A veces parece que nuestra felicidad depende de si estamos o no en pareja. La sociedad nos empuja a creer que tener una relación es sinónimo de plenitud y éxito personal. En otras ocasiones, sucede lo contrario: estar en pareja parece significar un embudo de sacrificios y esfuerzos que podrían minar nuestra libertad y camino.
Sin embargo, no hay extremo válido. El verdadero bienestar no se trata de la situación sentimental, sino de la relación que tenemos con nosotros mismos. Estar en pareja está bien, y no estarlo también, siempre que nuestra salud mental y nuestro estado de ánimo no dependan de ello.
Puede que te haya pasado alguna vez, o que en tu entorno hayas visto cómo una persona soltera hace comentarios despectivos hacia una pareja por razones sin peso. También, es probable que hayas vivido lo contrario y que algunos novios hayan juzgado a una amiga por el simple hecho de no estar en una relación con alguien, señalando que le falta madurar, o que no asienta la cabeza. Incluso puede que cada una de las partes haya manifestado querer estar en la otra, es decir, que una pareja envidie la vida de la soltería, o que una persona soltera quiera vivir ese cariño y romanticismo. Es aquí, en estos dos casos, cuando las muchas veces las críticas y la envidia juegan malas pasadas y llevan a esas personas a actuar de esta determinada (y dañina) manera.
Todo esto sucede porque a veces no nos sentimos suficientemente valiosos tal y como somos. Cuando esto pasa, tener o no pareja no actúa como condicionante para sentirse bien. Sobre esto, la doctora en Psicología y portavoz clínica en Clearly, Silvina Pérez Zambón, explica: "Existe un concepto que la psicología psicoanalítica toma de la filosofía y la antropología: la falta. La falta no es un defecto, sino algo esencial que define lo que somos. Es decir, el ser humano es un ser inacabado, siempre en búsqueda de algo que le dé sentido". Ese motor de búsqueda forma parte de la vida y nos impulsa a crecer.
El hecho de no tener todas las piezas resueltas es justamente lo que nos impulsa a crecer, mejorar y movernos hacia nuevas experiencias. Ese "no estar completos" no debe tomarse como un defecto, sino como una oportunidad. Silvina Pérez Zambón señala que esta sensación de falta también tiene un origen vincular: "El ser humano nace en un estado de separación y dependencia, inicialmente del vientre materno". Desde el inicio, necesitamos de otro para sobrevivir y eso marca nuestra forma de vincularnos. Es natural que busquemos afecto o compañía, porque nuestra historia emocional se construye a partir de los otros.
Además, esa falta estructural nos hace buscar aquello que creemos que puede completarnos. Como agrega la experta en salud mental, "es importante entender esto y saber posicionarnos, porque si solo nos enfocamos en lo que no tenemos, no podremos disfrutar lo que sí. El viejo y querido vaso medio vacío o medio lleno". Aquí aparece un punto clave: si vivimos buscando o pendientes de lo que falta, perdemos de vista lo que ya está. Practicar gratitud y presencia reduce la sensación de vacío emocional.
Estrategias para sentirse satisfecho con uno mismo (con o sin pareja)
Para aprender a sentirse completo y satisfecho con un mismo, Silvina Pérez Zambón sugiere varias técnicas.
- Interiorizar que una relación no te define: se esté soltero o en pareja, "podemos aprender a aceptar nuestra incompletud y buscar sentirnos suficientes, tanto dentro de un vínculo de pareja como fuera de él". Para ello, comprender que tu valor no depende de tener pareja e interiorizar con conciencia que una relación puede sumar, pero no define tu identidad ni tu autoestima es fundamental.
- Paralelamente, la doctora en Psicología sugiere apoyarse en proyectos personales: "Una forma de sentirnos satisfechos es tener proyectos y objetivos que nos impulsen y nos den una sensación de propósito en la etapa vital en la que estamos". Crear metas propias evita que la vida gire exclusivamente en torno a la pareja. Cuando hay intereses personales, hobbies y metas, se fortalece la identidad individual.
- Encontrar una motivación: "Cada persona es diferente en cuanto a lo que la motiva y entusiasma. Podemos tomar ideas del entorno si nos sentimos perdidos, pero tendremos que adaptarlas a nuestra propia idiosincrasia". No existe una fórmula universal para sentirse pleno. Lo importante es descubrir qué te enciende internamente, no qué funciona para otros.
Compararse con los demás puede hacer daño
Es muy común que comparemos nuestra vida con la de las personas que nos rodean. Al verles felices en pareja podemos sentir ganas de vivir lo mismo. Incluso, en la situación contraria, ver a alguien viajando solo de un país a otro, conociendo personas y viviendo experiencias nuevas continuamente, también puede llevarnos a anhelar esa vida. Esta comparación no es mala, siempre y cuando la llevemos a cabo en su justa medida.
La comparación constante nos desconecta de nuestro propio camino. Silvina Pérez Zambón lo explica así: "La comparación es inherente a la condición humana. Los seres humanos no sabemos de forma instintiva quiénes somos; por eso nos miramos en los otros, como en un espejo, para reconocernos y encontrar nuestra identidad".
Compararse no es un error, es un reflejo automático. El desafío está en identificar cuándo deja de ser útil y empieza a lastimar. Como señala la experta: "Sentimos que algo nos falta y que el otro lo tiene. Emerge la angustia, la sensación de vacío y la ansiedad por huir o llenar el hueco con lo que sea". En un momento en el que las redes sociales están a la orden del día y ocupan parte de nuestro tiempo libre, ese pensamiento aumenta la comparación. Pero las redes sociales se han convertido en vitrinas de vidas idealizadas. Solo vemos highlights, no la realidad completa.
Como alternativa frente a las redes sociales, sugiere: "En su lugar, podemos escuchar un pódcast, ver un capítulo de una serie, poner música que nos agrade o leer un libro.” Estas opciones conectan con el bienestar en lugar de alimentar la comparación social. Y advierte sobre la ficción de lo que vemos: "Algo importante para recordar cuando entremos en el bucle de la comparación es pensar en que las redes sociales son el equivalente de lo que antes era la televisión". Mirar redes es presenciar una edición de la vida, no la vida misma.
Cómo dejar de compararte con tu entorno
Para romper ese ciclo comparativo, Silvina Pérez Ocampo aconseja acciones concretas:
- Desinstalar las aplicaciones del teléfono móvil: "Lo primero que debemos hacer, si esto nos resuena, es desinstalar las aplicaciones de redes sociales del móvil". Reducir la exposición a estímulos comparativos es una forma de proteger la salud mental. No se trata de desconectarse del mundo, sino de recuperar el control. Si esto parece demasiado tajante, también otra opción es empezar por quitarlas de la pantalla principal, para que no estén tan a mano..
- Mirar hacia el interior. “En terapia trabajamos desde varias perspectivas. Principalmente, hacemos una reflexión, una mirada hacia el interior". Mirar hacia adentro permite distinguir lo que deseas de lo que te han hecho creer que deberías querer.
Pautas para conectar contigo mismo
Aunque nos encontramos inmersos en un mundo en el que el mindfulness y los ejercicios de relajación y meditación se encuentran a la orden del día, lo cierto es que buscar esta autoconexión no resulta fácil. Por ello, la doctora en Psicología sugiere llevar a cabo "pequeños ejercicios para conectar con una misma y validarnos, para entender que no hay un ser humano igual a otro y, por ende, no habrá una pareja igual a otra".
No resulta sencillo escoger los ejercicios por los que comenzar con esta reflexión. El catálogo es amplio, sin embargo, ella propone algunos útiles que pueden ser buenos aliados para esas primeras veces en las que nos proponemos mirar hacia adentro: "Tanto si estás en pareja como soltero, cierra los ojos, respira profundo, piensa en tu situación actual y percibe cómo te sientes". Observar sin juzgar es un acto de honestidad emocional.
El cuerpo habla antes que las palabras. Escucharlo es un camino hacia el autoconocimiento, por lo que tras esta primera práctica que propone la experta, también merece la pena dedicar tiempo a la observación emocional. "Trata de percibir tanto las emociones (bienestar, amor, miedo, tristeza) como las sensaciones corporales (relajación, calidez, vacío en la boca del estómago, tensión en los hombros)", señala.
Los resultados de esta observación emocional aportan claves fundamentales para entender dónde nos encontramos y cómo y por qué estamos viviendo el momento presente. Silvina Pérez Zambón aclara: "Si te sientes bien, es por ahí. Si estás soltero, aprovecha para hacer algo contigo mismo: salir a pasear, entrenar, comprarte algo rico o ir al cine. Si, en cambio, actualmente estás en pareja, este es el momento para enviarle un mensaje amoroso y también aprovechar para hacer algo juntos".
Es muy probable que al mirar hacia el interior aparezcan emociones incómodas y muchas que no esperabas o no querías enfrentar. Si esto sucede, lo más inteligente es darle la vuelta a la situación y, en lugar de sumergirse en esa molestia, tratar de exprimirla para aprender lecciones: "Este es un buen momento para hacerte algunas preguntas sobre qué es esa sensación, por qué la sientes, de dónde viene o desde hace cuánto que te encuentras así". Darse permiso para sentir sin huir es el inicio de la madurez emocional.
Y, aunque es difícil toparse de frente con estas emociones, para superarlas hay que combatirlas, no saltárselas. A veces somo capaces de hacerlos nosotros mismos, y en muchas, necesitamos recurrir a profesionales de la salud mental que nos ayuden a desatornillarlas o, simplemente, a transitarlas. Como señala la experta: "No es fácil hacerse estas preguntas, ya que generan temor y angustia. La psicoterapia puede ayudar guiando la reflexión, orientando y acompañando el proceso de observación".














