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¿Cuándo tendremos una vacuna para la Covid-19?

Es la pregunta que todos nos hacemos y los expertos piensan que en 2021 ya tendremos una respuesta. Te explicamos cuál es el proceso de desarrollo y cómo se genera la inmunidad


Actualizado 27 de abril de 2020 - 15:52 CEST

La pregunta de cuándo tendremos una vacuna para combatir la Covid-19, la enfermedad producida el coronavirus SARS-CoV-2 no tiene aún una respuesta. Aunque, auguran los expertos, en 2021 ya contaremos con más información. No obstante, difícilmente estará en el sistema sanitario a principios del próximo año.

Tal como se señaló en la webinar ‘Covid- 19: Entender la pandemia y plantear el futuro', organizada por la Asociación Española de Pediatría (AEP), no será hasta entonces cuando “se sabrá si algunas de las vacunas que están actualmente en ensayos clínicos tienen la seguridad y eficacia suficiente para ser aplicadas”.

El pasado 8 de abril se habían registrado 115 candidatos a vacuna en un total de 19 países de los cuales, al menos, 73 se encuentran en fases preclínicas de investigación. Te explicamos por qué puee tardar tanto y cómo funcionan las vacunas para protegernos del coronavirus o de otros virus infecciosos.

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¿Cómo se investiga para diseñar una vacuna?

"Hay varias maneras de hacerlo que pueden ilustrarse con los desarrollos que se están llevando a cabo en España en estos momentos con el SARS-Cov2, causante de la Covid- 19", explica José M. Martínez Costas, investigador del Centro Singular de Investigación en Química, Biológica y Materiales Moleculares (CiQUS) de la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Para ello, veamos qué tipos de vacunas existen:

Vacunas inactivadas

En primer lugar, “la producción de una vacuna ‘clásica’ consiste en producir el mismo virus causante de la enfermedad y, o bien destruir su capacidad infectiva por métodos físicos o químicos (vacuna inactivada) o hacer una versión ‘atenuada’ de este virus. Esto es, que sea capaz de infectar células en el laboratorio pero no lo suficiente para producir una enfermedad cuando se administra a un individuo”, explica el investigador del CiQUs

“Esto da lugar a la producción de anticuerpos (del tipo IgM e IgG) que son nuestra primera línea de defensa frente al virus. A este mecanismo de defensa, basado en la producción de anticuerpos, se le denomina ‘inmunidad humoral’. Es relativamente eficaz con algunos virus a corto plazo y con frecuencia, poco duradero. La mayoría de las vacunas ‘tradicionales’ se basan en este principio”, explican desde Johnson & Johnson, que se encuentra desarrollando una vacuna basada en terapia génica y espera tenerla disponible, si los ensayos son positivos, en 13 meses.

La mayor parte de las vacunas que figuran en el calendario obligatorio de vacunación pertenecen a uno de estos tipos. “Suelen funcionar bien, pero requieren un tiempo de desarrollo considerable y para su producción necesitan instalaciones con altos niveles de bioseguridad, lo que suele encarecer su producción”, añade el experto de la Universidad de Santiago de Compostela.

Este es el caso de la vacuna que está desarrollándose en el laboratorio de Luis Enjuanes en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-Madrid). “Allí están utilizando métodos modernos (genética inversa) para conseguir una versión atenuada del virus. Ellos son los mejores especialistas en coronavirus del país y por tanto los más indicados para este desarrollo”, afirma el investigador José M. Martínez.

Vacunas capaces de estimular el sistema inmunológico

Otro tipo de vacunas son aquellas que no llevan el virus causante de la enfermedad, pero sí algún tipo de material genético que se modifica para que produzca proteínas del virus (antígenos) en el individuo vacunado.

De estas hay dos tipos: las consistentes en material genético, bien DNA o RNA, o aquellas que usan otro tipo de microorganismos que no causan enfermedad alguna, pero sí son capaces de infectar algunas células en el individuo vacunado donde producen antígenos del virus contra el que se quiere generar una respuesta de nuestro sistema inmunitario.

“En estos casos hay que seleccionar bien los antígenos a utilizar y esta elección va a depender mucho del virus en particular, con lo que el diseño previo a la elaboración de la vacuna va a resultar crucial para su éxito”, señala el experto. El grupo de Mariano Esteban (CNB-Madrid) están desarrollando una vacuna de este tipo usando la versión atenuada Ankara del virus vaccinia, que se modifica genéticamente para producir antígenos del coronavirus. La estrategia del equipo del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) liderada por el científico Mariano Esteban está investigando para desarrollar una vacuna usando una versión atenuada de virus Vaccinia, con la que se erradicó la viruela.

“La eficacia máxima, tanto a corto como a largo plazo, se consigue cuando además de anticuerpos se generan células especialmente dedicadas al combatir el virus, los linfocitos NK, de natural killers y una variante de estos linfocitos que se denominan ‘células memoria’. Los linfocitos NK y las células memoria llevan en su superficie unos receptores que les permiten detectar de forma específica al virus agresor. A este tipo de inmunidad se le llama ‘inmunidad celular’", agregan desde Johnson &Johnson.

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Vacunas subunitarias

En este tipo de vacunas no se usa ni virus ni nada que contenga material genético, sino simplemente antígenos víricos. En principio, "éstas son las más fáciles de producir y las que menos riesgos presentan en su administración al no tener ningún tipo de organismo vivo ni material genético, pero por el contrario suelen producir respuestas inmunes menos potentes, por lo que requieren ayuda de sustancias estimuladoras de respuesta inmune llamadas adyuvantes, que pueden presentar un cierto grado de toxicidad en algunos individuos. La vacuna que se está produciendo en el CiQUS de la Universidad de Santiago de Compostela pertenece a este grupo. “Se introducen los antígenos en unas microesferas de proteína que estimulan por sí solas el sistema inmune, por lo que no necesitamos la administración de adyuvantes y, además, son perfectamente biocompatibles”, indica el especialista.

A priori “es difícil predecir cuál de los diferentes métodos puede funcionar mejor para un virus en particular, por lo que merece la pena intentar diferentes estrategias. Además, todas estas estrategias no tienen por qué ser excluyentes y podrían combinarse para producir respuestas mejoradas”, afirma el investigador José M. Martínez Costas.

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¿Cuánto se tarda en crear una vacuna?

Normalmente, el desarrollo de una vacuna tarda entre 5 y 7 años. “Por un lado, el desarrollo de vacunas es un proceso muy largo. Primero hay que ensayarlas en modelos animales, comprobar eficacia y seguridad antes de pasar a las pruebas clínicas en humanos, que llevan mucho tiempo”, explica el doctor del CiQUS. Y es que antes de administrarlas a la población hay que asegurarse, en primer lugar de su eficacia, o sea, que protegen contra el virus de manera efectiva, y por otra parte, de su seguridad, esto es, que no tienen efectos secundarios nocivos. Generalmente, esto es un proceso que lleva años -en plural-, pero en el estado de emergencia actual los plazos, probablemente, se acorten.

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¿Puede una vacuna producir una inmunidad total?

Esta es otra de las preguntas que nos planteamos la problación. La vacuna contra la Covid-19, cuando ya esté disponible, ¿nos va a proteger? “Aunque las secuencias genéticas de los coronavirus van mutando conforme se van replicando en la población, estos cambios o mutaciones no suelen reflejarse en la estructura externa de las partículas víricas”, explica el investigador José M. Martínez Costas. Como consecuencia de esto, cabe esperar que si se logra una vacuna efectiva contra el SARS-Cov2, ésta protegerá bien al conjunto de la población contra las diferentes variantes del virus. Otra cuestión es cuánto tiempo durará esa protección, una pregunta para la que todavía no tenemos respuesta. Habrá que esperar y observar, aunque, probablemente, va a depender también del tipo de vacuna que se utilicen y de los antígenos elegidos.

Por su parte, el doctor Adolfo García-Sastre, director del Global Health & Emerging Pathogens Institute de la Icahn School of Medicine del Hospital Monte Sinaí, de Nueva York (EE.UU.), que participó en la webinar organizada por la AEP, y cuyo grupo de investigación está involucrado en el desarrollo de dos vacunas frente al coronavirus puntualiza que “no hay vacuna que pueda ofrecer una protección del 100%, pero incluso una que consiguiera una protección de un 40% ayudaría mucho en el manejo de esta enfermedad”.

Sin embargo, los largos periodo de tiempo desde que empiezan los ensayos clínicos hasta que se demuestra la efectividad y seguridad de una vacuna es otro de los problemas para poder dar solución inmediata a la situación actual. “Para el 2021 sabremos si algunas de las vacunas que han entrado en ensayos clínicos confieren protección o no, y si eso es así, tendremos vacuna para el próximo año”, explica.

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¿Quiénes se tendrán que vacunar?

Según explica el doctor Adolfo García-Sastre, en caso de disponer de vacuna, “lo ideal sería vacunar a toda la población, a pesar de que sea menos efectiva en las personas mayores que en los adultos, ya que su sistema inmune está más debilitado”.

Teniendo en cuenta que los mayores son el principal grupo de riesgo, el escenario que se contempla es crear 'inmunidad de rebaño', que se consigue vacunando a toda la población de forma que, también se protege a los que tienen menor capacidad de respuesta inmune y a los no vacunados.

“Habrá que buscar vacunas que vayan potenciadas y que permitan que los mayores tengan mejores respuestas. Sabemos por la experiencia con otras vacunas que cuando conseguimos que un 70% de la población esté inmunizada, protegemos indirectamente a las personas que por diferentes razones no se hayan podido vacunar o que tengan menor respuesta a la misma”, concluye la doctora Teresa Hernández-Sampelayo, presidente de la Fundación Española de Pediatría.