Los riesgos del síndrome de la asimetría en pareja

Los psicólogos también lo denominan síndrome del jefe y del empleado y es una situación que puede acarrear muchos problemas a una relación

Por Nuria Safont

Los expertos en psicología lo denominan síndrome de la asimetría o del jefe y del empleado y manifiesta una clara desigualdad en una relación de pareja. Una asimetría que puede desencadenar en situaciones conflictivas, además de dependencia emocional, insatisfacción y abuso. Sebastián Girona, psicólogo especializado en vínculos, nos explica en qué consiste y, sobre todo, nos da los consejos necesarios para lograr una pareja sana y en equilibrio.

El contrato de pareja: ¿cómo debe ser?

Básicamente, una pareja tiene que ser pareja. Es decir, una pareja tiene que intentar distribuir equitativamente el poder que circula entre los integrantes del vínculo, entendiendo que todos tenemos derechos y obligaciones implícitas dentro de una relación, y que, a veces, uno de los dos tiene más derechos y menos obligaciones que el otro. Y el otro, tiene más obligaciones y menos derechos. 

Una pareja igual, o una pareja que es pareja, tiene que tratar de mantener de alguna manera las distancias, las diferencias o las jerarquías lo más cercanas posible, entendiendo que no existe una pareja completamente pareja en absolutamente todo. 

Se puede dar en un momento el hecho de que uno de los dos tenga prioridad por algún motivo (porque este año uno esté estudiando, por ejemplo) y el otro lo apoye. Y en otro momento, sea diferente y el que estaba estudiando le dé soporte a su pareja en otro tema de trabajo. Se entiende como que en un momento uno de los dos tiene más prioridad que el otro, y otro año, en otro momento de la relación, esa prioridad pasa a ser del otro. De alguna manera, así se crea un cierto equilibrio para que no se generen asimetrías y diferencias muy marcadas entre ambos integrantes de la relación. Así debería ser una pareja igual.

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¿Qué es el síndrome de la asimetría o del jefe y el empleado en pareja?

Son parejas en las que uno de los dos tiene más derechos y menos obligaciones que el otro. Es decir, son parejas en donde hay un jefe (que puede ser tanto un hombre o una mujer en una pareja heterosexual, o puede darse en parejas homosexuales) que se ubica por encima del otro, generando cierta lógica jerárquica, porque uno de los dos tiene mayor prioridad. Es lo que decía en la anterior pregunta: mayores derechos y menos obligaciones. Y al mismo tiempo mayores obligaciones y menos derechos en la otra parte de la relación. 

Básicamente, esto es como el síndrome de una diferencia muy marcada en donde hay uno muy por encima del otro y se termina haciendo todo lo que el jefe decida: vivimos en el barrio que el jefe quiera, enviamos a los niños al colegio que prefiere el jefe, nos vamos de vacaciones donde él prefiere… De alguna manera, ese jefe toma el control de muchas decisiones importantes de la relación. Y todo esto frente a la mirada pasiva del empleado que está por debajo y que de alguna forma lo acepta sin mayores inconvenientes, porque eso muchas veces representa un beneficio en términos de no tener que tomar decisiones y no cargar con el peso de la responsabilidad. 

Pero a la larga, esta situación se vuelve compleja. Se vuelve, digamos, tediosa para ambos: para el que acumula la mayor cantidad de control, que se cansa de decidir todo o de tener ese peso sobre sus espaldas. Y para el que no decide nada, porque también a veces esa sumisión puede agravarse y generar muchos conflictos.

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¿Cuándo surgen estas desigualdades?

Estas desigualdades empiezan muchas veces desde el comienzo de la relación. De forma muy incipiente, comienza a marcarse esa diferencia y se va profundizando con el paso de los años. No es algo que se instale de un día para el otro, sino que suele tener una instalación silenciosa, y a partir de ahí, empiezan a generarse como los conflictos.

Cuando uno de los dos se da cuenta de que esto ya está instalado, muchas veces ya es tarde, porque forma parte de la dinámica de la relación durante muchos años. Cuanto más tarde vamos cambiando y vamos a teniendo necesidades diferentes, uno de los dos (en general el que está por debajo, el que lo está pasando mal, tiene menos derechos y más obligaciones), suele pedir la renovación del “contrato de la pareja”. 

La renovación implica revisión, cambios de cláusulas y poder empezar a tener un contrato diferente. Dicho sea de paso, una pareja en crisis no es otra cosa que una pareja intentando renovar ese contrato, tratando de revisar y modificar ese contrato tácito que firman simbólicamente al comienzo de la relación. Y muchas parejas logran renovarlo. Otras se quedan en el camino.

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Cómo vivimos la relación de nuestros padres influye

La razón de esta desigualdad tiene varios orígenes, porque en algún punto tiene que ver con el modelo de pareja paterna que cada uno de los integrantes de la relación tenga en su cabeza. Es decir, siguiendo lo que nos tocó ver en nuestra infancia acerca de cómo era la pareja de nuestros padres. Y en general, muchas parejas han tenido esta lógica de que uno de los dos, en tiempos más machistas que ahora, tenía más derechos y menos obligaciones que el otro. Eso ha sido algo que se ha repetido bastante y el modelo de pareja paterno termina teniendo como un impacto importante, en ese sentido, eso es un factor fundamental.

Otro factor de este “por qué” tiene que ver con el choque de culturas que se produce al empezar una relación. Por más que seamos del mismo país y de la misma ciudad, entendemos las relaciones de manera distinta: uno la entiende de una manera y el otro de otra forma. Ese choque genera una lógica que termina generando desigualdades dentro de la relación. Y otra cuestión está relacionada son las creencias que tenemos acerca de cómo debe ser una relación de pareja, tiene que ver con nuestra historia, con la pareja de nuestros padres, con lo que nosotros fuimos formando y entendiendo acerca de lo que es y lo que debe ser una relación de pareja.

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¿Cómo se puede volver a una situación de normalidad en pareja?

Esto tiene que ver con poder revisar nuestro “contrato de pareja”. Todas las parejas que se sostienen en el tiempo, revisan su contrato tácito a lo largo de su vida de pareja varias veces. No hay un tiempo exacto, pero aproximadamente cada cuatro o cinco años seguramente vamos a tener que revisar el contrato de pareja.

El pedido suele aparecer por uno de los dos, normalmente el que lo está pasado mal. Y el que tiene más derechos y obligaciones, lo mira de reojo, no le convence demasiado. En mi opinión, revisar ese contrato es la oportunidad que tenemos para revisar la distribución de poder que hay y a partir de ahí, si no es equitativa, podemos empezar a tener a mejorar la normalidad en la pareja, tratando de achicar la brecha que se genera entre que está arriba y el que está abajo. 

Es importante entender que no se trata solamente de que el que está arriba llegue hasta el lugar donde está el de abajo, ni que el de abajo llegue a donde está el de arriba. Si no que se pueda establecer un punto medio donde baje un poco el que está por arriba y suba un poco el que está por abajo, para encontrar un nuevo punto de equilibrio dentro de la relación. Entendiendo también que una pareja sana o una pareja igual, puede y debe tener un proyecto en común de relación, un proyecto en común de la pareja, objetivos propios, uno o varios proyectos que los encuentre juntos y proyectándose en el tiempo. Y a su vez, la ecuación se tiene que equilibrar con un proyecto de individual de cada uno que no tenga que ver con la pareja, que a veces será el desarrollo personal o laboral de cada uno de los integrantes. 

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