos días ha sido nuestro aniversario de boda... Para que veas lo que son las cosas.
—¿Se ha acabado el amor?
—Yo creo que Cris después de los dos infartos que tuvo hizo un cambio de valores en su vida. La empezó a ver desde otro punto de vista y parecía que se había acabado el amor por su parte. Cambió el trabajo por todo, por la familia, por los amigos..., y sólo se ha dedicado a trabajar.
—¿Cómo te has sentido en los últimos años?
—Me he sentido muy sola, poco valorada. Me sentía vacía y sin apoyo. No perdí el amigo, pero perdí el referente de tener una pareja. Yo siempre he compartido lo suyo, sus cosas, su mundo y a Cris no le interesa mi mundo. Creo que se me ha visto muy sola.
—¿Le guardas rencor?
—Rencor no, pero he sentido ese vacío que te hace sentirte decepcionada con tu vida. Me faltaba algo que siempre había tenido con Cris y no le culpo por ello. Las personas evolucionan y los sentimientos también. La soledad la llevo bien. Estoy acostumbrada por mi vida y mi trabajo a estar mucho tiempo viajando y viviendo sola, pero los tres años que él vivió en Melilla, los dos de Marbella y desde hace dos años vive en lla nos han pasado factura. Así es difícil que un matrimonio sobreviva. Seis años fuera de casa son demasiado tiempo y, además, él viviendo y estando en el mundo de la noche.
—¿Has tenido que perdonar muchas cosas?
—Sí, he tenido que perdonar lo que se le perdona a alguien que trabaja de noche. Es muy duro ese mundo. Lo que no he podido perdonar, o mejor dicho olvidar, es la falta de apoyo y complicidad en los últimos tiempos. Cuando tienes algo te resistes a perderlo y a nosotros se nos escapó el amor.
—¿Por qué no habéis tomado esta decisión hace tiempo?
—Tienes razón. Deberíamos haberla tomado hace tiempo, pero ha podido ser la comodidad de estar con una persona con la que tienes muchas cosas en común: el grandísimo respeto que nos tenemos y la gran libertad que nos hemos dado el uno al otro es lo que han hecho que pudiéramos seguir juntos. A pesar de todo, siempre me he dedicado a él en cuerpo y alma. Entre nosotros nunca ha habido celos. Ninguno de los dos somos celosos, por eso hemos podido hacer nuestras vidas juntos, pero al mismo tiempo por separado.
—¿La dificultad y los problemas que has tenido en tus embarazos han podido causar mella en la relación de pareja?
—No, él ya tenía dos hijas y esa faceta la tiene cubierta más que de sobra. Ha tenido, si cabe, más culpa de nuestra ruptura la dedicación tan grande que tiene con su trabajo. Por culpa de su trabajo se olvida de todo. La que quería tener hijos era yo, pero... ¿Si hubiésemos tenido un hijo, las cosas podrían haber sido diferentes? La verdad es que no lo sé. A lo mejor yo habría estado más centrada en mi hijo, pero al final las cosas habrían acabado igual. Un hijo nunca es la solución para una pareja. La maternidad la he buscado con todas mis fuerzas, pero la vida no me ha sonreído todavía. He sufrido mucho.