Entrevista exclusiva con Carmen Martínez-Bordíu el día de la boda de su hijo

Por hola.com

Finalizados la boda y el banquete nupcial, y tras escucharse en la noche caribeña —por cierto, una noche de fiesta por todo lo alto— los más variados ritmos y sones, entre los que destacaron el flamenco y las populares voces de Antonio Romero y Rafael (Los del Río), el poderío de la voz de David Bisbal y la magia de Juan Luis Guerra, pudimos conversar con Carmen Martínez-Bordíu, la madrina, que nos dijo:

—Este ha sido el día más bello de mi vida y un acontecimiento que me ha dado una felicidad sólo comparable a la que sentí cuando nacieron mis hijos.
La elección del lugar
—Se comentó hace un tiempo que se iban a casar en París. ¿Hubo algo concretamente en ese sentido?
—No hubo nada. Nunca se barajó la posibilidad de celebrar la boda en París. Como tampoco —aprovecho para repetirlo— se planteó la idea de que la madrina fuera mi madre (por supuesto, si ella hubiera hecho la menor insinuación, yo le hubiera cedido mi lugar, pero a mi madre, que es una mujer discretísima, la misma idea le horrorizaba). No se planteó de forma alguna la posibilidad de que yo no fuera la madrina de mi hijo. Por lo tanto, el rumor ha sido absurdo y no tuvo fundamento real alguno.
- Se dijo también que se podían casar en Florida.
—Esa posibilidad sí estuvo sobre el tapete. Concretamente, se pensaban casar en Palm Beach, dado que los padres de Margarita tienen allí una casa y son, por otra parte, grandes deportistas (Víctor Vargas, mi consuegro, juega en un equipo de polo; la propia Margarita es una excelente amazona que toma parte en competiciones hípicas de salto...). Sin embargo, a raíz de las últimas y estrictas medidas de seguridad tomadas a causa de las amenazas de atentados se abandonó la idea.
—Y finalmente, fue aquí en La Romana.
—Un lugar maravilloso, por cierto, en el que a la vez se podía celebrar la boda de una manera más informal que en Palm Beach. Y en el que también tienen casa los padres de Margarita. A mí, la idea de La Romana me encantó desde el primer momento, porque la República Dominicana fue la primera isla que descubrió Cristóbal Colón, poniéndole el nombre de La Española.
—Por cierto, ¿qué regalos intercambiaron Luis Alfonso y Margarita el día de su petición de mano, celebrada a comienzos del pasado agosto en el pazo de Meirás?
—Mi hijo le regaló una pulsera preciosa que perteneció a la Reina Victoria Eugenia, y que Luis Alfonso heredó de su padre, Alfonso de Borbón. Por mi parte, a mi nuera le regalé una pulsera de familia, y, a su vez, mi madre, un broche precioso que perteneció también a la Reina Victoria Eugenia y que Alfonso, mi primer marido, le había regalado a ella cuando nos casamos.
En la pantalla de su ordenador personal
—¿Recuerdas cuándo te habló por primera vez Luis Alfonso de Margarita?
—En realidad, no me habló, me enseñó una foto que tenía —y que sigue estando— en la pantalla de su ordenador personal. Fue durante unas vacaciones que nos fuimos a pasar Cynthia, él y yo a isla Mauricio, el verano del pasado año, es decir, de dos mil tres. No me dijo nada más, pero cuando vi a la chica ya sabía que era algo que iba para adelante, algo que iba en serio.
—Algo le preguntarías, ¿no?
—Yo nunca pregunto nada. Si me lo quieren decir, me lo dicen.
—¿Y cuándo te dijo: «Mamá, me voy a casar»?
—Poco tiempo después, pero no recuerdo bien el momento y el día exactos. Lo que sí está muy claro es que Luis Alfonso ha cumplido hoy lo que, cuando, a partir de los veinticuatro o veinticinco años, de pronto, le veía o aparecía con alguna chica, y le decía: «Bueno, ¿y?», decía yo. Y me respondía siempre: «Yo, hasta los treinta años no me caso». Y justo este mismo año ha cumplido los treinta y ya está casado.