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A sus 43 años, está considerado el mejor y más comprometido actor de su generación. Aún con la resaca de la Copa Volpi del Festival de Venecia, Sean Penn recibió de manos de su amigo el pintor y director Julian Schnabel el premio Donostia, convirtiéndose en el más joven intérprete que ha obtenido este reconocimiento. "¿Joven? Pongo a disposición de quien quiera mis órganos. Así verán quien es de verdad el más viejo".
Pocas horas antes de subir al escenario del Kursaal, el protagonista de Cadena perpetua compareció ante la prensa donde hizo gala de su falta de divismo: "En la ceremonia de los Oscar te sientes como un extra en un programa de tele; en los festivales de cine como este, te encuentras gente apasionada por el cine. Todas las preguntas que me han hecho son coherentes, hay un alto nivel de civismo. Estoy esperando que alguien me insulte...Incluso en la sesión de fotos nadie me ha gritado. Me siento incómodo con los Oscar y feliz en un lugar como éste porque comparto emociones".
A pesar de haber sido candidato tres veces a los premios de Hollywood, no va a la ceremonia. Como dice él, todo acto social le parece "insufrible".
La brillantez de este ex surfero, que dejó las playas de Santa Mónica para materializar su pasión por la interpretación, cautivó a todos los presentes en la rueda de prensa. El chico rebelde no se considera tan malo: "Yo no diría que soy un rebelde pero sí es cierto que en mí existe un permanente sentimiento de insatisfacción y que eso condiciona mi mirada al mundo. Para mí, ser complaciente, sería criminal, como actor y como ser humano. Quizá ser así me trae problemas, aunque depende de lo que entendamos por problemas. En cualquier caso no tengo elección, no separo la expresión política de la artística".
Y es que Sean Penn es frontalmente crítico con el Gobierno de su país. "En un mundo como este no se puede ser un artista con credibilidad y estar callado. Los actores tenemos cerebro y voz y el poder que nos da un gran medio de expresión: el cine".
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