"Si es que estoy tonta". "No voy ni a intentarlo porque no voy a ser capaz". "¡Qué torpe soy!". Frases como estas son muy habituales en las conversaciones que las personas tienen consigo mismas. A veces, se dicen con la idea de que son simples expresiones que no tienen ningún impacto en uno mismo, pero eso no es así.
Hablarse mal, juzgarse duramente y no permitirse fallar, son conductas que influyen mucho en la percepción que se tiene de uno mismo y que afectan a la autoestima y la autoconfianza, porque el cerebro cree absolutamente todas esas frases y pensamientos autodestructivos. Al mismo tiempo, esta relación con uno mismo afecta al lugar que cada persona se da en su escala de prioridades y a la salud de sus relaciones con otros; haciendo, por ejemplo, que sea más difícil establecer límites sanos por miedo al rechazo. Por eso, cuidar la relación que tenemos con nosotros mismos no es una opción, sino un deber.




