Entre las plantas más agradecidas y vistosas, la sansevieria brilla con luz propia. Conocida también como lengua de suegra o planta serpiente, es tan resistente que parece indestructible. Se adapta con facilidad tanto a interiores luminosos como a rincones con poca luz, aunque crece mejor en espacios bien iluminados, eso sí, debe ser luz indirecta.
Originaria de las zonas áridas de África y Asia, aprendió a sobrevivir con muy poca agua gracias a un mecanismo singular: durante la noche capta el dióxido de carbono y lo transforma en oxígeno al día siguiente. Lo hace a través de diminutos poros en las hojas, los estomas, que se abren cuando el aire se enfría y se cierran con el sol para conservar la humedad.
Esa estrategia, propia de las plantas del desierto, explica su extraordinaria fortaleza y por qué la sansevieria es una compañera ideal para quienes desean un toque verde en casa sin complicaciones.
Una planta sencilla, resistente y capaz de adaptarse a casi cualquier entorno
La sansevieria es originaria de las regiones cálidas y áridas del África occidental y del sur de Asia, donde crece de manera natural en suelos arenosos y pobres en materia orgánica. Su notable capacidad para resistir la sequía y las altas temperaturas la ha convertido en una especie muy apreciada, tanto por su fortaleza como por su utilidad. En algunas zonas de África, sus hojas fibrosas se empleaban para elaborar cuerdas y tejidos, y con el tiempo comenzó a cultivarse también como planta ornamental.
Llegó a Europa en el siglo XVIII, en plena época colonial, y pronto ganó popularidad en invernaderos y salones gracias a su porte erguido y su elegancia discreta. Hoy en día se cultiva en todo el mundo y es habitual encontrarla en hogares y espacios de trabajo porque es una planta sencilla, resistente y capaz de adaptarse a casi cualquier entorno.
El secreto que la hace casi indestructible
Acostumbrada a sobrevivir en tierras áridas, la sansevieria ha desarrollado una forma de aprovechar el aire y el agua que la distingue de la mayoría de las plantas. En su entorno natural, las altas temperaturas y la escasez de humedad han obligado a esta especie a buscar un modo de protegerse de la deshidratación. Por eso, en lugar de abrir los poros de sus hojas durante el día, cuando el calor es más intenso, lo hace por la noche, cuando el aire es más fresco.
Así capta el dióxido de carbono y lo guarda para transformarlo en oxígeno con la luz del sol al día siguiente. Este mecanismo le permite reducir al mínimo la pérdida de agua y explica su sorprendente capacidad para resistir, los ambientes secos y las largas temporadas sin riego. En casa, esa adaptación se traduce en una planta que parece no inmutarse ante los cambios de temperatura o la falta de atención, siempre erguida y verde, como si nada pudiera afectarla.
La sansevieria es la planta ideal para principiantes
Quien tiene una sansevieria sabe que no exige grandes cuidados. Tolera bien la falta de riego y la escasa luz, y mantiene sus hojas firmes y erguidas incluso cuando pasa tiempo sin atención. Su crecimiento es lento, pero constante, lo que evita que se descontrole o requiera trasplantes frecuentes. Estas cualidades, unidas a su aspecto limpio y estructurado, explican por qué se integra tan bien en interiores.
Su porte vertical aporta equilibrio visual y combina fácilmente con distintos estilos decorativos, desde los más minimalistas hasta los más cálidos.
Además, al liberar oxígeno y retener parte del dióxido de carbono durante la noche, contribuye —aunque de forma modesta— a mantener un aire más saludable. No es una planta espectacular ni de floración vistosa, pero su sobriedad y resistencia la han convertido en una presencia casi permanente en hogares y espacios de trabajo.
¿De verdad purifica el aire?
La sansevieria se hizo famosa a finales de los años ochenta, cuando un estudio de la NASA la incluyó entre las plantas capaces de eliminar contaminantes del aire en espacios cerrados. Aquella investigación demostró que podía absorber compuestos como el formaldehído o el benceno, aunque en condiciones de laboratorio muy controladas.
En un hogar real, el efecto es mucho más limitado: el volumen de aire y la ventilación hacen que su capacidad depuradora sea modesta. Aun así, su particular metabolismo le permite seguir absorbiendo dióxido de carbono durante la noche, algo poco común entre las plantas, lo que la hace adecuada para interiores e incluso dormitorios. Además, sus hojas pueden capturar una parte del polvo ambiental que se deposita sobre ellas, lo que contribuye a una sensación de aire más limpio y fresco. No sustituye a una buena ventilación, pero sí ofrece una forma sencilla y natural de mejorar el ambiente y añadir vida a cualquier espacio.
Adaptaciones que explican su fortaleza
La forma y estructura de la sansevieria son el resultado de una adaptación extrema al calor y a la escasez de agua. Sus hojas, gruesas y recubiertas por una fina capa cerosa, actúan como un depósito natural que reduce la evaporación y conserva la humedad durante semanas.
Su crecimiento vertical le permite captar la luz sin competir con otras plantas y aprovechar al máximo el espacio. En interiores, soporta bien la sombra parcial y la luz artificial, aunque prefiere la iluminación indirecta y brillante.
También resiste las variaciones de temperatura y los ambientes secos, lo que la convierte en una opción ideal para pisos, oficinas o segundas residencias donde otras especies no prosperarían. Cada una de estas características confirma que la sansevieria no solo sobrevive a la adversidad: parece diseñada para adaptarse a ella.
Pequeñas curiosidades de una gran superviviente
Aunque la mayoría de las sansevierias se cultivan por la belleza de su follaje, todas pueden sorprender, llegado el momento, con una floración discreta. Sus flores, de tonos blanquecinos o verdosos, brotan en racimos y suelen aparecer cuando la planta ha alcanzado cierta madurez o ha pasado por una etapa de sequía. A veces, esa floración es una reacción a condiciones de estrés, como si la planta, al sentirse en riesgo, intentara asegurar su descendencia. También es una especie muy fácil de multiplicar: basta con dividir la planta o enraizar un fragmento de hoja para obtener nuevos ejemplares.
Además de todo ello, en distintas culturas se le atribuyen cualidades protectoras y se la considera portadora de buena suerte; en algunos países asiáticos, incluso, simboliza la prosperidad. Pero más allá de las creencias, su encanto reside en su sencillez: una planta que sobrevive con poco, crece despacio y mantiene siempre una calma imperturbable.








