Un diseño biofílico
La biofilia, esa estrecha relación que existe entre las personas y la naturaleza, es vital en la neuroarquitectura. ¿El motivo? Los entornos naturales contribuyen a reducir el estrés, por múltiples razones: mejoran nuestro estado de ánimo y creatividad y tienen un efecto calmante. Además, nos proporcionan una mejor calidad del aire y nos permiten cambiar el ruido por los relajantes sonidos de la naturaleza.
Estar en contacto con plantas, y otros elementos naturales, como por ejemplo la luz y el agua, nos vuelve a conectar con esa naturaleza de la que formamos parte y nos hace sentirnos bien.
“El profesor de arquitectura y ciencias de la salud sueco Roger Ulrich ya demostró en los años 80 del siglo pasado, que el simple hecho de mirar el verde de los árboles a través de una ventana aceleraba la recuperación en los posoperatorios, e incluso hacía que los enfermos necesitaran menos analgésicos durante su convalecencia”, relata la experta.
Nuestro sistema inmunitario se fortalece en contacto con la naturaleza. Así es que, si integramos esa naturaleza en nuestras viviendas, estamos reforzando nuestras defensas, proporcionando a nuestro cerebro un entorno que percibe como tranquilo, seguro, agradable y bello (la estética también tiene un enorme efecto terapéutico en nosotros).
Las plantas, las terrazas, los patios, las vistas... todo eso tiene un gran valor, un efecto reparador, inspirador y terapéutico en las personas.
El invernadero cuenta con un comedor equipado con unas sillas icónicas, las Lapala, diseño de Lievore Altherr Molina y que actualmente edita Expormim.
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