Se ríen como si no hubiera mañana y muestran una complicidad a prueba de bombas. La pasarela y el albero se han vuelto a dar la mano gracias a la modelo y actriz Laura Sánchez y al diestro Manuel Escribano. Cuando ninguno de los dos lo esperaba, vino el dios del amor y los flechó sin prisa, pero sin pausa. La experiencia es un grado y, en el caso de ellos, han aprendido a dar importancia a lo que la tiene y a dejar de lado las minucias de la vida. Él sabe lo que es jugarse la vida frente al toro y ella lo que es ponerse frente a la cámara y dar el mejor ángulo. En esta ocasión, como nunca lo habían hecho, nos abren no solo las puertas de su casa de Gerena, sino también de su mundo: uno que sabe que la felicidad se halla en la confianza, la admiración y la serenidad. La vida los reunió y ellos se dieron la oportunidad. Esta es su historia.
—Nos abrís vuestra casa de Gerena, en Sevilla. En realidad se trata de la casa de Manuel, que Laura 'ha invadido'.
L: Se puede decir que sí.
M: La compré yo cuando Laura ni existía, pero para nada me siento invadido. Me ha invadido un poco mis perchas y mis cajones, es lo único (ríe).
—¿Qué tal funciona la convivencia?
M: Ha sido fácil desde el primer día porque, la verdad, desde que nos conocimos, prácticamente no nos hemos separado, solo el tiempo que ha sido necesario por nuestras obligaciones de trabajo, y hemos hecho mucha vida juntos.
L: Somos muy ordenados (ríe).
M: ¡Muy iguales! Nos compaginamos a la perfección y no ha sido nada difícil la convivencia; al revés, muy fácil.
"Tenemos valores muy parejos. Damos mucha importancia a la familia, a los amigos… Y tenemos la misma forma de pensar: intentamos que las preocupaciones sean las mínimas"
—Estas son vuestras segundas Navidades como pareja.
L: Sí, Manuel está haciendo cálculos, pero sí.
M: Esta es mi segunda temporada...
—¿Cómo las estáis pasando?
L: Cuando hay ausencias familiares, estás fiestas me cuestan cada vez más. El día de Nochebuena lo paso siempre con mi madre en el pueblo, en la sierra de Huelva. Y el día de Navidad nos juntamos todos aquí en casa.
M: Hacemos punto de encuentro. Viene mi familia, mis padres y mis hermanos, somos cuatro, con sus parejas, la madre de Laura y matrimonios y amigos de toda la vida.
L: Y más tarde vienen más amigos a tomarse algo. El día de Navidad es divertido. Fin de Año lo paso con mi hija Naia también en la sierra de Huelva y ahí sí nos juntamos toda la familia, más de veinte.
—Tendrías muchas ganas de ver a Naia.
Muchísimas, ha vuelto a casa por Navidad (ríe). Está muy contenta en Estados Unidos, además de muy ocupada, tanto por el deporte como por los estudios. También se ha buscado un trabajo en la universidad, está en la lavandería en sus ratos libres para su independencia económica, y la verdad es que está feliz allí. Aunque se fue en julio y tenía ya ganas de volver unas semanitas.
—¿Hace mucho que decidisteis vivir juntos?
L: Durante un año y pico yo he pasado más tiempo en Madrid y Manuel aquí. Él subía a Madrid y se quedaba en casa, yo venía a Sevilla y me quedaba aquí. Era una maleta aquí y otra allí. Ahora, estoy de obras en mi casa de Madrid y he mudado prácticamente todo mi arsenal de looks (ríe): zapatos, ropa y todo aquí hasta terminar la obra. Eso no quiere decir que cuando tenga mi casa lista me vuelva a vivir a Madrid. Estoy yendo siempre que tengo que trabajar. Al final, tengo a mi madre a una hora de casa de Manuel; Naia está en Estados Unidos; mi negocio de Go! Eventos y We Love Flamenco están aquí. Salir, tengo que salir todos los días de casa, pero también ha sido para probar que la convivencia funciona.
—Laura ¿has hecho muchos cambios en la casa? Me contabas que vais a hacer obras en la cocina.
L: No he intentado hacer un cambio radical, voy muy poco a poco. La visión femenina es diferente a la masculina, pero Manuel está muy abierto a ver opciones. Vamos probando y siempre que estemos los dos de acuerdo, se van cambiado cosas.
M: El proyecto de la cocina más que nada y ya está. Yo creo que la casa está bonita pero como bien dice Laura, me dejo aconsejar. Luego lo tengo que ver, pero que normalmente todo lo que he visto me ha gustado.
—Manuel ¿la casa tiene finca, tienes ganadería?
—M: No, vivimos en un chalé, en una parcela grande. Tenemos nuestra piscina, nuestro patio interior grande, y la verdad es que a Laura y a mí es un proyecto que nos encantaría tener juntos, pero se tienen que dar las circunstancias. Yo entreno aquí y salgo directamente a correr al campo con los perros sueltos, y luego tengo La Caprichosa, que es una finca muy bonita con la plaza de tiente donde puedo entrenar y paso la mayor parte del día. Está aquí al lado, a 200 metros. Lo tengo todo a mano.
—¿Cómo es vuestra vida cuando estáis en casa, vuestro día a día?
L: Es muy rutinario.
M: Normalmente nos levantamos juntos, yo un poquito antes que Laura…y desayunamos juntos. Ella llega como diez minutillos tarde, pero como solo toma café…yo sí me tomo mi tostada con su jamón, café, zumo de naranja, es decir, echo mi ratito.
L: Me encantan esos diez minutos de cama sola, es como “sé que me quedan diez minutos para levantarme”. Hacemos media horita de sobremesa de desayuno (ríe).
M: Estamos juntos esa media hora porque yo después del desayuno empiezo entrenar y cuando Laura quiere, entrenamos juntos también.
—¿Entrenas en casa, tienes aquí el gimnasio?
M: sí, tengo mi gimnasio abajo donde están las cocheras, aunque es más salón de entrenamiento que parking.
L: Luego él se va a la finca a entrenar con la cuadrilla, y yo a reuniones o hago cosas que tenga que hacer, si no teletrabajo, e intentamos comer juntos casi siempre.
M: Al vivir aquí, en Gerena, estamos a tres minutos de casa de mis padres, donde nos juntamos todos mis hermanos, es un momento de reunión familiar y si no, pues comemos aquí tranquilos, porque Laura cocina muy bien, la verdad. Por la tarde cada uno continúa con su rutina. Yo me voy a entrenar un poquito o me dedico a alguna de mis aficiones, que tengo muchas, y Laura ocupa su tiempo en sus cosas, sobre todo sus negocios.
—Dices que tienes muchas aficiones, Manuel.
L: ¡Todas! (ríen).
M: el golf, la caza, el esquí, cualquier tipo de deporte que se te pase por la cabeza. Ahora es verdad que a lo que más tiempo dedico es al golf, porque lo tengo en la puerta de casa. Soy tirador de arco también.
Su historia de amor
—¿Recordáis el momento en que os conocisteis, cuando os presentaron?
L: Sí, fue muy divertido. Nos conocimos en Bilbao, se coló en una cena mía.
M: ¡Tú te colaste en una mía! Era la feria de Bilbao y había toreado ese día. Tenemos unos amigos en común, la familia de los hoteles Ercilla, que por una parte me invitaron a mí y por otra a Laura, y coincidimos sin saber cada uno que íbamos. Yo estaba con un amigo que había venido conmigo en ese viaje y Laura estaba con su hija.
L: Estaba con Naia en esa cena. Yo conocía a Manuel como aficionada taurina, pero no personalmente, y mira que somos los dos del sur y tenemos muchos amigos en común, pero nunca habíamos coincidido. La verdad es que nos reímos muchos y fue muy divertido porque, a los diez minutos, estábamos los andaluces contando chistes como locos. Nos caímos muy bien, pero no hubo chispa ni llamada del amor ni nada de eso.
M: También nuestras situaciones personales eran distintas. Nos caímos genial y nos lo pasamos muy bien, luego pasamos toda la noche juntos en la fiesta que hacen siempre después de las corridas, nos divertimos mucho y, a partir de ahí, ya no perdimos contacto.
L: Nos cambiamos los teléfonos y nos íbamos invitando mutuamente a eventos. Como yo organizo varios en Sevilla, pues le invitaba y venía. Manuel me invitaba a tentaderos y yo nunca podía ir. Hasta perder el contacto y riéndonos siempre, nos mandábamos chistes y tal para reírnos, pero ya está, nada más.
L: Y un día quedamos para tomar algo, fue como dos o tres semanas antes de esa corrida de toros, y hasta ahora. Fue el 30 de marzo, que es la fecha en que celebramos nuestro aniversario.
M: Igual que te digo que cuando nos conocimos no hubo intención de nada, sí es cierto que desde el primer día que quedamos ya no nos separamos.
—Laura, ¿esa fue la primera vez que viste torear a Manuel?
Sí, fue en esa corrida, que le cogió el toro. Madre mía, así empecé.
—¿Y eres capaz de seguir yendo a la plaza?
L: Sí…
M: Más fuerte que eso es difícil, que se den unas circunstancias de esas. Es difícil. Claro, que te coja un toro, te hiera, te operen y yo pida salir y volver para torear y matar mi segundo toro... Encima quedas triunfador, cortas las dos orejas y es una tarde prácticamente épica e histórica que se recordará.
L: Si buscas imágenes, salió la segunda vez en vaqueros porque no tenía traje.
—¿A partir de ese día es cuando no os separáis?
L: Un poco antes. Yo creo que para él era la excusa perfecta la invitación a La Maestranza.
M: Me habías invitado tú a todos tus eventos antes y había ido a todos. Y fíjate si había poca intención que yo fui acompañado a uno de esos eventos. Sin perder el contacto y riéndonos siempre, nos mandábamos chistes y tal para reírnos, pero ya está, nada más.
L: Y un día quedamos para tomar algo, fue como dos o tres semanas antes de esa corrida de toros y hasta ahora. Fue el 30 de marzo, que es la fecha en que celebramos nuestro aniversario.
M: Igual que te digo que cuando nos conocimos no hubo intención de nada, sí es cierto que desde el primer día que quedamos ya nos separamos.
—Laura, te invita a la Maestranza en la Feria de Abril, tú vas. De eso va a hacer dos años en este 2026.
—L: Exacto.
—De los dos ¿quién dio el primer paso, o fuisteis los dos?
M: Yo la invitaba más y ella me mandaba señales…
—¿Qué señales? ¿Frases por WhatsApp?
M: Sí, del tipo “estoy pasando por tu pueblo”, cuando pasaba por la autovía por el cartel de Gerena (ríe). “Estoy en Sevilla, te mando un beso”. Entonces, yo le decía que parara en casa y se tomara una cervecita, o le proponía quedar a comer, a cenar, juntarnos de nuevo. Fueron veinte invitaciones de ese tipo, asta que me dijo: “El jueves”. Aceptó la invitación… ¡Y esa fue su perdición” (se ríe).
—¿Os dio, de alguna manera, vértigo empezar algo nuevo en vuestras vidas?
L: Sinceramente, yo estaba recién separada y lo que menos me imaginaba era enamorarme.
M: Y yo igual. Llevaba algunos meses separado de mi anterior pareja y lo último que buscaba era una relación. Pero la verdad…
L: Pensamos: "Bueno, vamos a ver hoy, y a ver mañana", y así fue sucediendo hasta que llegó un momento que dijimos: "Esto se nos está complicando", aunque también pensaba: "¿Y por qué no?", "¿por qué tenemos que estipular unos tiempos?". Pensé que no debía cerrarme a algo tan bonito, por esperar un tiempo que no marca ni la ley.
M: Me pasó igual. Yo estaba en un momento en el que no buscaba nada, pero tampoco me iba a cerrar a algo con lo que estaba muy a gusto y que me encantaba.
Nunca lo hemos hablado
—¿Qué fue lo que más os sorprendió al uno del otro al principio?
L: Con respecto a la casa, lo ordenado y limpio que puede ser este hombre. Más que limpio, es pulcro en su vida. Él llega a casa, se quita toda la ropa, la mete en la lavadora, la lava, la tiende, limpia sus botas…
M: ¡Y las tuyas!
L: Y las mías. ¡Lo tiene todo ordenado! Me pareció increíble, que, tiraré del estereotipo, un hombre que se ha criado en una familia andaluza tradicional, donde las madres lo hacen todo, sea tan ordenado en su casa y tan cuidadoso para lo suyo… ¡para mí fue una sorpresa muy agradable!
M: A mí de Laura no me sorprendió tanto algo, porque tuvimos primero un contacto personal, sin ningún tipo de interés. Nos conocíamos mucho personalmente. Creo que si no hubiese cuajado nuestra relación, habríamos tenido una buena amistad. Estoy muy a gusto y muy bien.
—¿Cuáles son los pilares de vuestra relación? Parece que os divertís mucho juntos también.
L: Tenemos valores muy parejos. Damos mucho valor a la familia, a los amigos, a todo lo realmente importante, y tenemos la misma forma de pensar: intentamos que las preocupaciones sean las mínimas o casi ninguna. No somos de los que le damos dos veces vueltas en la cabeza a algo. Ambos somos muy prácticos.
M: Eso y que, además, somos muy sencillos. Aunque somos personajes públicos, con fama, somos muy normales, sin ningún tipo de soberbia ni superioridad en nada.
L: Tenemos los egos muy bien trabajados.
M: ¡Y si no, nos los aplacamos el uno a otro!
"Nos conocimos en una cena en el marco de la feria de Bilbao, donde yo había toreado ese día. Nos caímos genial, pero no hubo chispa ni nada porque también nuestras situaciones personales eran distintas"
—¿Hay algo en lo que seáis completamente opuestos?
M: Lo tendremos, pero nunca lo hemos hablado. Quizá, con las alarmas... Yo tengo una alarma y me levanto, pero Laura tiene veinte alarmas para levantarse.
L: ¡Eso le da mucho coraje de mí y a mí me da mucho coraje que algunas veces parece que estoy conviviendo con un guiri al que no entiendo! Él habla bien cuando quiere expresarse, pero cuando está en casa relajado le cuesta mucho vocalizar.
M: Hablo para dentro y me da igual si te enteras o no (se ríe).
—¿Creéis que ha llegado vuestra relación justo en un momento de madurez emocional y que en otro momento no hubiese surgido?
L: Creo que el tiempo ha jugado a nuestro favor en este sentido, porque en otro momento, por circunstancias vitales de cada uno, no hubiéramos encajado así de bien. Piensa que yo he estado en Bilbao 17 años. ¡Habría sido muy complicado tener una relación Bilbao-Sevilla! Por otro lado, creo que nos hemos encontrado en el momento ese que sabíamos perfectamente lo que no queríamos y tener una persona al lado que siempre sume, que apoye, que sea "casa", que sea "hogar". La guerra nos la dan fuera.
M: Además, nosotros todo lo que hemos vivido y el conocimiento y la experiencia que hemos adquirido lo utilizamos para lo bueno. Sabemos lo que queremos, lo que no y hacerlo super fácil todo. No tiramos nunca de una frustración antigua de cualquier tipo de experiencia o relación antigua. Al revés, hemos aprendido para que lo hagamos fácil y lo hagamos bonito.
—¿Qué es lo que más admiráis el uno del otro?
L: Yo admiro su fortaleza mental. Él hace ver fácil lo que es muy difícil.
M: Me da un poco de vergüenza, pero admiro sobre todo su inteligencia, su pasión por todo lo que hace y por todo lo suyo, lo trabajadora y luchadora que es. ¡La de cosas bonitas que te estoy diciendo!
L: ¡Te estás poniendo un poco colorado! Sin admiración no funciona la pareja. Yo admiro a Manuel y admiro a Manuel Escribano, a los dos. Cuando voy a la plaza, voy a ver a Manuel Escribano disfrutar. ¡Cuando las cosas salen bien, lo celebramos el doble!
—¿Eras aficionada taurina antes o te has hecho aficionada ahora por Manuel?
L: No. Ahora entiendo un poquito más.
M: Le voy explicando muchas cosas, le voy haciendo también que vaya entendiendo y viendo no solamente lo que ve todo el mundo, que es el toro y el torero en la plaza vestido de luces, sino todo lo que conlleva eso, todo lo que hay detrás de una corrida de toros y bueno, ya la vida de un torero.
L: Me gusta mucho el mundo del toro. Me apasiona el animal entonces yo disfruto mucho cuando voy con Manuel al campo. Yo soy taurina, porque mi padre siempre me ha llevado a los toros desde muy pequeña. Recuerdo con diez u once años ir a los toros con mi padre y con uno de mis primeros sueldos, como modelo, le regalé a mi padre un abono para la plaza de toros de Huelva.
—Veo que estás totalmente inmersa en el mundo de Manuel. Pero Manuel ¿tú qué tal te has adaptado al mundo de Laura?
M: Intento aprender de todo lo suyo. Yo de la moda, pues cero. No tenía conocimientos, pero intento aprender, que me cuente, le pregunto cosas que no sé cómo van…
L: ¡Es muy preguntón!
M: Me gusta saber del mundo donde Laura se ha movido siempre.
—La historia de Laura la conocemos más, al menos un poco general. La tuya un poco menos, Manuel. ¿Siempre quisiste dedicarte al mundo del toro?
M: Sí, vengo de una familia taurina. Mi padre es veterinario dedicado y especializado en el toro bravo. Yo siempre iba con mi capotito de niño y mi torito de juguete. Me puse por primera vez delante de una becerra con nueve años. A partir de ahí lo que era un juego se convierte en mi vida. Con catorce años, que era la edad mínima para torear, ingresé en la Escuela Taurina de Sevilla y debuté en público. Con diecinueve años, tomé la alternativa. Toda mi vida he vivido por y para el toro.
—Manuel, ¿qué significa que Laura esté cerca de ti cuando te vistes de luces?
M: Para mí es super importante. Me motiva no decepcionar a la persona que tengo al lado. Y quiero ser presumido, chulo y bueno, para mí es una forma de…
L: Me invitó a que lo viera vestido en el hotel Colón, de Sevilla, cuando llevábamos juntos quince o veinte días, más o menos.
M: En secreto.
L: ¡En secreto! Nadie sabía que estábamos viéndonos ni nada. Le dije: "Pero ¿cómo te voy a ver vestir al hotel? ¡Eso es imposible!". Cuando entré en esa habitación, ¡había 70 personas! O sea, no era que me estuviera invitando a mí personalmente.
M: Es verdad que yo invito a mucha gente, se ha tomado un poco como costumbre el venir a verme. Pero Laura era una motivación especial y ahora que está a mi lado, igual.
L: Si paso el día de corrida con él, comemos a la misma hora, nos echamos la siesta juntos… Vivo su día. Evidentemente, su cabeza está donde tiene que estar, pero me gusta estar ahí para darle confianza y paz.
Estar en paz
—¿Diríais ambos, cada uno en vuestra historia, que estáis viviendo uno de los momentos más serenos de vuestras vidas?
L: Sin duda. La edad es un grado maravilloso para ser consciente de que se necesita muy poco para ser feliz, muy poquito. Pero el muy poquito es muy importante: la salud tuya y de los tuyos, sentirte realizada en tu trabajo y compartir la vida con personas maravillosas. Y ya. El que podamos comprarnos una finca, que tengamos para hacer un viaje… Todas esas preocupaciones externas, que con veinte años te suponen una bola, a estas alturas se relativizan mucho. Creo que el resumen de la felicidad es estar en paz.
—M: Totalmente.
—Laura, el año que viene cumples cuarenta y cinco.
L: Eso es.
Camino de esa edad, ¿qué tal te encuentras? Por ejemplo, de salud, ¿qué tal estás de tu diabetes?
L: ¡Se está portando bien! Me llevo bien con ella y ella se está portando bien. Sigo mis controles semestrales. El día a día de la diabetes no es fácil, pero, estética y físicamente me encuentro bien. Las arrugas cada vez me preocupan menos. Me gusta celebrar mi cumpleaños. No oculto la edad, evidentemente, pero me parece mentira… ¡El número me parece muy grande!
—A lo mejor ahora entiendes eso de que te sientas como de treinta.
M: Yo cumpliré cuarenta y dos, tres añitos menos (se ríen) y, como digo, yo soy presumido...
L: ¡Muy presumido!
M: Siempre digo es que estoy genial y que tengo un cuerpazo. ¡Es que me veo guapo!
L: Me encantaría tener ese ego…
M: La verdad es que nos cuidamos, hacemos deporte. Me gustaría tener un poco de la fuerza de los treinta años, porque ya te lo notas un poco, pero es lo único que echo de menos. Lo demás, me veo un cuerpo perfecto, y mi mente y mi forma de ver la vida, para nada quiero tirar para atrás, ni loco.
—¿Qué os da hoy vuestra relación que no habíais tenido antes?
M: ¡Esta paz por conocernos perfectamente y pensar prácticamente igual!
L: Opino lo mismo que Manuel, pero añadiría el cuidarnos desde el amor.
"Sinceramente, cuando comenzamos, yo estaba recién separada y lo que menos me imaginaba era enamorarme. Pensé que no debía cerrarme a algo tan bonito por esperar un tiempo que no marca ni la ley"
—¿Sois más de hacer planes o de vivir el presente?
M: Planes cero. Y menos conmigo...
L: Yo, que soy muy alemana, necesito mis horarios. Me encantaría vivir con un cuadro de Excel que me dé paz. Eso sí que me da paz.
M: Esa es la parte opuesta…
L: Sí, es la parte opuesta, ya ha salido (ríen). Estoy trabajando la Improvisación, porque en la vida no puedes tener todo organizado, pero a mí organizar las cosas me da tranquilidad y yo voy cuadrando fechas con Manuel en los desayunos. En la sobremesa del desayuno, sacamos los calendarios y digo tal día, qué hacemos, dónde comemos, dónde vamos…y Manuel es “ya lo vamos viendo”.
M: ¡Además cambio los planes en dos segundos! Mi vida ha sido un poco así siempre: te cambia todo en un segundo. No puedes hacer planes a largo plazo, porque no sabes cómo vas a estar. Que al final me juego la vida todos los días. Eso ya te enseña a que no puedes hacer planes a largo plazo. En lo personal, me dan igual diez minutos más o menos…
L: ¡Yo soy la que le espera para salir de casa!
Manuel: "Profesionalmente, esperemos que 2026 sea un buen año y terminar la temporada pegándonos ese viaje que aún no hemos hecho, ¡en plan viaje de novios!"
—¿Qué esperáis del año que entra ahora? ¿Tenéis algún proyecto o alguna ilusión común?
L: ¡Aparte de reformar la cocina…! Profesionalmente, esperemos que sea un buen año, confiamos en que sí, y terminar la temporada con un viaje. Aún no nos hemos ido de viaje los dos, si acaso una escapada de tres días.
M: El año, profesionalmente, tiene buena pinta, aunque mi carrera siempre es más inestable, porque siempre depende un poco de cómo te vayan saliendo las cosas. Laura es mucho más estable, su vida, su carrera…
L: ¡En todo!
M: En lo personal, espero seguir viviendo como hasta ahora y pegarnos ese viaje que todavía no nos hemos pegado… ¡en plan viaje de novios!
—¿Habéis pensado en boda o va a ser sin boda?
M: ¡No, viaje de novios! Si somos novios es viaje de novios.
L: Vamos a empezar por el viaje de novios. Haremos las cosas al revés.
Preguntas rápidas
¿Quién es más ordenado en casa?
L y M: los dos.
—¿Quién tarda más en arreglarse antes de salir?
L: Manuel
M: Sí, yo. También ella es modelo, está acostumbrada a eso.
—¿Quién es más casero y quién propone siempre planes?
L: Yo soy más casera.
M: y yo propongo más planes.
—¿Quién es más romántico en los pequeños detalles?
L: Yo.
M: ¿Sí?
L: ¿Quién te deja notas cuando no estás en casa?
M: Porque yo salgo más de casa, pero… (ríen) Venga, ella, pero muy iguales, muy empatados.
L: 45/55.
—¿Quién se enfada antes y a quién se le pasa antes?
M: Nos enfadamos, pero duramos muy poco enfadados.
L: Nos enfadamos muy poco.
M: Por eso nos hemos caído tan bien.
—¿Quién manda más con el mando de la tele?
M: Yo.
L: Sí, no pregunta.
M: No, no pregunto. Ella es regular cambiando y buscando las cosas. Además, no dura ni diez minutos. A los diez minutos está roncando como una bestia (se ríen)
—¿Quién es más de improvisar y quién necesita tener todo organizado? Aunque ya está claro que Laura es la alemana.
L: Clarísimo.
—¿Quién es más sensible y se emociona con facilidad?
L: Yo soy muy sensible.
M: Yo también. No me emociono con facilidad, pero sensiblón...
L: Sensiblón eres.
M: Aunque no lo transmito.
—L: No lo transmite. A mí se me nota.
—¿Quién es más de decir 'no pasa nada' cuando sí pasa?
M: Creo que yo también. Para mí nunca pasa nada…
L: Te voy a decir, 45/55, porque es verdad que algún calentón cojo y llamo a Manuel y “no pasa nada”…
















