Conversaciones interminables con tu mejor amiga, llamadas frecuentes a tus padres o hermanos... antes, no hace tanto tiempo, era un gesto habitual: cogías el teléfono (fijo), marcabas el número y a charlar. Pero los nuevos tiempos traen nuevas costumbres y, hoy en día, parece que cada vez más gente tiene lo que podríamos calificar de fobia a comunicarse mediante llamadas telefónicas. Algo especialmente llamativo en personas jóvenes. Las aplicaciones de mensajería, como WhatsApp, han ganado tanto terreno de una forma abrumadora y optamos de forma mayoritaria por los chats de texto, y cada vez llamamos menos por teléfono.
¿Qué implica desde el punto de vista psicológico?
Tal y como nos explica la psicóloga general sanitaria Leticia Martín Enjuto, el creciente rechazo a las llamadas telefónicas, a menudo denominado "ansiedad telefónica" o "telefobia", está influenciado por una compleja interacción de factores psicológicos. “La llamada telefónica representa un tipo de interacción en tiempo real y sin la red de seguridad que ofrecen los mensajes escritos. Esta falta de control genera una presión considerable: no hay tiempo para premeditar una respuesta, corregir un error verbal o procesar las emociones del interlocutor a un ritmo propio. Este temor a la improvisación y a la posibilidad de decir algo ‘incorrecto’ es un factor de evitación significativo, ya que la persona busca protegerse de la vulnerabilidad inherente a una conversación sin filtro”, nos detalla la experta.
En su opinión, la comunicación telefónica demanda una atención exclusiva y una presencia psicológica que se ha vuelto escasa en la cultura de la multitarea. A diferencia de un mensaje de texto, una llamada requiere dejar de lado otras actividades para dedicarse por completo al interlocutor. “Esta interrupción puede ser percibida como una intromisión en el flujo de la vida diaria, que a menudo está fragmentado y sobrecargado. En esta línea, la evitación de las llamadas es una forma de preservar la sensación de control sobre el propio tiempo y espacio mental”, nos comenta.
Esta evitación, además, está intrínsecamente ligada al miedo a la evaluación y al juicio social. La psicóloga explica que la voz y la entonación transmiten una enorme cantidad de información emocional, y la persona que se siente ansiosa por el juicio teme que su voz pueda revelar nerviosismo, inseguridad o falta de confianza. “La inmediatez de la llamada hace que nos sintamos expuestos a la posibilidad de un juicio instantáneo. La evitación se convierte así en un mecanismo de defensa para proteger la autoimagen”, detalla.
La inmediatez del WhatsApp y las relaciones personales
Una de las primeras dudas que nos surge es cómo afecta la inmediatez de WhatsApp a la calidad de nuestras relaciones personales. “Ha transformado la dinámica de nuestras relaciones personales, impactando la calidad de las mismas de manera absoluta. Por un lado, crea una sensación de conexión constante y una disponibilidad que puede ser reconfortante, permitiendo la comunicación instantánea sin importar la distancia”, nos cuenta Leticia Martín Enjuto, que apunta que no todo es positivo: “Sin embargo, esta misma inmediatez puede generar una presión social sutil pero constante. La expectativa de una respuesta rápida y las notificaciones de lectura pueden convertirse en fuentes de ansiedad, creando un nuevo tipo de ‘carga de relación’ que desdibuja los límites entre el tiempo personal y el tiempo dedicado a los demás”. Este punto a veces genera que la comunicación se sienta más como una obligación que como un acto libre y voluntario.
La inmediatez de WhatsApp, comenta la experta, tiende a fomentar una comunicación superficial. “La rapidez de los intercambios, a menudo impulsada por la prisa, no deja espacio para la reflexión profunda o para la exploración de emociones complejas. Las conversaciones se vuelven más transaccionales que relacionales, enfocadas en intercambiar información o coordinar planes de manera eficiente, en lugar de construir intimidad y conexión emocional”, argumenta. Así, esta falta de profundidad puede generar una falsa sensación de cercanía, donde se cree que se está en contacto constante, pero en realidad se está perdiendo la oportunidad de un intercambio humano más significativo y enriquecedor.
A largo plazo, en su opinión, esta dependencia de la comunicación instantánea puede deteriorar las habilidades de escucha activa y empatía. Al acostumbrarnos a mensajes cortos y directos, nuestra capacidad para interpretar las sutilezas de una conversación en tiempo real se debilita.
"La inmediatez de la llamada hace que nos sintamos expuestos a la posibilidad de un juicio instantánea"
Así influye la ansiedad social
No podemos perder de vista que la ansiedad social juega un papel determinante en la preferencia por los mensajes escritos. Tal y como nos comenta la psicóloga, para una persona con este tipo de ansiedad, cualquier interacción social en tiempo real, como una llamada telefónica, es una fuente de estrés considerable. “El temor a ser juzgado, a cometer un error, a quedarse sin palabras o a ser percibido de forma negativa se intensifica en un formato que no permite la premeditación. La llamada telefónica, al ser un acto espontáneo y sin un guion, se convierte en un escenario de performance social que la persona ansiosa prefiere evitar”, apunta.
¿Qué sucede, por el contrario, con los mensajes escritos? Ofrecen, en cambio, un espacio de seguridad y control. Y es que la persona “tiene la oportunidad de redactar y revisar su mensaje, de elegir las palabras con cuidado, y de asegurarse de que lo que se envía sea una versión pulida y precisa de lo que desea comunicar”. Este proceso reduce drásticamente el riesgo de cometer un error verbal y alivia la presión de la respuesta instantánea. “Para alguien con ansiedad social, esta capacidad de edición y control es un mecanismo de afrontamiento fundamental que le permite participar en la comunicación sin exponerse a los desencadenantes de su ansiedad”, nos cuenta.
Las llamadas telefónicas y el miedo al rechazo
Le planteamos a la psicóloga una duda: ¿Podría decirse que el miedo al rechazo se intensifica en una llamada telefónica? “Sin duda, el miedo al rechazo se intensifica en una llamada telefónica. El acto de llamar es una solicitud directa y explícita de la atención del otro. Exige una respuesta inmediata y pública, ya sea que la persona conteste o no. La posibilidad de que la llamada no sea atendida, o de que la conversación sea corta y superficial, se percibe como un rechazo instantáneo y personal. Este tipo de retroalimentación directa y sin ambigüedades es mucho más impactante para el cerebro que teme al rechazo que la comunicación asíncrona de los mensajes de texto”, nos explica.
En contraste, un mensaje de texto es una forma de comunicación más "suave" y menos demandante. Leticia Martín Enjuto explica que no exige una respuesta inmediata y puede ser ignorado sin la misma sensación de rechazo social. “Si un mensaje no recibe respuesta, puede ser justificado de múltiples maneras (la persona está ocupada, no vio el mensaje, etc.), lo que disminuye la intensidad del miedo al rechazo. El proceso de espera de una respuesta es menos directo y, por lo tanto, menos amenazante para la autoestima de la persona”, apunta.
“La llamada telefónica, al ser una interacción síncrona como he comentado en líneas anteriores, amplifica el miedo al rechazo porque el potencial de ser rechazado es instantáneo y muy visible”, añade la psicóloga.
"La llamada telefónica, al ser un acto espontáneo y sin un guion, se convierte en un escenario de performance social que la persona ansiosa prefiere evitar"
Las consecuencias de sustituir la voz por el texto
Para la experta, cuando sustituimos la voz por el texto en nuestras conversaciones cotidianas perdemos una riqueza emocional insustituible. No podemos perder de vista que la voz humana es un vehículo de comunicación extraordinariamente complejo que transmite no solo palabras, sino también matices de tono, ritmo, inflexión y cadencia. Estos elementos son cruciales para comunicar sarcasmo, empatía, entusiasmo o tristeza, sin necesidad de usar emoticonos o explicaciones adicionales. “La ausencia de la voz en la comunicación escrita a menudo conduce a malentendidos y a una interpretación errónea de las intenciones, ya que el receptor debe inferir el estado emocional del emisor basándose únicamente en el texto”, indica.
Pero es que, además de los matices de la voz, perdemos la oportunidad de una conexión humana genuina y espontánea. “La conversación en tiempo real, con sus pausas, sus respiraciones y sus risas compartidas, es una experiencia única de co-creación que fortalece los lazos interpersonales. El texto, al ser un medio unidireccional, fragmenta esta experiencia y la reduce a una serie de intercambios descontextualizados. La intimidad que se construye a través de la escucha activa y la presencia se ve mermada, ya que la comunicación se vuelve más cerebral y menos emocional, sustituyendo la resonancia humana por la eficiencia del intercambio de información”, nos explica.
Al evitar las llamadas, dejamos de practicar la lectura de estas señales sutiles, lo que nos hace menos hábiles para comprender y responder a las necesidades emocionales de los demás. Con el tiempo, la psicóloga explica que esta falta de práctica puede llevar a una desconexión emocional, donde las relaciones se mantienen activas en la superficie, pero carecen de la profundidad y el apoyo que se obtienen de una interacción humana completa.
En qué momentos es mejor optar por una llamada
Teniendo todo esto en cuenta nos planteamos cuándo sería más recomendable coger el teléfono y optar por una llamada telefónica. “Sería más saludable optar por una llamada cuando el tema de conversación es emocionalmente delicado, complejo o susceptible de ser malinterpretado. Los desacuerdos, las disculpas, la expresión de sentimientos profundos o la necesidad de dar malas noticias son situaciones donde la falta de tono en un texto puede generar más ansiedad y conflicto. La voz permite la aclaración inmediata y la modulación de las emociones, elementos cruciales para la resolución de conflictos y para evitar la escalada de la tensión”, nos explica Leticia Martín Enjuto.
Asimismo, en su opinión, es más saludable recurrir a una llamada cuando el objetivo principal no es solo la transmisión de información, sino la demostración de apoyo y conexión. “Cuando un ser querido está pasando por un momento difícil, como una pérdida, una enfermedad o una crisis, un mensaje escrito puede parecer impersonal y distante. La voz, en cambio, transmite presencia, cuidado y solidaridad de una manera que las palabras escritas no pueden. Escuchar la voz de alguien que se preocupa es un acto terapéutico que fortalece la resiliencia emocional y alivia el sentimiento de soledad”, nos comenta.
"En consulta vemos cómo, una llamada es la opción más saludable cuando se busca profundizar en una relación o mantener la intimidad. Las conversaciones espontáneas y sin un propósito definido, donde simplemente se habla de la vida, de los sueños o de las preocupaciones cotidianas, son la base de la conexión humana. Estas conversaciones no solo construyen el vínculo, sino que también nos permiten practicar la escucha activa y la empatía, habilidades esenciales para el bienestar relacional. Elegir una llamada en estas situaciones es una inversión consciente en la calidad de la relación, priorizando el ser humano sobre la conveniencia de la tecnología”, considera la psicóloga.
"Cuando un ser querido está pasando por un momento difícil, como una pérdida, una enfermedad o una crisis, un mensaje escrito puede parecer impersonal y distante"
Evitar malentendidos
No podemos perder de vista un factor fundamental: “La falta de tono y lenguaje no verbal en los mensajes escritos es una de las principales fuentes de malentendidos interpersonales. La comunicación humana es un proceso holístico donde las palabras solo representan una fracción del mensaje total. El tono de voz, las pausas, el ritmo, las expresiones faciales y la postura corporal proporcionan un contexto crucial que ayuda a interpretar la intención detrás de las palabras”. Pues bien, al eliminar estos elementos en un mensaje de texto, se crea un vacío que el receptor debe llenar con su propia interpretación, la cual a menudo está influenciada por su estado emocional, sus sesgos cognitivos o sus experiencias pasadas con el emisor.
Para la psicóloga, la mente humana tiende a rellenar los vacíos de información con suposiciones, y en muchas ocasiones, estas suposiciones son de naturaleza negativa. “Si un mensaje parece breve o carece de la habitual cordialidad, la persona puede inferir que el emisor está molesto, enojado o desinteresado, incluso si la intención original era simplemente ser conciso. Este fenómeno, conocido como ‘sesgo de negatividad’, hace que los malentendidos sean más probables en la comunicación escrita, ya que la ausencia de señales emocionales claras genera incertidumbre y propicia interpretaciones pesimistas”, explica.
"La falta de tono y lenguaje no verbal en los mensajes escritos es una de las principales fuentes de malentendidos interpersonales"
Capacidad de empatía y escucha activa
Como ha mencionado la experta, hay otro aspecto importante que tenemos que tener en cuenta. Esta tendencia de priorizar la comunicación escrita tiene un impacto significativo y perjudicial en nuestra capacidad para desarrollar y mantener habilidades de empatía y escucha activa. La empatía es la capacidad de sentir lo que el otro siente, y la escucha activa es el proceso de prestar atención total a la persona que habla, incluyendo su lenguaje no verbal y su tono. Ambas habilidades se forjan y se fortalecen en interacciones en tiempo real, donde podemos observar y responder a las señales emocionales del otro.
“La comunicación por texto, al ser asíncrona y despojada de estas señales, no ofrece la práctica necesaria para estas habilidades. Cuando nuestras interacciones se limitan a los mensajes, dejamos de ejercitar la musculatura emocional necesaria para la empatía. No estamos expuestos a la gama completa de emociones que una voz puede transmitir, ni a las pausas que indican reflexión o duda”, explica.
Todo ello tiene consecuencias y es que, a largo plazo, esta erosión de la empatía y la escucha activa puede llevar a un aumento del individualismo y a una mayor dificultad para conectar en un nivel profundo. “Las relaciones se vuelven más utilitarias, donde la comunicación se centra en la eficiencia de la información y menos en la nutrición del vínculo. Perdemos la capacidad de ofrecer un apoyo genuino y de entender verdaderamente a nuestros seres queridos, lo que puede generar una sensación de aislamiento emocional, incluso en un mundo hiperconectado”, nos comenta.
"Si un mensaje de texto lleva a la confusión, a la defensiva o a una respuesta emocional que no parece justificada, es una clara señal de que el canal de comunicación es insuficiente para la complejidad del tema"
Señales que nos alertan de la necesidad de una conversación más directa
Hay determinadas señales que deberíamos tener en cuenta y observar para saber que necesitamos una conversación más directa y humana, tal y como nos resume la psicóloga.
- La primera y más evidente es la aparición recurrente de malentendidos. Si un mensaje de texto lleva a la confusión, a la defensiva o a una respuesta emocional que no parece justificada, es una clara señal de que el canal de comunicación es insuficiente para la complejidad del tema. Los textos son inadecuados para el subtexto, y cuando este se necesita, la única opción saludable es una conversación.
- Una segunda señal es la sensación de desconexión emocional. Si una persona se siente sola o no siente que su relación se está nutriendo, a pesar de los constantes intercambios de mensajes, es un indicio de que la comunicación textual no está satisfaciendo su necesidad de intimidad y conexión. La falta de un vínculo genuino, incluso en la presencia de una comunicación frecuente, es una poderosa señal de que la relación requiere la profundidad y el calor de la voz humana. Los mensajes pueden mantener el contacto, pero no siempre construyen la cercanía emocional.
- Por último, apunta a que una persona debería considerar la necesidad de una llamada cuando el tema de conversación es de naturaleza seria o requiere empatía. Si alguien está compartiendo una noticia difícil, expresando un sentimiento profundo, o si la conversación es una de las primeras interacciones importantes con alguien nuevo, un texto es inadecuado. La urgencia de la empatía y la necesidad de una conexión auténtica son señales inequívocas de que la situación demanda una interacción más rica. En estos casos, la voz no es solo una opción, sino un requisito para una comunicación sana y respetuosa.
La influencia del ritmo de vida actual en cómo nos comunicamos
Sin duda, el vertiginoso ritmo de vida actual influye de manera determinante en nuestra elección de canales de comunicación, priorizando la eficiencia sobre la calidad. “En un entorno donde el tiempo es percibido como un recurso escaso y valioso, la comunicación asíncrona y fragmentada de los mensajes de texto se percibe como una solución práctica y conveniente. Permite la multitarea y evita la necesidad de dedicar un bloque de tiempo ininterrumpido a una sola conversación, lo que se alinea perfectamente con la cultura de la productividad y la inmediatez”, comenta la psicóloga.
Para ella, este ritmo de vida nos ha condicionado a valorar la "inmediatez" de la respuesta sobre la "calidad" de la conexión. Preferimos la satisfacción instantánea de un intercambio rápido de mensajes a la inversión de tiempo y energía que requiere una llamada. “Las llamadas telefónicas, en este contexto, son vistas como una interrupción, una demanda de atención que podría interferir con otras tareas. Esta mentalidad utilitaria reduce la comunicación a una mera transacción, en lugar de reconocerla como un acto de conexión humana que en sí mismo es valioso”, puntualiza.
Recomendaciones para recuperar el hábito de hablar por teléfono
Por último, le preguntamos a la experta qué recomendaciones daría para recuperar el hábito de hablar por teléfono sin sentir incomodidad. En su opinión, es crucial adoptar un enfoque gradual y consciente, y nos da dos recomendaciones fundamentales.
- La primera recomendación sería empezar con llamadas de bajo riesgo. Esto significa llamar a personas con las que ya se tiene una relación de confianza y que probablemente sean comprensivas y pacientes, como un familiar cercano o un amigo íntimo. El propósito de estas primeras llamadas no debe ser resolver un problema complejo, sino simplemente un breve saludo o un "cómo estás", lo que ayuda a reconstruir la confianza en uno mismo y a desensibilizar gradualmente la ansiedad sin la presión de un tema difícil.
- La segunda recomendación es preparar la llamada de antemano y no tener miedo a los silencios. Para quienes sienten ansiedad por la improvisación, tener una o dos ideas sobre lo que se quiere conversar puede ser muy útil para evitar la sensación de quedarse en blanco. Es importante recordar que las conversaciones no tienen que ser perfectas y fluidas en todo momento. Los silencios son una parte natural de la interacción humana; permiten la reflexión y no siempre son una señal de incomodidad.
“Es fundamental cambiar la perspectiva sobre el propósito de la llamada. En lugar de verla como una tarea o una obligación estresante, se debe reencuadrar como un acto de conexión y como un regalo para uno mismo y para el otro. El objetivo no es la perfección, sino la presencia. Ver la llamada como una oportunidad para escuchar la voz de un ser querido, para compartir una risa genuina o para ofrecer un apoyo tangible a través del tono de voz puede ayudar a reasociar la experiencia con el placer y la intimidad, en lugar de con el miedo y la obligación”, concluye la psicóloga.