El té negro, el más conocido en Occidente, se fermenta, proceso durante el que toma su característico color oscuro y su sabor. Sin embargo ese mismo proceso hace que se oxiden los ingredientes de la hoja del té, por lo que es el más pobre en sustancias antioxidantes.
El té verde se consigue bien dejando secar las hojas al aire (método chino) o calentándolas al vapor, como se hace en Japón. Al no oxidarse, mantiene intactas todas sus enormes propiedades antioxidantes.
El té Oolong, poco consumido en Occidente, es una variedad semifermentada que combina la fuerza del té negro con el amargor del té verde.
El té rojo o Pu Erh se ha convertido en uno de los "niños mimados" del mundo del té por sus increíbles propiedades depurativas y digestivas, y, especialmente, porque ayuda a perder peso, especialmente si se consume tras las comidas. No debe tomarse nunca en ayunas, puesto que podría arrastrar la flora intestinal.
El té blanco es el más rico en antioxidantes y, por tanto, un auténtico elixir de juventud. También es el más selecto y caro, ya que está compuesto por tan sólo las hojas y brotes de la cosecha de primavera. Se deja secar sobre ligerísimas telas de muselina de algodón, y contiene nada menos que tres veces más polifenoles que el té verde. Y esos son muchos polifenoles