Síndrome antifosfolípido: todo lo que debes saber sobre esta enfermedad autoinmune

Los síntomas más frecuentes de este problema de salud, cuyo día mundial se celebra hoy, son trombosis y complicaciones durante la gestación

Por Pilar Hernán

Dentro de las enfermedades reumáticas de carácter autoinmune se encuadra el llamado síndrome antifosfolípido (SAF), cuyo Día Mundial se celebra cada 9 de junio. Se trata de una dolencia que se caracteriza por la producción de autoanticuerpos (AAF) que actúan contra componentes de las propias células o tejidos, y que, además, puede afectar a distintos órganos.

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Cómo se manifiesta

Tal y como explican desde la Sociedad Española de Reumatología (SER), sus síntomas más frecuentes son dos: trombosis (oclusión de vasos sanguíneos) y/o complicaciones durante la gestación (abortos de repetición o partos prematuros). Este último aspecto hace que un aspecto fundamental sea la planificación del embarazo con el especialista en Reumatología, tal y como precisa la Dra. Mª José Cuadrado, reumatóloga de la Clínica Universidad de Navarra.

Así, en el caso de una paciente con este problema de salud, si sigue la terapia habitual, se logra el éxito del embarazo en el 70% de los casos. Pero si con el tratamiento habitual no es suficiente, hay otros tratamientos que pueden ayudar a que el embarazo llegue a buen término. La clave está, como decíamos, en que se planifique bien el embarazo y, además, se haga un estrecho seguimiento del mismo.

Relación con el lupus

Desde la SER nos cuentan que, aunque la presencia de anticuerpos antifosfolípidos también puede relacionarse con otros síntomas, como trombocitopenia (escasez de plaquetas), valvulopatía cardiaca, epilepsia o mielitis transversa, en la mitad de los casos el síndrome antifosfolípido está asociado a otras enfermedades reumáticas autoinmunes, siendo la más frecuente el lupus.

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Un enfoque multidisciplinar

Por todo esto, los expertos insisten en destacar la importancia de realizar un enfoque multidisciplinar frente a este problema de salud. “Es muy importante que el seguimiento de los pacientes con SAF se lleve a cabo por un equipo multidisciplinar con experiencia y que esté compuesto por un reumatólogo, un hematólogo y un obstetra, en el caso de pacientes embarazadas”, indica la Dra. Cuadrado.

¿Cuál es el tratamiento?

El tratamiento del SAF es diferente si es trombótico, pues en ese caso se necesitaría recurrir a la anticoagulación oral, para hacer la sangre más fluida y prevenir trombos, o solo obstétrico, en el que se deben administrar dosis bajas de aspirina y un anticoagulante inyectable como la heparina durante todo el embarazo.

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¿Cuál es el pronóstico de los pacientes diagnosticados de SAF?

Tal y como nos cuenta la especialista, el pronóstico general para la mayoría de los pacientes con SAF es bueno. “Con el tratamiento correcto y cambios en el estilo de vida (evitar el sobrepeso, el tabaco, el reposo prolongado, la toma de la mayoría de los contraceptivos orales, y la terapia hormonal sustitutiva tras la menopausia), la mayoría de los pacientes se mantienen sin episodios agudos de trombosis”, dice.

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El diagnóstico precoz, fundamental

El objetivo, como decíamos, es poder instaurar el mejor tratamiento posible y conseguir evitar daño orgánico en los pacientes. Por eso, es tan importante conseguir un diagnóstico precoz de esta enfermedad. Para ello, desde la Fundación Española de Reumatología (SER) se ha puesto en marcha la campaña de concienciación ‘Los relatos de la SER’ en la que se busca dar visibilidad a las enfermedades reumáticas autoinmunes sistémicas (ERAS) como el SAF. Mientras, Gustavo Amorós, presidente de la asociación SAF España, explica que “este año hay que seguir dando a conocer el SAF a la sociedad en general y especialmente a los sanitarios, para que conozcan la patología y, sobre todo, su variada sintomatología, lo cual hará que mejore un poco al menos la calidad de vida de los pacientes en España”.

Asimismo, solicita una “mayor comprensión y empatía” con todos los afectados de SAF, y que no sean juzgados en los ámbitos sociales, familiares y laborales. “Se trata de una enfermedad en la mayoría de los casos invisible y por tanto incomprendida. No obstante, al mismo tiempo, esta situación nos lleva a sufrir discapacidad orgánica, que tampoco se puede apreciar por nuestro entorno y no se entiende”, advierte.