El deporte, ¿mejor sola o acompañada?

Hacer ejercicio físico es necesario y muy saludable, pero a veces también es aburrido. ¿Y si lo planteamos como un reto en equipo?

Por Cristina Soria

La motivación es  imprescindible cuando hacemos deporte o simplemente buscamos la forma de realizar ejercicio físico de forma continuada. Porque los motivos que nos pueden hacer tirar la toalla son tantos y llegan de forma tan inesperada, que contar con alguien a nuestro lado que nos motive, que comparta la responsabilidad de no cejar en este empeño y que nos ayude a perder la pereza puede ser una clave muy importante para conseguir no abandonar el fitness.

El entrenamiento en gimnasio o las clases de yoga o pilates no son especialmente divertidas. Y a veces podemos sentir que nos falta ese aliciente para convertir la rutina en algo aún más motivador. En soledad puede resultar muy aburrido y, sin embargo, cuando vamos acompañados todo puede verse potenciado y ganar en interés y motivación.

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Ventajas

Cuatro ojos ven más que dos. Ir acompañado te da una perspectiva de todo lo que haces que puede resultar muy beneficioso, porque te puede alertar sobre malas posturas o darte trucos sobre cómo mejorar tu esfuerzo, porque probablemente tu acompañante también lo esté viviendo en primera persona.

Hagamos el tipo de entrenamiento que sea, ir con compañía siempre nos aporta un indicador para medir si el esfuerzo que estamos realizando está por encima o por debajo. No solo nos medimos con nosotros mismos, sino con nuestro acompañante, y eso puede generar una competencia sana, danto el rango de reto diario a nuestra propia superación y resistencia física.

Y cómo no, resulta mucho más divertido, que también es un factor a tener muy en cuenta. Porque nadie dijo que hacer deporte tenía que ser aburrido. Al contrario, debe hacernos sentir bien y eso puede empezar por ir en buena compañía.

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Inconvenientes

Puede ser precisamente nuestro acompañante el que desestabilice nuestra constancia. Si vinculamos nuestra asistencia al entrenamiento a ir con acompañante, el día que esta persona no pueda ir probablemente le esperemos y aplacemos nuestra visita al gimnasio. Pero si por cuestiones laborales o personales nuestro acompañante debe aplazar su cita con el entrenamiento de forma continua, esto puede generar en nosotros un efecto rebote sobre las razones por las que buscábamos esa compañía.

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Porque regresar en soledad al gimnasio cuando estamos acostumbrados a ir en pareja puede hacerse cuesta arriba y suponer una ruptura difícil que tengamos que gestionar con gran esfuerzo para recuperar esa costumbre.

Además, la motivación que la compañía te da también puede restar aprovechamiento de sus sesiones. Porque yendo con compañía es probable que ambos debais amoldaros a pequeñas esperas y descansos del otro, que a la larga resten mucho tiempo a tu entrenamiento y te estén obligando a organizar tus pautas de tal forma que este esfuerzo pueda resultar no tan beneficioso como si lo realizaras de forma independiente.

Depender de otra persona te obliga a no poder improvisar. Si en algún momento dispones del tiempo y puedes ir al gimnasio o a una sesión, ¿por qué no hacerlo? Si con compañía te limita a improvisar y sumar más sesiones, puede que en este aspecto se haya convertido en un inconveniente.

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