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Psicología

¿Por qué necesitas ser el centro de atención? La psicología explica qué hay detrás de esa sensación (y cómo manejarla)

Sea tu impresión o una realidad, detrás de esta sensación se esconde un entramado de inseguridades y consecuencias que pueden resultar incómodas y hasta desembocar en ansiedad. He aquí todo lo que debes saber para gestionarla.


2 de mayo de 2025 - 12:00 CEST

Hay personas que, sin apenas proponérselo, acaparan todas las miradas. Y otras que, aunque intenten lo contrario, no logran evitar sentirse desplazadas si no están en el foco. Ser el centro de atención no siempre es algo negativo: en algunos contextos puede estar asociado al carisma, la creatividad o la capacidad de liderazgo. Pero cuando esa necesidad se convierte en una constante, cuando define el estado de ánimo o condiciona las relaciones personales, es momento de parar y observar.

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Aunque a veces se asocia a personalidades muy extrovertidas o a perfiles narcisistas, el deseo de destacar puede tener múltiples orígenes. 

A menudo se manifiesta de forma sutil: contar una historia siempre más interesante que la anterior, llevar la conversación hacia uno mismo sin darse cuenta, o incluso sentirse incómodo cuando otro recibe elogios.

La necesidad de atención constante suele estar vinculada a carencias emocionales no resueltas. En muchos casos, es una forma de compensar inseguridades, buscar validación o intentar llenar un vacío de reconocimiento afectivo. 

La infancia y los primeros vínculos suelen ser determinantes: quienes han crecido en entornos en los que solo eran escuchados cuando destacaban, pueden haber interiorizado que el valor personal depende de cuánto brillan frente a los demás.

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Cómo saber si lo estás buscando sin darte cuenta

El primer paso siempre es la observación. ¿Cómo cambia el ánimo cuando otra persona está recibiendo toda la atención? ¿Tiendes a intervenir con comentarios que te devuelvan al foco? ¿Te descubres compitiendo, incluso sin querer, con los logros o anécdotas de otros? No se trata de culpabilizar, sino de identificar. Sentirse incómodo fuera del foco no es un defecto: es una señal, una pista que invita a revisar la forma en que se está gestionando la autoestima y las relaciones.

Sin embargo, no siempre se trata de una sensación que se corresponde con la realidad, ya que es posible que lo que esté pasando es que se esté produciendo el 'efecto foco'

Según la psicología, el 'efecto foco' es una tendencia muy común: como cada uno vive en su propia cabeza, cree que todo lo que hace, dice o se pone está siendo observado por los demás. 

Pero no es así, pues aunque a menudo pensemos que sí y sintamos vergüenza ante determinados comportamientos que hemos llevado a cabo, lo cierto es que el mundo no está pendiente de nosotros tanto como pensamos. La mayoría de personas están más ocupadas en sus propios pensamientos que en juzgar los nuestros. No somos tan interesantes para los demás como lo somos para nosotros mismos.

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Qué hacer si sientes el 'efecto foco'

El 'efecto foco' puede provocar estrés y ansiedad. Sentir esa sensación de que todos te están observando, juzgando o analizando más de lo que realmente ocurre— implica reeducar la mente para salir del 'modo autopantalla'. Aquí tienes algunas estrategias prácticas para llevarlo mejor:

  • Recordar que cada quien vive en su mundo. La mayoría de personas están tan centradas en sus propios pensamientos, inseguridades y preocupaciones que apenas prestan atención al resto. Es liberador asumir que no somos el centro de sus miradas, por más que lo sintamos.
  • Cambiar el foco de atención. Cuando sientas que todos te están mirando o juzgando, redirige tu atención. Observa a tu alrededor. La mayoría de las veces, proyectamos nuestro miedo, no una realidad objetiva.
  • Registrar la experiencia. Después de una situación incómoda (como hablar en público, equivocarte, o vestirte diferente), anota cómo te sentiste y luego pregúntate qué sucedió tras hacerlo. Con el tiempo verás que tu percepción suele ser mucho más crítica que la realidad.
  • Hablarlo con otros. Compartir esa sensación con amigos o personas de confianza suele ser muy eficaz. Muchas veces descubrirás que ellos también la sienten en situaciones similares. Esto normaliza la experiencia y reduce su impacto.
  • Practicar la exposición gradual. Ponerte a prueba en pequeños desafíos (hacer una pregunta en clase, llevar algo que te guste aunque sea llamativo, iniciar una conversación) ayuda a entrenar el músculo de la indiferencia. Cuanto más lo haces, más compruebas que no pasa nada grave, todo sigue igual, y nadie se ha molestado ni reído de ti.
Cómo dejar de ser el centro de atención© Getty Images

Cuando el protagonismo es intencionado

Sin embargo, en algunos casos, la necesidad de atención no es solo una reacción inconsciente, sino un comportamiento premeditado. Se planifica la entrada a un lugar, se elige cuidadosamente un look que destaque o se prepara un tema de conversación que garantice atención. Este tipo de estrategia puede ofrecer resultados a corto plazo, pero suele generar desgaste emocional con el tiempo, tanto para quien la pone en práctica como para su entorno.

El problema no es desear reconocimiento —eso es humano— sino necesitarlo de forma constante para sentir valía. 

Cuando la identidad se construye únicamente a partir del reflejo de los demás, la sensación de vacío aparece en cuanto se apaga el aplauso. Por eso, uno de los pasos más importantes para salir de ese patrón es cultivar el reconocimiento propio, en silencio y sin testigos.

Qué hacer si no quieres ser el protagonista siempre

En lugar de luchar contra el impulso de destacar, puede ser más útil preguntarse por qué está ahí. ¿Qué necesidad emocional se está intentando cubrir? ¿Qué pasa cuando no hay atención? Reforzar la autoestima desde dentro es clave: aprender a validarse sin necesidad de testigos, celebrar los logros sin esperar el aplauso y conectar con espacios donde no sea necesario brillar para sentirse valorado.

Otra herramienta útil es entrenar la escucha activa. Poner el foco, de forma consciente, en lo que los otros comparten sin intervenir, sin aportar una historia propia que compita, ayuda a romper con el automatismo de buscar el protagonismo. En casos más graves, que puedan incomodar demasiado a los demás o a uno mismo, lo mejor será siempre acudir a terapia para conocer los verdaderos motivos que te impulsan a querer acaparar esas ocasiones.

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Cómo gestionar cuando otra persona necesita ser siempre el centro

Del mismo modo que sentirse así puede ser un lastre para cada uno, convivir con alguien que constantemente busca ser el centro de atención puede resultar agotador. En grupos, acapara las conversaciones. En redes, cada publicación es una llamada de atención. En privado, puede llegar a sentirse que no hay espacio para el otro.

Lo más importante en estos casos es marcar límites emocionales sin caer en el juicio. 

Entender que detrás de ese comportamiento puede haber inseguridad no implica justificarlo, pero sí puede ayudar a gestionarlo desde la empatía. Si la relación lo permite, hablar con honestidad sobre cómo ese comportamiento afecta la dinámica puede ser el primer paso hacia una interacción más equilibrada.

En algunos casos, tomar distancia también es válido. Si la relación está basada únicamente en el desequilibrio constante de atención y reconocimiento, y no existe voluntad de cambio, priorizar el propio bienestar es una decisión legítima.

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¿Y si el centro no eres tú?

También existe la otra cara de la moneda: quienes sienten frustración o tristeza por no ser el centro de atención. En un mundo cada vez más expuesto —donde las redes sociales convierten cada gesto en una performance pública— no destacar puede interpretarse, erróneamente, como no tener valor.

Aprender a sentirse cómodo sin ser el foco requiere un trabajo de reconexión con uno mismo. Descubrir qué gusta hacer más allá del reconocimiento, disfrutar del bajo perfil como un refugio y no como una derrota, y recordar que la luz propia no siempre necesita reflector para brillar. Porque emitir luz está bien, pero el destello a veces molesta.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.

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