Estamos, de nuevo, ante un trastorno de la personalidad, que no permite poner en práctica un patrón saludable y normalizado de conducta. Los individuos con trastornos de la personalidad como el que nos ocupa no perciben de manera objetiva a las personas, y mucho menos a las situaciones diarias de la vida. Son personas que no fluyen de manera fácil, dando la sensación de un autoboicot continuo, y de entorpecer las relaciones interpersonales en todos los ámbitos: de pareja, de amistad, familiar y laboral.
Y, sobre todo, estar en continua guerra con ellos mismos, lo que es agotador para la persona y el entorno, tal y como nos explica la psicóloga clínica Pilar Guerra Escudero, que apunta que estos trastornos pueden dividirse en tres bloques:
-En el grupo A se encontrarían todos aquellos trastornos que tienen que ver con utilizar un tipo de pensamientos extraños, excéntricos y desadaptativos.
-En el grupo B, almacenamos todas aquellas personalidades con una alta carga de dramatismo, exageración y desorganización emocional.
-Por último, en el grupo C incluimos alteraciones de la personalidad relacionadas con excesivo temor, y un grado inabordable de ansiedad.
En el caso concreto del delirio persecutorio, nos encontramos con un síntoma totalmente invalidante que se pone de manifiesto en los cuadros clínicos de los trastornos de personalidad de tipo A, entre los que se incluyen el trastorno paranoide, el trastorno esquizotímico y el trastorno esquizoide de la personalidad.
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