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ALFREDO GARCÍA REYES
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Más allá del Gran Canal, hay otra Venecia auténtica y, sin duda, seductora. Una que se puede pasear y navegar sin prisas, escuchando en callejones y recovecos casi secretos el eco de sus habitantes mientras realizan las tareas cotidianas. Más allá de Venecia, la visitadísima e inabarcable capital del Véneto, hay en esta norteña región italiana localidades y paisajes que merecen visita por sí mismos. De la ciudad donde nació la grappa a uno de los principales santuarios de peregrinación del país. Y del 'laboratorio' del arquitecto Andrea Palladio a la capilla donde el genial Giotto cambió para siempre la forma de entender el arte. La provincia gaditana sigue siendo en invierno un destino con mucho arte y sabor. Este es, sin duda, uno buen momento para disfrutar de su seductora personalidad sin multitudes. Desde Dobrovo y su escenográfico castillo se puede conocer esta comarca fronteriza con Italia en coche o en bicicleta eléctrica. Un recorrido a través de ondulantes carreteras flanqueadas por viñedos, olivos y frutales, que llega hasta Goriska (o Goriza o Gorizia) y también a las montañas prealpinas. Para hacer parada y reponer fuerzas están las bodegas y restaurantes del camino. Es, sin duda, una de las regiones italianas menos conocidas por el gran público español. Y, sin embargo, alberga lugares tan impresionantes como el macizo de los Dolomitas y ciudades cargadas con tanto arte e historia como Trento, Bolzano y Merano. Aquí lo rural y lo urbano se confunden y tan pronto se escucha hablar italiano como alemán. Con más de 3000 años de historia y bañada por un océano Atlántico que aquí se antoja especialmente azul, esta ciudad se ha convertido en una de las más seductoras de España ¡y del mundo! A apenas media hora de coche (o barco) del Paseo de Pereda de Santander, esta localidad y su magnífico entorno de arenales interminables, enmarcadas en ocasiones por acantilados, es meca para surfistas y amantes de la mejor gastronomía. Todo en esta región gira en torno a este producto lácteo, desde sus fascinantes mercados tradicionales a la carta de los restaurantes o las numerosas experiencias inmersivas. En los pueblos de la Costa Brava se mantiene una vocación marinera que da sabor, olor y color a su día a día. Y, por supuesto, a los platos de los muchos y buenos restaurantes que aquí han abierto. Vinos de pequeñas bodegas, naturaleza indómita, miradores de infarto y buena gastronomía. De todo ello anda sobrado este territorio fronterizo que tiene el Duero como eje vertebrador. Los amantes del ferrocarril lo tienen claro: el tren más espectacular del país vecino es el que recorre los paisajes de viñedos del Duero, entre la estación de São Bento, en Oporto, y el pueblo de Pinhão. Aunque lo cierto es que el trazado continúa hasta Pocinho, muy próximo a la frontera española. Una excursión ferroviaria deliciosa para un día diferente.